Café intelectual
Es dificil precisar el origen del café pero según la mayoría de los indicios este debió descubrirse unos trescientos años antes de Cristo en la región del Yemen.
Lo que es indudable es que su consumo se generalizó entre el mundo árabe y éste fue quien lo introdujo posteriormente a occidente.
Cuenta una antigua leyenda que este brebaje fue dado por el Arcángel San Gabriel a Mahoma durante una grave dolencia de este y que la milagrosa pócima no solo salvó la vida del profeta sino que le dotó de una inimaginable fuerza viril.
Sea como fuere el llamado “vino del Islam” fue durante siglos panacea universal y regalo de los paladares más refinados del Mogreg.
Tras la conquista del Cairo por Selim I, el sultán otomano se llevó en su botín dos camellos cargados de café y así lo introdujo en Estambul en 1517.
De aquí y gracias al intenso comercio con Venecia, el café nos llegó a principios del siglo XVII tomando autentico auge a mediados de este siglo en Holanda, país que inició su cultivo en sus colonias de ultramar, principalmente en Ceilán.
En España gracias al cacao procedente de las indias y en aquella fiebre xenofóbica anti islamita, el café fue proscrito y considerado como sospechoso de morisco e infiel quien consumiese la aromática baya hasta el punto de que incluso la propia Isabel de Farnesio, ya en la corte Borbónica del siglo XVIII, fuese duramente recriminada por sus consejeros por despreciar el cristiano y españolísimo chocolate de pós del venenoso y pecaminoso café.
Europa sin embargo, más en sus cabales que aquellos sanguinarios esquizofrénicos de la Santa Inquisición, tomaba el café a raudales para mantener y prolongar sus multitudinarias orgias.
Todos los paises empezaron a plantar en sus colonias la roja baya y su consumo se generalizó hasta tal punto que se abrieron establecimientos dónde la gente se reunía para degustar la euforizante infusión y conversar en amenas tertulias.
Este curioso pero indiscutible maridaje entre el café y el deseo de conversar, tomó tal auge en la Europa del XVIII que algunos gobiernos extremadamente rígidos y seguidores de intransigentes normas sociales gravaron este producto con impuestos incalculables y cerraron estos establecimientos por ser considerados centros de conspiración y de gestación de movimientos anarquistas.
Así esta moderna infusión llegó a ser la más leal y fiel compañera de la mayoría de los intelectuales de estos últimos tres siglos.
Balzac se llegó a beber sesenta tazas en un día computando un total de cincuentamil durante el tiempo que tardó en escribir su “Comedia humana”, no es por tanto de extrañar que le dedicase frases tan bellas como las trascribo: “Las ideas se ponen en marcha como los batallones de un gran ejercito en el terreno de una batalla, y se ejecuta el ataque. Llegan los recuerdos a paso ligero, con las banderas al viento; la caballería ligera de las comparaciones se despliega con un magnifico galope, la artillería de la lógica llega con su tren y sus saquetes de pólvora; llegan en guerrilla las agudezas, se ponen en pie las figuras, y el papel se cubre de tinta, pues la vigilia comienza y termina con torrentes de agua negra, como como lo hace la batalla con su negra pólvora.”
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