La Gran Cena
Llega la Navidad y con ella días de alborozo y regocijo. La familia se reune y todos comparten la mesa que más que nunca ofrece los más exquisitos manjares y las más lujosas bebidas.
Es la mejor época para disfrutar de la buena mesa ya que todos los productos cuestan el doble o el triple que en cualquier otra semana del año, la mayoría de los articulos frescos llevan un mes semicongelados en las cámaras de los comerciantes especuladores y todas las empresas aprovechan para dar salida a las mercancías de desecho que sobraron durante el resto del año.
Es buen tiempo para enviar regalos a los familiares porque al deplorable servicio de Correos de que disfrutamos en este santo país, la saturación propia de estos días a causa de los crismas, suele llevar a que el paquete con chorizos y turrones que mandamos a la prima Mª Luisa de Madrid, le llegue en semana santa, tiempo muy propio para su consumo de no ser por el deplorable estado de arribo.
También es aconsejable preparar desproporcionados ágapes en los hogares donde hay niños ya que al no asistir estos a clase y estar dando la lata todo el día en casa, se les susle calmar atiborrandolos a bocadillos, chocolates y golosinas varias con lo que el día de la gran cena casi con toda seguridad la población infantil queda diezmada a causa de las navideñas indigestiones y cólicos.
Las bebidas juegan papel importante en estas fiestas ya que existe la tradición de tomar bebidas espumosas (cava, sidra, champagne), después de la cena y esto es una costumbre típicamente española ya que en otros lugares estos deliciosos vinos se consumen de aperitivo, merienda o cocktail, pero nunca después del café aunque esta es la forma más aconsejable ya que si la comida ha sido lo suficiente copiosa como para estar con el estomago lleno, el efecto de carbónico puede actuar como detonante y el protagonista volar por los aires como los malos de las películas de James Bond.
Podríamos hablar de los simpáticos sincopes y colapsos que puede producir el frío sobre una persona que tiene el estomago demasiado lleno, lo apasionante de pasar un ataque de gota rodeado de indómitos niños, el óptimo estado anímico durante una gastroenteritis para tocar la pandereta y cantar villancicos, etc., pero es tiempo de recogimiento cristiano y gran lucro para traficantes en comida y especuladores, así pues yo simplemente termino diciendoles: "coman, coman, que me huelgo de vedles comer".
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