Picaresca de tendero
Ya nadie se atreve a manipular las básculas, no solo porque la inspección de pesajes funcione bien, que lo dudo, si no porque los modernos sistemas electrónicos son tan sofisticados, que habría que pagar a un técnico para que la trucase y a otro para que deshiciese el entuerto, pero sin embargo parece ser que la idiosincrasia pícara de algunos tenderos se conserva, y hasta tal punto, que hay formidables empresas que viven de este sistema de engaño consentido.
La noticia me llegó de forma fortuita hace unos días, cuando vino por Asturias una prima hermana mía, que es directora comercial de Frial, una conocida marca de charcutería de lujo.
Hablando de cierta conocida cadena de carnicerías de Oviedo, el distribuidor de la zona comentó: «A esos nada. Solo llaman para pedir fictícios, y ya he dado orden de que no se les sirva ni uno mas».
¡Alerta!
¿Qué son los fictícios?
Pues se trata de unas reproducciones en plástico que realizan las propias fábricas, con el objeto de que los tenderos puedan rellenar los lineales dando aspecto de abundancia, sin para ello tener que arriesgar demasiada mercancía.
Hasta ahí bien. Nadie engaña a nadie, salvo por una pequeña trampa publicitaria sin la menor consecuencia.
Lo malo viene ahora.
Existen empresas (por cierto una muy importante ubicada en Pola de Siero), que compran a precio de saldo, material de desecho a fábricas alimenticias (remesas defectuosas, deterioradas en el almacenaje o durante transporte, a punto de caducar, etcétera), lo visten con apariencia de marcas conocidas, y lo venden a esos tenderos a una cuarta parte del costo del producto original.
Un ejemplo flagrante son los quesos (no voy a hablar de los famosos trapicheos que se hacían con los azules holandeses envueltos en hojas de castaño para pasar por Cabrales, porque afortunadamente ya hay una D.O., y el que compre al margen del consejo regulador, es que ya está buscando que le tomen el pelo).
Vamos con una Marca muy conocida, García Baquero, una extensa gama de productos con diferentes composiciones, curación y morfología, que garantiza la óptima calidad de sus piezas según las categorías.
En el lineal se colocan media docena de ficticios (ya saben, los de plástico), y junto a cada uno de ellos, se pone el de matute, que tiene la misma forma, el mismo color en la cubierta y un cartelín que dice: «Oferta, Oveja curado 1.100pts/Kg».
Así, la buena señora que lo ve, lo primero que piensa es «Vaya chollo, en el Corte Inglés está a 1.550.», sin saber que en realidad no está comprando un García Baquero, que le cuesta a la tienda 1.300pts/Kg, si no un sucedáneo, en muchas ocasiones en mal estado, cuyo costo real no llega ni a las 500pts.
Y lo mismo sucede con los salchichones, los chorizos de barra, los patés al corte, y un largo repertorio de productos, que con tanto acero y tanto halógeno, nadie se imagina que metan gato por liebre.
Y es que no hay fraude, ni falsificación, ni por tanto delito, ni consecuentemente forma de terminar con estas trampas. Solo picaresca de tenderos, y contra eso, solo se puede usar el arma de la información, que es para lo que aquí estamos.
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