Cocina de Navidad
Por mucho que los iconoclástas proclamemos lo absurdo que resulta consumir sin control durante estas fechas, lo cierto es que existe una cierta magia, un morbo, una superstición por la cual ese gitanillo interno que todos los españoles llevamos dentro, nos grita por lo bajini: “No seas malaje, estírate, date una alegría, aunque mañana no tengas ni para desayunar, pero no tacañees con esos langostinos, que te va a traer mal fario y el año que viene no vas a ganar ni para palitos de surimi”.
Y ¡hala! Tarjetazo que te crió, con lo que tendremos una cuesta de enero y un precipicio de febrero, peor que los del año pasado, que ya fue de órdago (pueden ver más en La cuesta de enero y el precipicio de febrero ).
Pero ahí está parte del morbo, en esa inconsciencia, en esa conducta irresponsable que nos lleva a comprar un absurdo besugo que por estas fechas sabemos que no está en sazón, que sin duda lleva refrigerado más de un mes y por el que encima nos van a soplar el triple del precio que tendrá la semana que viene.
Pero la obligación de un gastrónomo responsable es dar consejos como si tratásemos con seres razonables, aunque ya de mano sepamos que nadie nos hará pajolero caso, como debe ser.
Además de por ese irrefrenable impulso que ha guiado mis pasos desde la más tierna infancia mediante el cual siempre he llevado la contraria hasta a mis propios intereses, lo que yo recomiendo es comprar y consumir todos aquellos productos que no sean navideños: ¿Marisco? Mejillones, ¿Pescado? Salmón, ¿Aves? Avestruz, ¿Carne? Buey, ¿Dulces? Bueno, como no me gustan, pues valen las golosinas navideñas para que se empachen las visitas.
Pero un consejo que sí les ruego encarecidamente que sigan al pie de la letra, es que no pretendan hacer florituras precisamente ese día tan señalado en que se reúne la familia, ese día en que la cena será especialmente complicada porque habrá overbooking, esa festividad en que de lo que se trata es de contar todo lo que no hemos dicho durante todo el año porque cada cual cenaba con su propia bandeja viendo el bodrio de la tele, intentando olvidar las calamidades sufridas en la oficina.
Intentar ese asado rocambolesco que Santi Santamaría propone en el suplemento de El País y que ni él mismo sin su equipo de virtuosos lograría sacar con aprobadillo, es un suicidio que nos llevará indefectiblemente a tener que recurrir a esa tortilla de patata de fortuna que gracias a Dios que está la tía Felisa en casa para hacerla, porque de lo contrario terminaríamos comiendo el chop suey del chino de la moto (pueden ver una descripción de la escena que se hizo bastante famosa en Asturias pinchando en Especial Navidad 1.997 ) .
En esta pequeña selección de platos hemos recopilado aquellas recetas que nos han parecido más oportunas para preparar ese día tan señalado, tanto por su sencillez de preparación, como por su economía y por la viabilidad de la compra, porque esa es otra, los que vivimos en la aldea no sufrimos esa locura, pero ir de compras en Madrid durante la Navidad, es como plantearse muy en serio hacerse vegetariano hasta el año siguiente.
Una buena forma de paliar esa frustración que supone ser responsable en la compra de Nochebuena, es fundir los plomos comprando ese vinazo que Andrés Proensa ha recomendado en su revista PlanetaVino, porque nos daremos el gustazo de haberle machacado veinte mil duros a la tarjeta, pero sabremos no habremos hecho el primo, porque el mes que viene, ese Gloria de Ostatu, ese R.D. Bolliger o ese Glenmorangie especial barrica de Oporto, costarán lo mismo que el 23 de diciembre.
No se pierdan todas nuestras recetas navideñas, están en La Cocina de Navidad