Hostelería de verano
Ya pasó el verano del 92, algo que parecía mítico como lo fuese para los yanquis aquel del 42 y sobre el que más y el que menos tenía sus dudas, y en absoluto infundadas.
Desde mi poltrona de comentarista y observador, algo cáustico en opinión de algunos hosteleros y muy suave en la de otros lectores, he de reconocer ante todo que esta temporada, tan esperada por todos para remendar los rotos de nuestras manidas cuentas corrientes, ha reunido todos los elementos desfavorables posibles en su contra.
Nadie pensaba que la "Expo" de Sevilla nos afectase, pero así ha sido ya que los nuevos rumores de que todo es más barato de lo que se esperaba y la feria más interesante y fresquita de los que nos imaginábamos, ha hecho que muchos ciudadanos hayan preferido sacrificar la mitad de sus vacaciones para asistir un fin de semana al pabellón de su tierra y así poder decir aquello de "Veníamos de la "Expo" y ..." o "Es un matrimonio que conocimos en la "expo" y que ...".
Las olimpiadas también han hecho de las suyas ya que raro era el día que no se escuchaba aquello de "en vez de salir a cenar por ahí, vamos a casa y vemos las pruebas de los ...", y es que algo que se rumoreaba como una plaga que se avecinaba procedente de las grandes ciudades, ya ha llegado de la mano de los veraneantes: la crisis.
Ese fantasma del que tanto se hablaba, que según comentarios todos habían visto pero al que nadie tomaba en serio, ha enseñado ya sus dientes y lo peor es que todavía no ha tan siquiera lanzado un autentico rugido, tan solo ha bostezado; quiera Dios que la bestia se vuelva a dormir y todo quede en un susto, pero estemos alerta para lo peor.
Otro de los factores importantes a valorar en el sector turístico es sin duda la climatología y no se puede pedir que fuese peor.
Familias que tenían previsto pasar quince días en un hotel, al tercero de lluvia, con los niños histéricos por el encierro obligado, la cartera tiritando por tener que estar de la mañana a la noche comprando helados, "huevos", refrescos, etc., salían zumbando hacia Portugal o de vuelta a casa con la certeza de que peor que aquí no se podía estar en ningún sitio.
Pero visto ya todas circunstancias exogenas adversas y contra las nada podemos hacer, empecemos por hacer un breve examen de conciencia y veamos si tan solo hemos de clamar al cielo mejores influjos para el proximo año o si por el contrario los que hay que hacer es reconocer nuestros pecados y ponernos inmediatamente a funcionar como es debido antes de que sea demasiado tarde.
En otros artículos ya había pedido reflexión a las autoridades y a los profesionales sobre un asunto terriblemente grave que estaba ocurriendo en nuestra hostelería y es que ya tenemos unos precios a nivel europeo o incluso más altos que paises tan emblemáticos como Francia, y nuestra calidad sigue siendo la de aquel país que se decía que estaba al norte de Africa.
He advertido que una sonrisa a tiempo vale más que mil palabras y nuestros relaciones públicas (lease camareros o patronos) siguen pensando aquello de: "Bastante tengo yo con tener que estar aquí veinte horas de pie mientras ellos están tomando el sol en la playa como para encima tener que reirles sus gracias" y cada vez que algún respetabe cliente comete la imprudencia de pedir una nueva consumición, parece como si hubiese agredido a toda la familia del sirviente en cuestión.
Antes del verano, cuando los comerciales de mi empresa de publicidad visitaban a los restaurantes para preparar la campaña próxima, todos respondían lo mismo: "De publicidad ni hablar, ahora en verano lo que hacía falta es que viniese menos gente porque no damos abasto" o cuando proponías a algún restaurador alguna reforma de mejora de imagen o de contenidos del menú también opinaban con soberbia: "Ahora lo que sobra es clientela, da igual lo que les dés y como vaya, son veraneantes y tragan con todo".
Pues bien señores, creo que resulta obvio que eso ya se acabó y ustedes son los responsables de que el turismo se haya ido al garete; ya va a ser imposible volver a captarlo, así que de ahora en adelante la propia selección natural hará el resto, ya lo advertimos cuando el asunto de los módulos, así que a quien Dios se la dé, que San Pedro se la bendiga.
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