El protocolo de la mesa familiar.
Mesa navideña para dos, con los montes del Infierno al fondo.
Reajustado e ilustrado en septiembre 2009
Dicen que cambian los tiempos, sin embargo yo creo que siempre hubo, hay, y habrá, personas que sienten respeto por sus semejantes, y otros que van por la vida como paquetes de carne con ojos.
Reconozco que, cuando tenía catorce años, me sacaba de quicio tener que vestirme de traje para la cena de Nochebuena.
Me parecía una estupidez que, estando solo la familia, tuviese que disfrazarme como si fuese a Horcher. ¡Con lo bien que se estaba en vaqueros!
Sin embargo hoy reconozco que, sin llegar a la corbata, la mesa familiar exige un respeto y cuando veo a esos niñatos que se lanzan sobre el jabugo a codazos sin tan siquiera quitarse los auriculares ni la gorra de los Laiker’s, entiendo aquellos guantazos que me propinaba mi madre cuando me sentaba antes que ella.
El protocolo familiar exige naturalidad, pero si usted le acerca la silla a su suegra cuando esta se va sentar, le aseguro que le proporcionará unos minutos de felicidad. ¡Y cuesta tan poco!
El protocolo familiar exige naturalidad, pero si usted le acerca la silla a su suegra cuando esta se va sentar, le aseguro que le proporcionará unos minutos de felicidad. ¡Y cuesta tan poco!
La mesa.
La distribución de la mesa ha de ser práctica, es decir, contando con que ya no hay servicio, las personas encargadas de traer la comida y retirar los platos, deben colocarse en sitios accesibles, por lo que es a partir de ellas, desde donde arrancan las jerarquías de presidencia y precedencia.
Si la anfitriona es ya mayor y dispone de hijos, nueras y yernos, capaces de atender, se le reservará la presidencia (siempre preside el anfitrión, por ejemplo, en una comida ofrecida por el Ayuntamiento, salvo el Rey, que siempre preside, sería el Alcalde, incluso por encima del Presidente de Gobierno, quién ocuparía la silla central).
Si la anfitriona es ya mayor y dispone de hijos, nueras y yernos, capaces de atender, se le reservará la presidencia (siempre preside el anfitrión, por ejemplo, en una comida ofrecida por el Ayuntamiento, salvo el Rey, que siempre preside, sería el Alcalde, incluso por encima del Presidente de Gobierno, quién ocuparía la silla central).
Si la anfitriona es joven y es ella quién tiene que atender (por ejemplo varios matrimonios con niños pequeños), ella deberá sentar a los invitados de la forma que mejor le convenga.
El orden de precedencia es secundario, aunque en las grandes familias lo habitual es que los hijos mayores se sienten junto sus padres y a continuación se intercalen sus cónyuges.
Claro que la forma de la mesa determina ese orden, porque si es redonda, los últimos en el rango se sentarían frente a la presidencia, mientras que si es rectangular, al estar más cerca, debe establecerse el rango por proximidad al centro.
Antiguamente se acostumbraba a colocar en la cabecera al anfitrión (protocolo inglés) y así se jerarquizaba más fácilmente la mesa, pero si hay fuentes con picoteo, estar en la cabecera es un martirio, sobre todo si el Pater familiae está ya cascadillo, mientras que en el centro (protocolo francés), llega a todo y puede participar mejor en las conversaciones.
El servicio
El orden de servicio es bastante sencillo, primero a las señoras casadas por orden de edad (más o menos evidente), luego a los señores, y finalmente los anfitriones (los jóvenes y solteros serán quienes sirvan al resto y finalmente a ellos mismos).
Todo esto es muy rígido, y por tanto solo válido en familias, como la de mi mujer, en la que nos juntamos más de treinta personas en cada celebración, pero cuando apenas hay media docena de personas, el protocolo cambia, aunque sí es agradable respetar algunas normas.
