Setas, ciencia, deporte y buena mesa
Hoy es viernes trece, el día maldito para los supersticiosos anglosajones, y como esto de las setas tiene algo de brujería, pues quizás lo mejor sea no salir hoy al monte no vaya a terminar el festín en aquelarre. Incluso yo les recomendaría a todos los lectores que no saliesen a coger setas en todo el fin de semana, porque así tocamos a mas.
La micología, mas que una ciencia, es un deporte, una diversión, una afición tan apasionante como la caza, pero incruenta y sobre todo mucho mas barata, incluso rentable.
Pero hay que tomar precauciones: cualquier práctica brujeril para determinar su comestibilidad es absolutamente inutil. Incluso el truco de dárselas a comer el día antes a la suegra también falla, ya que algunas, como la Panterina, contienen hemolisina, una proteina que destruye los glóbulos rojos y causa la muerte al cabo de varios días. Y no digamos ya el del aldeano que escoge las que están comidas por moluscos confiando en la sabia naturaleza.
Lo primero porque ni la sangre ni el aparato digestivo de estos tienen nada que ver con los nuestros, y además, porque como los invertebrados no tienen carnet de identidad ni sus decesos se publican en la prensa, nadie puede asegurar si el llimacu Fernandez, después de merendarse anoche una Amanita Virosa, se fue a su casa tan contento, o si por el contrario le dió un soponcio en el camino.
Es imprescindible tomar algunas lecciones, comprar un libro y salir por primera vez al monte con alguién que conozca el percal. Luego ya es coser y cantar, pero hay que ver los pasos que da un experto, para saber como se debe estudiar cada ejemplar: pie, sombrero, láminas, anillo, volva, etc.
Muchas personas creen que con reconocer los champiñones ya tienen patente de corso para recolectarlos, sin embargo es la seta mas peligrosa que existe y muchos años mueren muchas personas por esta temeridad.
Una broma nemotécnica que suelo practicar cuando saco a alguien por primera vez, es pasarle una amanita virosa o verna. Sin dudar la lleva al cesto y antes de depositarla grito: “¡Alto!”. Al mostrarle que ese champiñon no era tal, que la única diferencia apreciable es que sus láminas son blancas y no rosadas, pero que la confusión supondría la posible muerte para todos los que comiesemos de ese plato, a mas de uno de le han dado hasta mareos. Sobre todo teniendo en cuenta que los que venden en bandejitas tampoco están mal, porque al final de lo que se trata, es ponerse las botas.
Y es que la mejor defición que podríamos dar de una seta es que es un elemento gastronómico puro.
No alimentan nada, no aportan ni vitaminas, ni proteinas, ni calorías, ni nada saludable, tan solo alguna que otra diarrea convulsiva, pero eso sí, son deliciosas, exquisitas, voluptuosas, mágicas, incluso pecaminosas.
Un carpaccio de Boletus Edulis fresco con lubina puede ser un sueño de las Mil y Una Noches. Y no digamos ya el perfume a albaricoques que invade el coche despues de recoger una cesta de Cantarelus, o el sugerente aroma anisado que desprenden las bolas de nieve, cuya morbidez parece decirte "¡Cómeme!". Mas de una ha caido ya cruda a pellizcos mientras se decidía su suerte coquinaria.
Su única función en la naturaleza es proporcionar placer a los amantes de la buena mesa.Para ser menos enciclopédico, o sea, no considerando al hombre como eje de la Creación, podríamos decir que Dios las puso aquí para deleite de animales gourmets, porque las cabras también se meten cada banquete de órdago. Claro que como es preceptivo entre los buenos investigadores, a veces también se cogen unos colocones dantescos.
Pueden ver un montón de recetas elaboradas con setas pinchando en Cocina de setas
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