El vino, fuente de salud
Teniendo en cuenta el caracter científico de este magnifíco portal, no me parece oportuno entrar en excesivos tecnicismos ya que se necesitaría un gran espacio para desarrollar en profundidad tan complejo tema, pero sí apuntar que una de las grandes conclusiones a que han llegado las distintas ciencias médicas del pasado fin de siglo y que presumiblemente marcará la pauta de este incipiente XXI: ser pobre, resulta muy poco saludable.
A mediados del XX, y con la excepción algunos grandes sabios, como el Dr. Grande Cobián, la salud pasaba por la abstinencia, hasta el punto de que cuando un paciente declaraba que no fumaba, bebía, comía en exceso, ni era aficionado a los toros, el médico se ponía fuera de sí porque, al no tener nada que prohibirle, desbarataba todos sus esquemas y la consulta terminaba con la conclusión de aquel cliente no tenía el menor derecho a estar enfermo.
Cuando por el contrario algún bon vivant caía en manos de alguno de aquellos sádicos y solía preguntar: "Oiga doctor, y con este régimen draconiano ¿piensa usted que viviré muchos años más?" el galeno respondía afirmativamente, aunque para sua adentros pensase: «Vivir, no vivirás más tiempo, pero no veas lo largo que se te va hacer».
Pero hete aquí que las grandes multinacionales de la alimentación descubrieron que una opinión médica vendía sus productos mejor que la mas agresiva campaña de publicidad y, a partir de ahí, la ciencia avanzó en un par de décadas como no lo había hecho hecho desde Avicena.
Se descubrió que el mortal colesterol ya no se combatía con ayuno y acelgas hervidas, si no comiendo salmón ahumado, jamón de bellota y pan amb tomaca, pero eso sí, con aceite de oliva virgen de primera prensa amparado por Denominación de Origen. ¡Qué bien! Gracias a las lipoproteinas de alta densidad (HDL), en este siglo los gastrónomos vamos a morirnos sanísimos.
¿Y el vino?
Pues con la púrpura bebida sucede lo mismo.
El Legado francés
Toda la movida del resveratrol, los antioxidantes, el HDL, etcétera, surgió a raíz de ponerse moda la dieta mediterránea y comprobar lo bien que vendía la idea de productos saludables.
Diversos estudios comprobaron estadísticamente que en los pueblos mediterráneos el porcentaje de muertes por afecciones cardiovasculares era notablemente inferior al de los anglosajones y a partir de ahí se comprobó que eran los hábitos alimenticios los responsables de todos los males.
En nuestros paises nos morimos igual, o sea, todos, pero de gripe, de una puñalada, o de un cólico miserere, pero el sistema circulatorio, lo conservamos como una rosa.
Dentro de ese mismo estudio se comprobó que Francia, país donde comen patés y mantequilla por espuertas, entraba sin embargo en los porcentajes propios de aquellos que nos alimentamos tan saludablemente solo a base de garbanzos y aceite de oliva, y ahí empezó la cosa a torcerse hasta que por fin los científicos dieron con el quid de la cuestión: los franceses son tan borrachos como los españoles, italianos o griegos.
Esa era la clave y como además el hallazgo podría servir para duplicar las exportaciones a otros paises donde comían con Coca-cola (producto peligrosísimo), pues presupuesto abierto para las investigaciones.
Ya es un hecho innegable que el vino es un producto no solo saludable si no hasta terapéutico, prácticamente imprescindible para gozar de buena salud.
En España contamos con la FIVIN, Fundación para la Investigación del Vino y la Nutrición, que organiza y participa activamente en cualquier foro en que se trate el tema.
Durante la I Conferencia de los vinos de mesa con indicación geográfica, el doctor Miguel Angel Lasunción, jefe de Bioquímica del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, y miembro de FIVIN, explicó como cualquier iniciativa terapéutica o de prevención de la arteriosclerosis debe corregir la hipercolesterolemia, además de evitar la oxidación y la agregación plaquetaria, tres factores de riesgo contra los que actúa el vino cuando se consume moderadamente.
Según el facultativo, diversos estudios sobre el vino han demostrado que hay argumentos suficientes para afirmar que su consumo moderado, inteligente y regular, puede ejercer una acción cardiosaludable al aumentar la cantidad de HDL como factor protector, reducir la agregación plaquetaria y, por último, ejercer una acción antioxidante. Pero, además, los antioxidantes del vino son positivos por la acción sinérgica que tienen con los otros antioxidantes, es decir, a la hora de potenciar la acción de otros antioxidantes como pueden ser las vitaminas E y C.
Últimas conclusiones
Como decía al principio de este trabajo, sería pretencioso incluir en esta página un mínimo resumen de todo lo que se ha descubierto sobre las propiedades salutíferas del vino, pero, basandome en las palabras del antes citado galeno, sí hay una conclusión que suele pasar inadvertida y que argumento como eje fundamental de mi humilde aportación.
Dice Lasunción «su consumo moderado, inteligente y regular puede ejercer una acción cardiosaludable».
¿Qué significa el término «inteligente» en su discurso? Pues que el vino ha de ser bueno.
Los vinos peleones no tienen ni resveratrol, ni antioxidantes, ni HDL, ni nada de nada que beneficie nuestra salud.
Comer un bocata de cafetería de aeropuerto, con jamón de sobre y con vino de Brick, es malísimo, pero un plato de ibérico de bellota con D.O. Guijuelo, acompañado de unas copas de un tinto de alta expresión del Priorato, eso es mano de santo para todos los males.
A mi pobre suegro, que no llegó a estos descubrimientos, le prohibieron comer jamón, bonito y beber vino, y claro, se murió.
Con la nueva medicina del siglo XXI hoy gozaría de excelente salud.
Hay que beber vino pero de forma «inteligente y regular», o sea de la máxima calidad y varias veces al día durante los 365 días del año, de esa forma mantendremos una salud a prueba de bombas, o si nos morimos, pues mire usted, eso que nos hemos llevado puesto.
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