Es muy cómodo meter un picoteo informal, incluso de pie, porque eso permite que, cuando se sirva la comida, todos estén sentados a la mesa y que no sea precisamente la anfitriona quién falte.
Todo esto es muy rígido, y por tanto solo válido en familias, como la de mi mujer, en la que nos juntamos más de treinta personas en cada celebración, pero cuando apenas hay media docena de personas, el protocolo cambia, aunque sí es agradable respetar algunas normas.
Es muy cómodo meter un picoteo informal, incluso de pie, porque eso permite que, cuando se sirva la comida, todos estén sentados a la mesa y que no sea precisamente la anfitriona quién falte.
Es muy entrañable que cada miembro se ocupe de una tarea, así se reparte el trabajo y mientras uno abre el vino, otro pone los platos, y otro monta las bandejas de aperitivo.
Digamos que este es el protocolo moderno, el de las comidas sin servicio ni hijos menores que cumplan tales funciones.
El montaje de mesa debe también ser funcional.
El montaje de mesa debe también ser funcional.
Se colocan todos los cubiertos que se van a usar, por orden de uso, de fuera hacia dentro, dejando los de postre tras el plato (esto ya no se lleva en hostelería porque hay camareros que retiran los servicios en cada plato, pero en casa sí debe hacerse).
El plato del pan es una costumbre que se pierde en la mesa diaria, pero que resulta de lo más agradable (yo lo uso aunque coma solo). Debe colocarse a la izquierda del plato, en la zona superior de la servilleta (aunque hay regiones donde se acostumbra a colocar la servilleta a la derecha, en parte opuesta al pan, pero para los diestros, es más cómodo ponerlo todo a la izquierda).
Contando con que no se va a hacer un servicio a la inglesa (es difícil porque hay que estar acostumbrado a llevar una bandeja y peligroso, porque hasta los camareros profesionales suelen rociar de salsa a no pocos comensales en bodas que mantienen este modo), lo mejor es poner la fuente en la mesa y que la anfitriona sirva las raciones, ayudada por el resto de participantes, que es una forma de romper la rigidez.
Contando con que no se va a hacer un servicio a la inglesa (es difícil porque hay que estar acostumbrado a llevar una bandeja y peligroso, porque hasta los camareros profesionales suelen rociar de salsa a no pocos comensales en bodas que mantienen este modo), lo mejor es poner la fuente en la mesa y que la anfitriona sirva las raciones, ayudada por el resto de participantes, que es una forma de romper la rigidez.
La bebida.
Respecto al vino, el protocolo lo marca la propia selección que se haya hecho y las reglas de consumo que exijan estos (decantación, aireado, frío, etc.).
El anfitrión debe hacer las veces de sumiller, probarlo fuera de la mesa para retirar la botella si tiene algún defecto y luego tener la cortesía de dárselo a probar a su invitado de mayor rango.
A partir de ahí, seguir el mismo orden de la comida: señoras casadas mayores, señores, etc.
En todo momento será la anfitriona quién marque el ritmo de la comida, es decir que será ella quién diga cuando debe limpiarse la mesa para servir el postre, el café, las copas, incluso encender los cigarros.
En todo momento será la anfitriona quién marque el ritmo de la comida, es decir que será ella quién diga cuando debe limpiarse la mesa para servir el postre, el café, las copas, incluso encender los cigarros.
Sonará un poco a prusiano, pero evita muchos roces.
A parte de eso, ya saben, está feo tirarse pedos, eructar, sacarse pelotillas de la nariz, dormirse sobre el plato, rascarse la cabeza, comer con la gorra puesta, ..., o sea, lo habitual en nuestros niños (en la sección El Toque del Quera, ampliamos esta información en el artículo Protocolo).
A parte de eso, ya saben, está feo tirarse pedos, eructar, sacarse pelotillas de la nariz, dormirse sobre el plato, rascarse la cabeza, comer con la gorra puesta, ..., o sea, lo habitual en nuestros niños (en la sección El Toque del Quera, ampliamos esta información en el artículo Protocolo).