Sidra de manzana autóctona

Antes de crearse la D.O. Sidra de Asturias, un grupo de lagareros crearon esta etiqueta de calidad que se rige por un control interno de seleccción y cuya mesa de cata sólo acepta aquellas sidras que previamente hayan cumplido requisitos tales como sólo estar elaboradas con manzana asturiana seleccionada.

Dejando de lado el escabroso y controvertido tema de la D.O., lo cierto es que el consumidor lo que pide es ésto: control de calidad y garantía de producto, no sólo pegatinas.
Se han puesto de moda las DD.OO., pero ¿pasan controles de calidad de los productos amparados o se limitan a hacer política de pueblo para quedar bien con los productores y ser reelegida la junta directiva?
Con esta Label (perdón por el anglicismo, pero así se llaman estas marcas de calidad), el objetivo está cumplido, de hecho en cada sesión de selección hay no pocos disgustos entre los propios integrantes del consorcio, cuando una sidra es rechazada.
Su limpieza, frutosidad, incluso aquellos aromas florales de que hablaba Toussain-Samat, permiten que esta sidra se pueda consumir sin escanciar, basta con un ligero aireado que rompa el seno y fuerce el desprendimiento del carbónico.

Si les interesa el asunto, les aconsejo que lean el artículo Sidra asturiana, mitos y verdades, y los que hay en el apartado Al Son de la sidra

La sidra es una bebida de tertulia, de charla, de contar mentiras y, entre culín y culín, pues entra cualquier cosa. No la tomen con fabada (ya saben, aquello del maridaje regional), porque pueden acabar mal. Sí con queso de Cabrales, porque refresca la boca y armoniza de maravilla y, lo mejor de todo, con unas sardinas asadas a la brasa de roble, desgraciadamente tan difíciles de encontrar hoy día, como lo es también un buen Cabrales.