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Brandy de sidra

 
Diario El Comercio año 1998.
 

Cuenta la leyenda que un barco asturiano cargado de brandy de sidra encalló en las costas de Normandía, y como el aguardiente que llevaba en sus bodegas, cautivó a los moradores de aquellas tierras, estos, que no sabían pronciar bien el nombre de la nave, llamada El Salvador, pues por deformación fonética le llamaron Calvadó, escrito Calvados en francés, y desde entonces es su bebida regional.

Cierta o no la historia, a los gabachos les importa un bledo quien inventara el producto, de lo que no cabe duda es de que hoy por hoy esta bebida es universalmente conocida, y Francia exporta a medio mundo su famoso Calvados, y nosotros, no solo no nos comemos ni un colín, sino que incluso importamos miles de cajas de su preciado aguardiente.

¿Se perdió la tradición?

Quizás, pero la verdad es que en Asturias se elabora un brandy de sidra que no tiene nada que envidiar al mejor V.S.O.P. bretón.

Pero vayamos por partes, y empecemos por saber qué diferencia hay entre un brandy de sidra, un licor de manzana, y un orujo de esa misma fruta.

El orujo es el residuo que resulta después de la extracción del mosto, y aunque el término es relativo a las uvas (en la elaboración sidrera se le llama magalla), cuando esos restos se refermentan y se destilan, al aguardiente resultante se le llama, y no es ningún error, Orujo de manzana.

Este aguardiente se suele comercializar en blanco, es decir sin envejecer, simplemente corregido de grado con agua destilada para rebajar los setenta grados que salen del alambique, a los cuarenta que admite agradablemente el paladar.

Otro tema son los licores de manzana, que se elaboran macerando la fruta en alcohol (no me refiero a algunos brebajes preparados con aromatizantes, sino a los elaborados de forma artesana y natural), luego se destila esa macedonia, y el aguardiente obtenido se rebaja con un jarabe preparado a base de agua y azucar.

¿Y el brandy de sidra?

Pues sencillamente destilando sidra.

Pero claro, si queremos que sea auténtico, como el que describimos aquí, hay que contar con que se necesitan nada menos que doce botellas de sidra para obtener una de brandy. Y aún ...

El proceso es meter la sidra ya hecha, o sea tal y como se consume en Asturias, en el alambique. Se calienta y, de la destilación, sale una holanda completamente blanca que, una vez separada de cabezas y colas (principio y fin de la destilación), tiene unos setenta grados de alcohol.

Este aguardiente se mete en barricas de roble y se deja envejecer varios años (en la destilería de Los Serranos hay toneles con cincuenta años, que por cierto están de morirse).

A la hora de embotellarlo para su comercialización, se juntan los contenidos de las distintas barricas para homogeneizar el producto, y se rebaja con agua destilada hasta los cuarenta grados que se aconseja para el consumo

El resultado es un brandy, seco por supuesto, en el que los aromas de manzana hecha sidra, afloran entre un complejo bouquet de maderas nobles.

Y eso se hace en Asturias.

Concretamente en un pueblín llamado Collera, junto a Ribadesella.

Y encima tiene el reconocimiento de calidad homologado por la Comunidad Europea, aunque no lo luzca en su etiqueta.

Pero mientras Emilio Serrano anda paseando sus productos por media España, epatando a los catadores de dentro y fuera de nuestras fronteras con su delicioso brandy de sidra, en nuestro bendito Principado, y hablo incluso de fiestas oficiales, se sirven brebajes importados, porque este Calvados asturiano cuesta 2.500 pesetas.

Triste historia la nuestra.

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Escrito por el (actualizado: 08/03/2015)