Sobremesas
La sociedad está cambiando a pasos agigantados hacia el modelo europeo, desgraciadamente para las buenas costumbres latinas, y de lo que no cabe duda es de que no serán los restaurantes quienes consigan modificar esta evolución, si no que han de ser ellos quienes se pongan las pilas para analizar esas nuevas corrientes y ajustar sus ofertas a las actuales demandas.
Un fenómeno que en Asturias todavía no es demasiado radical, aunque sí existente y que irá a mas (debido a los controles de alcohol, la posible crisis económica, la casi segura subida de precios, el mas que probable reajuste de horarios laborales, etcétera), es la falta de clientes en las cenas, sobre todo en los restaurantes de lujo.
Las sidrerías de barrio han acaparado esa nube de clientes que no quiere coger el coche por miedo a conflictos, o simplemente por pereza, pero que no le importa bajar a tomar unos culinos al chigre de la esquina, aunque luego estos terminen costando mas que una cena en regla.
A un restaurador abrir un comedor le cuesta una verdadera fortuna (luz, climatización, salarios, etcétera), que si no alcanza como mínimo un 25% o 30% de ocupación no consigue amortizar.
¿Soluciones?
Como bajar el precio de los carburantes, inhabilitar todos los alcoholimetros a perpetuidad, bloquear los salarios actuales con 70 horas de trabajo semanales, clausurar todas las sidrerías del principado y cambiar los horarios de los clientes para que puedan levantarse todos los días a la once de la mañana, es algo bastante dificil (deben darse todas estas premisas simultaneamente), pues el consejo que les aporto es un proyecto que intenté poner en práctica en Madrid cuando era hostelero y me tocó sufrír la agonía que se les avecina a mis excolegas astures.
El truco consiste en cerrar el comedor por las noches (ya lo hace Casa Gerardo, Pedrito es muy listo, y el nuevo crack ovetense, Barbacana, va a seguir sus pasos), con lo que al gasto de luz, gas, agua, calefacción, etcétera, se le suman las horas de descanso para el personal, que es una motivación que hoy día la mayoría de los ciudadanos preferimos a las remuneneraciones extraordinarias por horas extras, capítulo que por cierto en hostelería supone casi un doble sueldo, aunque se pague en concepto de tronco, incentivos, sobre o como se quiera llamar.
«Pues vaya una sobremesa que nos estás dando, Pepín, exclama un hostelero que escuchaba atentamente la exposición, para este viajes no necesitabamos alforjas, mira tú que cahondo, si no vendes cierras a otra cosa y ¿como pagamos las letras de la reforma?».
Pues he aquí la parte positiva del asunto y la justificación del nombre del artículo: con la sobremesa.
Evidentemente es una descortesía y hasta una inmoralidad quedarse tomando copas hasta las ocho de la tarde sabiendo que ese pobre camarero tendrá que empalmar el servicio de mediodía con el de las cenas, pero si es el propio empresario quién nos anima comentándonos que no hay doble función, pues la cosa cambia.
Una buena charla, una partidina, incluso una mesa de trabajo, son motivaciones que, entre cafés, copas y puros, pueden llegan a facturar tanto o mas que la propia comida, y para dar este servicio con un solo camarero da mas que de sobra, o sea, tres o cuatro horas de remuneración contra las cuarenta o cincuenta que supondría la plantilla de las cenas.
Y además los que abriesen estarían mas animados y todos tan contentos.
¡Qué listo soy!
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