Chocolate, más que una golosina
Muchos son hoy día los detractores del chocolate, pero deberían ser más cuidadosos a la hora de vilipendiar un alimento que antaño llegara a ser moneda de trueque debido a su importancia en la dieta diaria de los españoles que fueron a colonizar América.
Hasta 1536 en que el virrey Antonio de Mendoza estableció la primera Casa de la Moneda del Continente Americano, estas semillas tenían valor como medida de transacción habitual y por ello estaban sujetas al control directo de la corona española, siendo estipulado su valor de trueque en 1555 al cambio de un real de plata por ciento cuarenta semillas de cacao, perdurando el uso de la llamada "moneda de la tierra" hasta bien entrado el siglo XIX.
Sin embargo en Méjico, origen inequívoco de este producto (Xocolatl, que quiere decir agua (atl) de machacar (Xocotl)), no se consumía como golosina sino como una infusión muy fuerte y amarga que tonificaba a guerreros y trabajadores.
Al llegar Cortés al país vió como el gran Moctezuma lo bebía con fruicción y le comunicó al emperador Carlos V : "Aumenta la resistencia del organismo y lo prepara contra fatigas corporales."
A partir de entonces se empezó a consumir con gran éxito en todas las cortes europeas, eso sí, endulzado con azúcar y miel y disuelto en leche. En la zona de Oaxaca aún se toma según una de las más tradicionales recetas aztecas, se llama Txocolatl atole y en ella se prepara el "patlaxle" una crema de cacao blanca que se va mezclando con canela, trigo y miel y que se emulsiona a golpes hasta formar una aromática espuma.
En Tehuantepec esta bebida se llama "bichiicña buupu" y se substituye la miel por una panela a la añaden flores de "ccalosichitl " e "Istalosuchitl" variante esta que da idea del extenso ritual que conlleva consigo la bebida en su origen.
Sin embargo hoy día el consumo del cacao se ha distorsionado y derivado casi en exclusiva hacia la forma sólida, es decir bombones, chocolatinas, tabletas de chocolate con leche, etc.
Este tipo de preparaciones tuvo hasta hace algunos años el inconveniente de que era facil camuflar en su composición ingredientes no deseables, tales como grasas, harinas, engordantes, emulsionantes, conservantes, etc..
Hoy día la norma vigente exige que sea desglosada su composición en el envoltorio para que así el consumidor pueda elegir aquel producto que más le satisfaga.
Sin embargo todos hemos sido niños y hemos visto como nuestra madre nos despachaba la merienda con un sencillo "pan con chocolate", hecho este que quizás haya contribuido a que de un modo subconsciente rechacemos este producto como recordatorio de una no demasiado feliz infancia.
Por esto yo recomiendo a mis lectores, inteligentes comedores que entienden la necesidad intelectual de satisfacer su curiosidad cultural gustativa, que busquen chocolates de los llamados amargos (bittra) con altos contenidos de cacao puro procedente de Caribe de los llamados Criollos, Trinitarios o Antillanos (Hay en el mercado uno con el 70% de cacao puro caribeño) y que lo paladée para entender ese otro mundo del chocolate que apenas si nos ha llegado tal y como lo conoció Cristobal Colon aquel verano de 1502 en la isla de Guanaja y que revolucionó la sociedad europea desde la época medieval hasta nuestros días.
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