Bar enoteca La Oveja Negra

Es diminuto, de hecho estar en la barra es un triunfo y un acto de heroismo, además de una estupidez, porque sobre tus hombros pueden pasar unas doscientas copas de vino por minuto y claro, de tanto ir el cántaro a la fuente, pues alguna habría de caerte encima, pero ahí debe estar la gracia.

Como soy poco amigo de aglomeraciones y masoquismos, acostumbro a ir a tomar el aperitivo, la sesión vermut, que se dice en las romerías, aunque ya nadie tome tal brebaje, pero a las ocho de la tarde y si no llueve demasiado, la calle parece una concentración pacífica antiterrorismo (pongo este simil porque al igual que estos casos en que los manifestantes suelen ser del PP, aquí también todos van monísimos).
Rufo tiene una excelente selección de vinos, puede que la más interesante del momento, porque busca las novedades sacrificando las ofertas y eso es muy de agradecer.
Sus pinchos son tan contundentes como poner un entrecot sobre una tostada o este hígado de pato de la foto, para que se hagan ustedes cuentas, es una cuarta parte de la ración, por lo que con una tosta, comen dos.
No son demasiado originales porque Rufo viene del mundo de las copas y no de la cocina, pero como persona inteligente que es, ya está preparando excursiones de espionaje industrial a Valladolid y San Sebastián, por el momento los dos santuarios nacionales del pincho.
Junto al Entrevinos, éste es el local de más calidad de la zona, pero el barrio merece ser recorrrido, porque la marcha es de categoría.


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