Mozzarella asturiana
En una de esas supuestamente apasionantes tertulias que solemos tener quienes nos dedicamos al estudio de esta esotérica ciencia que es la gastronomía, hace unos días un distinguido colega del foro disertó sobre una granja que elaboraba queso mozzarella en las afueras de Madrid, y como sorpresa capaz de despertar al propio Vesubio, afirmó que esta se hacía nada menos que con leche de búfala, sofisticación por la que un buen gourmet italiano sería capaz de vender su alma.
«No serán tan bravas como las de Giuseppe, le contesté lacónicamente, porque nada más traerlas a Villamayor, rompieron la cerca y se escaparon por la carretera camino de Infiesto, y no veas que susto dieron al personal».
Al principio no se lo podían creer, pero cuando le llevé a probar una de estas blancas bolas, ya se me vino abajo.
«Aquí somos muy finos, le apuntillé, o nos las hacen con auténtica mozzarella de búfala, o no comemos pizzas. Es una cuestión de principios».
No quise ensañarme mas con él, porque cuando probó el queso, simplemente rociado con un poco de aceite de oliva virgen, entornó los ojos en un ademán que pedía silencio e implicaba sumisión. Estaba aturdido, y es que ni en la propia Caserta, ni en Salerno, las dos ciudades que elaboran la mas cotizada mozzarella artesana del mundo, se encuentran piezas de tanta calidad.
Pueden también pueden probar las de Bocconcini, Ciliege, Nociolini, Nodinni, u Ovaline, pueblos que dan su propio nombre a los quesos de este tipo que se fabrican allí con gran reconocimiento, pero no encontrarán nada mejor que lo que sale de Villamayor, y encima, vendidas en el mismo día, lo cual es de suma importancia en este queso.
Roberto Riginelli, director del restaurante La Pondala, compatriota de Giuseppe y de Julio Cesar, y gran aficionado a estos quesos, me lo confirmó hace algunos meses: «Es la mejor mozzarella que he probado en mi vida. Cuando viene algún amigo italiano se la doy a probar y todos alucinan», y, que quieren que les diga, a mí como asturiano y como gastrónomo, estas cosas me llenan de orgullo, porque bien está que defendamos nuestros quesos autóctonos (en lo que a mí respecta, solo los que se lo merezcan), tampoco estaría mal que viniesen a instalarse a Asturias queserías francesas, inglesas o belgas, y que en Cammemberts, Stiltons, o Passendales de máxima calidad, dijera, aunque fuera en letra pequeñina: «elaborado en Asturias».
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