Restaurante El Llar de Viri

Es una casita de aldea sin pretensiones, pero inundada de cariño, tanto en cada uno de los mil detallinos que adornan el comedor, como en la sencilla cocina que prepara Viri, una encantadora señora que volvió a su terruño tras vivir años en la capital.

A priori pensé que se trataba de una de esas falsas casas de comidas que describo en la introducción: ex ejecutiva de ventas que, separada y harta de la vorágine, se monta un chiringuito para dar fabadas de lata y magret de pato con mermelada Mama Luise a los guiris que piensan que todo lo que huela a humo y cuchu es artesanía.

Cuando probé sus chorizos, su pastel de puerros y su pote de castañas, cambié de opinión, si no, no estaría aquí, claro.

Lo de los chorizos, y lo dice alguien poco choricero, a quién muy buenos tienen que estar para que goce con ellos, le viene de familia porque su padre era carnicero y de hecho ella los comercializó durante años en Oviedo. Sirve un plato que llama “Clásicos populares” (alguna gracia tenía que hacer), huevos caseros fritos con patatas y, a elegir, chorizos o jamón y pisto, que han levantado pasiones en toda Asturias.

Cuando tomen confianza, pidan unos aritos de sus cebollas de la huerta, una golosina y dejen un huequín para los postres, son entrañables.