Caldo para resucitar
No sé si será muy popular el dicho, pero recuerdo que mi padre, cuando probaba uno de esos maravillosos caldos que solían prepararse en las casas en que el Avecrem estaba mal visto, solía decir “Este caldito resucita a un muerto”.
La invasión de preparados ha denostado la importancia de los buenos caldos, esos que marcaban el carácter de una casa, ya fuera doméstica o pública, porque no había cena, incluso comida, qué no fuera precedida de una tacita de caldo, ya fuera de pollo, carne, pescado o marisco.
En Cangas de Onís, mi pueblo, la hora del caldo era sagrada. Algunos empezaban pronto, incluso esperando a que saliese la primera taza de la cocina. Luego venía la ronda, porque en el Ventura lo hacían de carne, en el Llagar de Juan era de cocido, en la Viuda, de pollo, y en El Sella, de marisco, de modo que había variedad, y como quién más quién menos lo acompañaba con un vasito de vino de la Nava, pues ya podía hacer frío, que los parroquianos iban calientes para casa.
Ya he comentado que a mi chica no le puede faltar un túper con caldo en la nevera, pero como este fin de semana estaba malina, pues me tocó hacerlo a mí, y ya saben ustedes que los hombres somos un poco manirrotos a la hora de hacer la compra, de modo que el caldo resultó así, para resucitar muertos.
Importante: el timol, aceite esencial del tomillo, es el más potente antibiótico natural, recomendado para diferentes afecciones, entre ellas el dolor de garganta y los problemas respiratorios. Después de tomar este delicioso caldo resucitador, mi chica dijo que se le había abierto el pecho y se le había aliviado por completo la faringitis. Increíble.
Bueno, increíble para esta sociedad ridícula que ingiere pastillas y jarabes como si fuera por gusto, porque en la antigüedad casi todas las culturas recurrían a la plantas como solución a la mayoría de enfermedades.
Bueno, increíble para esta sociedad ridícula que ingiere pastillas y jarabes como si fuera por gusto, porque en la antigüedad casi todas las culturas recurrían a la plantas como solución a la mayoría de enfermedades.
Otro consejo: un buen chorrito de limón en cada taza alegrará mucho el sabor, lo hará más fresco y, si encima nos duele la garganta, el limón es la mejor cura.
Otro consejo más: podemos convertir este caldo en poderosa sopa añadiéndole una patata laminada en lascas, como expliqué en la receta de Sopa de patata con merluza.
La receta
En la olla en que vamos a preparar el plato, freímos el pollo y la ternera hasta que se dore, incluso un poco más de la cuenta, porque ese caramelo que se forma en la superficie (técnicamente se llama reacción de Maillard, glucosilación, o glicación no enzimática de proteínas), aporta un sabor muy profundo.
Mientras se va tostando la carne, vamos pelando, partiendo y echando a la olla los vegetales: la cebolla partida en cuatro, los puerros a la mitad y las zanahorias según sea su tamaño.
Rehogamos bien y rociamos con un vasito de vino blanco. Mientras se evapora el vino, salpimentamos y aromatizamos con un poco de tomillo, que le conferirá un ligero sabor a monte y encima nos aportará beneficios para la salud, sobre todo cuando tenemos un trancazo con dolor de garganta. Incluso es un ligero somnífero, de modo que una tacita de este caldo nos dejará tan relajados que dormiremos como bebetones.
Cuando ya no huela a alcohol, añadimos el agua hasta cubrir todo el sofrito por completo, más o menos unos dos litros. Se sube el fuego hasta que rompa a hervir y luego se deja cocer lentamente, sin apenas borbotones, hasta que la carne quede blanda (hay que calcular entorno a una hora). Es la carne la que marcará el punto del caldo, porque las verduras estarán prácticamente deshechas.
Debe reposar y templarse para poder manipular todo con seguridad, de esta forma incluso se compenetran mejor los sabores.
Sacamos con la espumadera todos los ingredientes que podemos usar de mil maneras y pasamos el caldo por el chino para eliminar restos que siempre quedan. Luego se pasa un túper, se deja enfriar por completo y ya se puede guardar en la nevera, donde se mantendrá bien cuatro o cinco días.
Me pidió un lector que le diese algún consejo de qué hacer con el pollo porque le daba pena desaprovecharlo. Todo se puede aprovechar, salvo el hueso. Por ejemplo, si retiramos los huesos de la zanca y lo picamos todo fino, incluyendo las verduras, obtendremos una deliciosa farsa para rellenar canelones, musaka, lasaña, etc.
La carne de ternera suele quedar insípida porque ha dejado todo su sabor en el caldo, pero el pollo, picado fino y envuelto en lechuga picada en juliana con salsa mahonesa, nos proporciona una deliciosa pasta para preparar canapés o sandwiches. En Venezuela preparan unas arepas rellenas de una masa que llaman “reina pepiada”, que viene a ser esto mismo pero con el añadido de un aguacate maduro.
Y no olvidemos que el pollo y la zanahoria picados, proporcionan una guarnición muy tradicional del caldo que así se convierte en Sopa de pollo.