Clientes de calidad
Una de las cosas de que un servidor de ustedes mas presume cuando sale allén de Pajares, es de la calidad de nuestra hostelería, pero también de la de los comensales asturianos, porque sin buenos clientes, no puede haber buenos restaurantes.
Hace unos días tuve que dar una charla de Chantada, Lugo y un conocido hostelero me recordó aquellos años en que yo escribía para El Progreso, el diario local: «No te puedes imaginar como hemos retrocedido, me comentaba, durante aquellos años daba gusto porque sabíamos que si en tus páginas hablabas de esturión ahumado, durante un mes podías vender todo el que quisieras, pero de entonces para acá, parece que todo el mundo se olvidó de que estamos en el siglo XXI y otra vez se ha vuelto al caldo, la carne de ternera muy hecha y los pescados que se salgan del plato, aunque estén como una suela».
Loas aparte, que les aseguro que me llenan mas de amargura que de orgullo, lo cierto es que todo lo que vimos y probamos era desolador, sobre todo en aquellos sitios en que querían poner algo original y lo embadurnaban con salsas engordadas con harina y nata (me pusieron un lenguado al albariño que semejante salsa no se la merecía ni Ben Laden. Pobre animal, que muerte mas atroz).
Pero hete aquí que, de vuelta de la amarga experiencia, comiendo en La Solana, por cierto maravillosamente, en la mesa de al lado escuché una conversación que me magnetizó hasta el punto de seguirla sin perder ripio: «Pues el otro día comí en Logroño un plato de ciervo, comentaba uno de los individuos con aspecto de usuario de BMW de importación directa, ¡Dios, qué bueno! Salíase la carne del plato. Aquí les raciones son regulares, con mas adorno que tajadas. No está mal, pero ¡donde esté un platu fabes!».
Perfil, definido: cretino integral que confunde la calidad con la cantidad, solución: darle a comer sacos de pienso.
Poco después devolvieron el venado para que se lo pasasen mas (en este tipo de cocina la caza no se estofa si no que se marina y luego se hace sangrante a la plancha, que es donde está gracia) y también una botella de Abadía Retuerta por «Uno de rioja» (todavía no se han enterado que en esa D.O. hay vinos tan dispares que algunos de ellos se parecen mas a un Priorato que a otro vecino) y aprovechando el vacío de comida, el mismo entendido comentó otra brillantez: «Donde te clavan que te crujen es en Casa Gerardo. El otro día pedimos una crema de langosta y no veas qué leñazo».
Como en Casa Gerardo jamás han puesto sopa o crema de langosta, ni de bogavante, hay que deducir que tal personaje no solo no había tomado tal plato, si no que tampoco había estado en ese comedor y que semejante aseveración debía ser el resultado de la siguiente regla de tres: si en el chigre que acostumbra a cenar, por pinchar cuatro chipirones congelados, un pixín recocido y un par de botellas de sidra, le zumban cinco mil del ala, pues en un restaurante afamado, por comer un plato de lujo te deben dejar ya sin sentido.
Me hubiera gustado informar al bocazas de turno que en la citada casa hay un menú degustación para cenar viernes y sábados, con cuatro platos y dos postres, con vino, café y chupitos incluidos, por 6.250pts., pero evidentemente el que hubiera quedado como un patán, por hablar, hubiera sido yo.
Además, si no quiere hacer el ridículo, pues que lea EL COMERCIO. Por lo menos para saber que hoy, ya, ser buen cliente, es una referencia social en nuestro Principado.
Si le interesa leer más sobre este tema, pínche en el icono Buscador (ángulo superior derecho de su pantalla) y escriba la palabra objeto de estudio. También le recomendamos consultar el enlace a Escuelas de hostelería.