Pasotismo camareril
Se extrañaba mi querida María de la capacidad de pasar de todo que demostraba cierto camarero de una conocida sidrería de Salinas cuando hace unos días, me refiero al pasado mes de agosto y a pesar de ello con notable calma, varios clientes se tomaban ya a pitorreo la cantidad de veces que habían intentado inutilmente pedirle una bandeja de pan, una botella de sidra, o ese primer plato que aún no había llegado a un comensal mientras el resto de la mesa estaba ya por el postre.
En un momento dado un señor se levantó indignado y se marchó sin pagar.
- - Se acabó, gritó el paisano, si quiere cobrar que me traiga la factura a Madrid.
Y como es lógico el propietario del establecimiento ni llevó la factura a la capital del reino, ni por tanto cobró aquellos artículos que, él, por supuesto y no el camarero, tuvo que abonar a sus proveedores a final de mes.
Las cosas andan mal con el personal de sala y en las grandes ciudades ya empieza a ser habitual ver peruanos y ecuatorianos servir mesas, por cierto con notable educación y amabilidad, aunque quizás con algo de parsimonia.
No hace muchos meses hablamos de refilón de este asunto en la sección «Cara a cara» y la mayoría de los empresarios coincidían en que no queda otro remedio que echar mano de los inmigrantes para cubrir servicios que los nativos no deseamos realizar.
Así funcionan las cosas en Europa y España ya forma parte de este colectivo, por lo que no debemos extrañarnos al ver gentes de otras razas sirviéndonos esa fabada de toda la vida, o incluso echando un culín de sidra, porque cuando el hambre aprieta, hasta un colombiano se hace escanciador.
La pregunta es ¿qué harán los sindicatos cuando vean que se les acaba el chollo en la hostelería porque ya ningún empresario quiere contratar a sus afiliados?
No olviden que ya hay instituciones que defienden, con tanta vehemencia o mas que los sindicatos tradicionales, los derechos al trabajo de los inmigrantes y si encima reciben el apoyo de las pymes, la broma puede pasar de castaño a oscuro en muy pocos meses y luego será tarde para lamentos.
Como es lógico a esos chavales que solo piensan en sacar unas pelillas para poner un equipo de bafles en su Escort de segunda mano, no se les puede concienciar del problema y cuando vean que se quedan sin empleo mes a mes, pues se harán skinheads, neonazis, o como se quiera denominar a esas nuevas formas de vandalismo y correrán a porrazos a los honrados cholitos que se ganan honestamente día a día el pan de sus hijos haciendo los trabajos que ellos despreciaron.
Mal camino lleva el asunto, sobre todo en comunidades que, como la nuestra, presumen de un poder sindical absolutista pero que, en verdad, se ocupa de todo menos de los verdaderos asuntos laborales.
Esta no es una sección de análisis político ni social, pero sí de gastronomía y por tanto hostelería y les aseguro que en estos momentos la única salida que se vislumbra al cada día mas acuciante problema del servicio de sala, es la inmigración.
Me imagino que mañana llegaré a mi casa con una sopera por sombrero, o con una botella de sidra cruzándome de oreja a oreja, pero es que ya hemos llegado a unos extremos, en que rara es la sidrería en la que un camarero te da los buenos días o simplemente te trata con el mínimo de respeto exigible.
Eso sin contar con te echen la sidra del vecino en el bolsillo de la americana.
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