Fresas con mango y nata
Parece que los españoles vamos poco a poco siendo más cosmopolitas, como lo demuestra el hecho de que ya se encuentran en los lineales del supermercado zumos de frutas exóticas tales como mango, papaya, maracuyá...¡Cuarenta años llevo soñando con volver a disfrutar de un zumo de maracuyá como aquellos con que me regalaba en las islas Azores! Cuando tenía algunos escudos en el bolsillo, claro, quizá por eso me sabían tan deliciosos.
Por contra lo que sí que no creo que vuelva a probar son fresas como aquellas que cultivaba mi padre en su finca de Los Negrales ¡Qué perfumes, qué sabor tan embriagador! Hoy son como un engendro ácido al que hay que perfumar con mil inventos para que despierten algún placer en nuestra boca.
Uno de esos inventos que encontré fue el zumo de mango, tan dulce, casi meloso, una solución inesperada para poder hacer comestibles estas frutitas tan exuberantes como insípidas.
La receta
En realidad el plato o tiene más misterio que hacer una presentación mona, no como la que yo hice para la foto que parece que la montó un enemigo.
Partimos los fresones trocitos a nuestro gusto y lo rociamos con el zumo de mango. Conviene dejarlos a remojo, o sea, en maceración, de un día para otro, porque sueltan más sabor.
Un poco antes de comer, montamos la nata con un par de cucharadas de azúcar morena.
Aquí hay que detenerse un poco porque las batallas del marketing como siempre nos vuelven tarumbas. Ahora, además de las mil marcas que pululan por el mercado, existen las “especialidades” de cada casa. Ya no basta con la nata líquida y la montada, ahora la hay para cocinar, y dentro de cada familia, las hay ligeras, espesas... En la Central Lechera Asturiana, que quizá sea quién ofrezca la información más limpia, la de cocina tiene 186 Kcal/100grs., mientras que la de montar sube a 334, pero si cogemos la de montar ligera, nos quedamos en 218. Claro que en Francia, Inglaterra o Alemania, todavía es mucho peor, porque como se pasan el día tragando nata, pues ya hacen filigranas. Cuidado con el gluten, porque hay desaprensivos que lo añaden para gane en consistencia.
Todo este cuento viene al caso porque a mí me gusta la nata montada cremosa, como queda cuando la usamos fresca, nata de verdad, y cuando preparé este plato, tras darle caña durante unos minutos con las varillas de la minipimer, de pronto me encontré con una especie de espuma similar a esa que escupen los sprays y que ignoro que ingredientes le añaden para conseguir semejante consistencia de Banana Split.
Bueno, el caso es que quise mezclar mis trocitos de fresa macerados con la susodicha nata y el resultado era lo más parecido al agua de fregar en las cocinas del ejército.
Dicho lo dicho, les aconsejo que pongan las fresitas en el fondo, encima la nata y para darle el toque folklórico, pues una pieza entera en la picorota y si acaso un plumero de menta, que siempre sabe rico.