Miguel Ángel de Gregorio ya está en el hoyo
Julio 2009
¡Última hora!
El Tribunal Supremo da la razón a Proensa
Que, desestimando íntegramente la demanda formulada por la Procuradora de los Tribunales Doña Lurdes Urdiain Laucirica, en nombre y representación de Don MIGUEL áNGEL DE GREGORIO SÁNCHEZ, contra Don ANDRéS PROENSA AGUADO y la mercantil VADEVINO EDITORIAL, S.L., debo absolver y absuelvo a los demandados de los pedimentos vertidos de contrario y todo ello, con expresa imposición a la parte actora de las costas procesales causadas.
Era de sentido común que la sentencia fuese favorable a la razón, es decir, a Andrés Proensa, pero como en este país los jueces acostumbran a pronunciarse según el dictado de sus hormonas (qué fino me estoy volviendo), pues podía pasar cualquier cosa, entre otras, que un trastornado buscapleitos llegase a cerrar la revista más seria y honesta que se publica en esta inculta España que solo lee el Hola y el Marca.
Gracias Dios y a la voluble fortuna, nos cayó en suerte la juez Doña Mª Sol Valle, una de esas “rara avis” que confirma la regla antes citada, y que, en su tribunal, aplica sentencias según ordena la ley, por lo que, apreciando que el cantamañanas de Miguel Ángel de Gregorio había tomado su Justicia por una comedia tipo Gran Hermano, pues le aplicó una contundente y terapéutica cataplasma, que va a dejar al bodeguero en cama durante una buena temporadita (las costas no son ninguna broma y lo que ello implica, menos).
Además, como el angelito tiene pleitos hasta con Santiago apóstol, pues barrunto que le van a caer las bofetadas como si hubiese metido la cara en un molinete de aspas, porque Andrés no quería nada contra él, pero su padre, su hermana y su esposa, sí que tienen ganas que pague todo lo que quemó.
Pero lo más importante para el mundo gastronómico no es que al demiurgo de la enología moderna le hayan empapelado, lo más relevante es lo que se cocía en las bambalinas, porque sabemos de primera mano, que los aristócratas de la gastronomía, versus, académicos y tunantes laureados de su comparsa, estaban enfriando el champagne para celebrar el Acto de fe, y afilando sus dagas para filetear el cadáver tostadito de mi querido amo y patrón, el señor Proensa, para merendárselo este verano.
Ahora ya saben lo que pueden hacer con sus heladas botellas de cava (creo que eso es excelente para las hemorroides), y seguir comiendo la carroña de que se vienen alimentando desde hace años, porque Andres y sus muchachos, gozamos de una espléndida salud, así que, buitres y hienas, a comer ...
Dejo para el final lo más anecdótico e hilarante del caso: El papelón de Peñín
Huelga, pero viene al caso apuntar, que este apañero (léase la definición de este palabro en Carta abierta... ), fue el único que se brindó a prestar declaración en favor del demandante, o sea, contra Proensa.
Según cuentan los testigos presenciales del juicio, la actuación del inmemorial personaje fue como para colgarla en YouToube.
Abrió su brillante intervención ya durante el protocolo de testigos, respondiendo a la pregunta “¿Tiene usted algún interés personal a favor o en contra de alguna de las partes?”, que sí, que quería cepillarse a Proensa porque era su competencia. Aplausos en la sala y asombro de la Abogado de la acusación.
Más adelante afirmó que él consultaba las publicaciones de Andrés para escribir sus artículos, porque contenían mucha más documentación que la que él y su equipo solían recabar. Bravos y aplausos en la sala y estupor en la cara de la Letrado. Recordemos que estamos hablando de declaraciones no solo públicas, si no oficiales, ya que constan en el acta del proceso.
Como el público asistente eran personas de bien, Peñín no salió a hombros del circo por respeto a la Autoridad, pero creo que, de no ser porque el caso no tenía ya de antemano ni pies ni cabeza, él solito hubiera sido capaz de lidiar, picar, banderillear, estoquear y apuntillar, al torito que pretendía cornear a maestro Proensa (creo que Doña Cristina Peña Carles, abogado de Miguel Ángel a la sazón, intentó coger el abrecartas del Tribunal, aunque no sabemos si para suicidarse, para clavárselo de una estocada en las dos yugulares a su cliente, o para ensañarse con el demenciado testigo, que salía de la sala, tan ufano y contento, como si hubiese ganado el Chupa Chup del concurso).
Quiero por tanto pedir desde aquí las dos orejas del morlaco, para el veterano Peñín (orejas de burro, claro), porque, a pesar de que en casi todas sus intervenciones sus frases fueron ininteligibles (últimamente el litio le trae por la calle de amargura), en las pocas ocasiones en que recobró la luz, su intervención fue decisiva para que Miguel Ángel de Gregorio fuese definitivamente echado al pozo del estiércol.
Mira que te avisé, Miguel Ángel: No te cortes las orejas que no eres Van Gogh.