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Misogramática gastronómica

 
Publicado en el Diario El Comercio, año 2.001.

No le busquen tres pies al gato que no los tiene, el único motivo de este título es una irrefrenable afición por la pedantería que sufro desde hace algunos meses, quizás provocada por este doloroso régimen dietético que me tiene anquilosado, mortificado, casi castrado en mi natural hedonismo vital.

La palabreja significa algo así como «Odio por la cultura» y me topé con ella al buscar en el Espasa el significado culto del término misoginia (de tanto oirlo, quería saber lo qué realmente significaba) y como a renglón seguido leí cierta definición de Fabada, pues asocié ipso facto ambos conceptos.

La frase en cuestión se publica en el número 105 H de la revista SAVEURS, página 21, columnas 4 y 5, ejemplar dedicado en exclusiva a España y dice lo siguiente: «Les fabes de Asturias. Estas grandes judías blancas cuyo precio se dispara por su escasez, forman parte de la famosa fabada que no es otra cosa que una especie de cassoulet de almejas y en algunas ocasiones de cerdo.»

Evidentemente la señora, o señorita, Catherine Quévremont, es un claro exponente de misogramática gastronómica ya que si un cassoulet de almejas pondría los pelos de punta a cualquier francés, una fabada de almejas llevaría directamente al psicólogo a cualquier comensal que hubiera probado el suso dicho plato. Pero mi reflexión no va en contra de la misogramática de la colega gala, a pesar de mi supuesta misoginia, si no que apunta hacia nuestros propios problemas astures.

En el mismo artículo se hace referencia al arroz de Calasparra, al del delta del Ebro, las judías del Barco de Ávila, las lentejas de la Armuña o hasta al vinagre de Jerez, tema que desarrolla con notable erudición.

¿Como se puede ser tan torpe con la fabada y tan ilustrada con el vinagre o el arroz?

Respondo con otra pregunta: ¿Cuantas veces el gobierno del Principado se ha molestado en invitar a periodistas gastronómicos a Asturias para que conozcan a fondo nuestra fabada, sidra, arroz con leche o mas genéricamente esa formidable restauración que nuestros hosteleros están haciendo?

¿Piensan ustedes que un servidor se puede permitir el lujo de pagarse un costoso viaje al Languedoc para hablarles de su famoso cassoulet, o por el contrario son los responsables de promoción de esa región francesa quienes me costean la visita para despertar la inquietud en Asturias por probar la hermana en fogones de nuestra fabada?

Ellos bien que lo saben, de hecho en estas páginas hablamos no pocas veces de los gabachos, eso sí, alguna vez bien y otras no, como es hoy el caso, pero al menos se habla de ellos, se sabe que son pioneros en turismo y gastronomía y para eso invierten en comunicaciones.

Pero bueno, ya sabemos que Asturias está por encima de Francia entera y hasta del resto de Europa.

¿Qué digo? ¡del mundo!

Nosotros no necesitamos promocionarnos, ni tan siquiera para que sepan que nuestro cassoulet, o sea la fabada, se hace con varias clases de compango, cien veces mas variada que su guisote de habichuelas con salchichas.

¿Pero para qué contar al resto del mundo que aquí se come de miedo, que tenemos una deliciosa sidra natural, la mayor mancha quesera del mundo, carnes de pasto alpino inigualables, una riqueza ictiológica apabullante en variedad y calidad y tantas y tantas cosas mas?

Los que no sepan todo esto que se joroben, ¡analfabetos! ¡misogramáticos! ¡extranjeros!

Pobre Asturias.


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