Semanas Gastronómicas
Hace cuatro meses hablábamos desde este mismo medio de la proliferación de jornadas gastronómicas que aparecen por doquier y criticábamos con dureza a aquellos listos que sin el menor interés gastronómico se querían subir al carro como medio de animar sus vacíos comedores.
También felicitábamos a aquellos hosteleros que se preocupan por conseguir traer cocineros de otras comunidades o contratan los servicios de empresas dedicadas a tales menesteres ya que de este modo los habitantes de tal o cual ciudad pueden degustar una selección de platos sin necesidad de tener que desplazarse al Andalucía, país vasco, Cataluña, etc.
Decíamos que había que empezar por asimilar el axioma de que la gastronomía es una de las más importantes expresiones de la cultura de un pueblo y no tan solo un medio más o menos lícito de ganar dinero.
Pues al parecer hubo quien, en un intento de tergiversar las cosas, puso en boca de un honesto restaurador de Foz mis palabras y el buen hombre tuvo que andar dando explicaciones de que Pepe Iglesias hablaba por boca propia y no era un simple transcriptor de sus teorías.
Ya han pasado cuatro meses desde aquel ridículo incidente. Casi una veintena de números en los que he querido dar una visión objetiva y constructiva de la realidad de la hostelería y gastronomía de la provincia de Lugo. Más de treinta mil palabras para pedir sensatez, para hacer recapacitar a algunos traficantes de comidas y hacerles volver a buen camino tomando ejemplo de aquellos restauradores que conocen las reglas del juego y saben que hay que invertir para poder seguir en la brecha.
A todos nos duele tener que soltar el dinero para hacer publicidad de nuestro negocio. Ya sabemos que cuesta mucho dinero hacer un buen mantenimiento de las instalaciones. No hablemos ya de los cambios de decoración o de las obras de reforma de cocina cuyos presupuestos pondrían los pelos de punta a cualquiera de nuestros clientes. Y de las semanas gastronómicas ¿que?. Pues bien, de las semanas gastronómicas, bravo, pero de las de verdad.
Este tipo de acontecimientos necesitan de una parafernalia que generalmente no resulta rentable económicamente para el empresario.
La finalidad de estas jornadas ha de ser casi de carácter cultural más que empresarial.
Son positivas para intercambiar conocimientos con los compañeros que participan. Son interesantes porque se puede enriquecer la carta con algunos de los platos presentados y por tanto queda un beneficio residual importante. Son hasta cierto punto rentables porque atraen a un sector de público ajeno habitualmente a ese local.
Pero volvemos al mismo tema, son buenas siempre y cuando el empresario se esfuerce en invertir el dinero necesario para dar algo nuevo, recetas inéditas o desconocidas en su zona, menús foráneos que nos adentren en culturas desconocidas o simplemente los consejos de algún gran profesional que aporte técnicas coquinarias inusuales en nuestro quehacer diario.
Felicitamos pues a nuestro buen amigo Piñeiro y le animamos para que siga haciendo estas semanas tanto del mar como de la caza (o de lo que sean) y para que siga investigando en su cocina para sacar delicias como ese pastel de centollo natural o el vol au vent de bogabante.
En cuanto a los que se hayan sentidos aludidos por el calificativo de traficantes de comida, ya saben: el que se pica, es que ajos come.
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