Feliz milenio
Parece mentira pero ya estamos en el tercer milenio, el siglo XXI, el año 2.001 que nos describía Kubrick en su odisea espacial y que por aquel entonces y con la vida disoluta propia de la edad, el que mas y el que menos no contábamos con conocer.
No hay que mirar hacia atrás con odio, como decían en un western, si no adelante con optimismo, porque el número tres, simbólicamente es la primera unidad estable (cada religión tiene su trinidad como soporte terrenal), y así esperemos que las alocadas carreras de las últimas décadas se serenen y que la humanidad se centre mas en sacar aprovechamiento de tanto avance que en muchas ocasiones ni se supo para que se producía.
- - Oiga, interviene un paisano con ojos de resaca, pero ¿esto son páginas de cocina o de filosofía?
- - Bueno, bueno, está bien, solo un prólogo, porque la gastronomía no solo es cocina, si no cultura y del mismo modo que hemos visto lo que dió de sí el siglo pasado, en que los habitos alimentarios cambiaron en apenas cinco décadas mas que miles de años, pues ahora también podemos desear buenos augurios para las próximas generaciones.
Buenas perspectivas sí que hay, porque de toda esta revolución que han desarrollado los jovenes cocineros en los últimos años, el poso final tiene que ser rentable.
Incluso si se ralentiza esta vorágine (en los próximos años se van caer unos cuantos de la burra), se llegará a una cocina mas sosegada, menos audaz pero mas equilibrada, y eso para quienes realmente esperamos disfrutar de una buena comida, será positivo.
Del mismo modo que el pastel de cabracho de Juan Mari Arzac se encuentra ya en todas las sidrerías de Gijón, cabe esperar que otras buenas formas, ya habituales en estos nuevos restaurantes, también vayan poco a poco transmitiendo por capilaridad al resto de la hostelería.
Un ejemplo está en la moda de los vinos que hace un lustro encontrar cartas con marcas del Somontano, Priorato o hasta Ribera del Duero, eran signo de distinción y casi esnobismo, y otra su carencia deja a la altura del betún al patrón que haya sabido reciclarse.
Pero también hay nubarrones, y muy feos por cierto, porque si la invasión china no cuajó en Asturias como lo hiciera en otras provincias, lo que sí se perfila como una verdadera amenaza son otras aberraciones llamadas franquicias que pueden causar daños insospechados.
El salvaje y despiadado control del mercado de gran consumo por parte de las cadenas de franquicias, basado en macroscópicas campañas de promoción en detrimento de la calidad gastronómica, pueden poner en grave peligro a cientos de restaurantes, del mismo modo que arrasaron con las tradicionales tiendas de ultramarinos y coloniales.
Las agitadas costumbres de vida que llevamos, inducen a esa comida rápida, y no solo a la telecomida o al Burguer, si no a diferentes variantes que ya están empezando a triunfar en nuestro Principado, y que al saber llegar con muchos neones y colorinos a los jóvenes consumidores, pueden captarlos.
El panorama culinario que ofrecen ya en España los lugares turísticos, con locales de diseño en los que solo se sirve cocina prefabricada, sobre todo paellas y pizzas, es desolador, y lo peor es que este movimiento no es solo para guiris, si no que en los supercentros de ocio de los barrios residenciales periféricos de las grandes ciudades, este tipo de hostelería de franquicia también es ya una realidad.
Crucemos los dedos para el nuevo milenio.