Crítica o publicidad
Saben bien los lectores de este suplemento que no suelo ser amigo de dar explicaciones acerca de los entresijos de mi oficio, pero hay épocas, como es este verano, en que, por extraños sortilegios, determinados sectores se soliviantan y desarrollan auténticas patologías contra la crítica gastronómica.
- Quiero poner un anuncio en su página, me espetó hace algunos días una voz femenina por teléfono.
- Pues lo siento señora, respondí cortesmente, pero yo no tengo nada que ver con ese departamento, así que deberá ponerse usted en contacto con el de publicidad donde seguro que la atenderán con mucho gusto.
- No, quiero que lo haga usted para que se retracte de lo que ha dicho acerca de mi queso porque no tiene usted ni idea.
A partir de ahí vinieron una serie de insultos y groserías que no merece la pena repetir porque no tienen mayor interés ni originalidad.
Otra:
- Buenos días, soy Pepe Iglesias, el crítico gastronómico de EL COMERCIO y quería saber si podía pasar hoy por su establecimiento para hacerles un reportaje de su restaurante.
- Será una broma, me respondió de nuevo otra voz femenina.
- Pues no señora, le aseguro que soy quién digo y que esas son mis intenciones.
- Pero ¿como puede tener la cara tan dura de pretender venir a mi casa después de lo que dijo del Club de las Guisanderas? Hasta que no se arrepienta de lo que escribió sobre nosotras ni se le ocurra aparecer por Tineo... (más improperios no dignos de aperecer en esta página).
Por supuesto que ni tan siquiera intenté tranquilizarlas porque ante comportamientos tan desmedidos e irracionales no merece la pena esforzarse en avenirse a razones, pero claro, ahora sí me toca a mí explicar ciertas premisas que esas señoras desconocen.
En primer lugar ambos negocios están abiertos al público y por tanto son productos susceptibles de ser sometidos a crítica, entendiendo como tal la posibilidad que los comentarios sean favorables o no.
En segundo término conviene aclarar que si bien hay personas que escriben de este tema con el único fin de ser invitados a fiestas y saraos para lucirse como pregoneros o eruditos en la materia, también hay otros que ejercemos este ejercicio como profesión, tal es el caso mío y por tanto mis opiniones van dirigidas a los consumidores con el fin de informarles acerca de las bondades o defectos de tal o cual producto o servicio y no al productor que quiere verse gratuitamente en los papeles, sin pagar el precio de un publireportaje y sin someterse al criterio de una critica imparcial.
No señoras, no, el juego no es así. Ustedes quieren salir en estas páginas porque son las más leídas de Asturias, pero a la vez quieren salir favorecidas como si ustedes mismas hubiesen escrito lo que les gustara leer, pero claro, en ese caso este suplemento no tendría mayor credibilidad que cualquier otra publicación publicitaria (no entro en enjuiciar la calidad de otras secciones, aunque cada día me están calentando mas las orejas para que me anime a tirar de la manta sobre no pocas practicas bastante poco ortodoxas que sufrimos cada día).
Señoras, la crítica es uno de los mas claros indices de salud de un estado democrático y si lo que quieren ustedes es exponer unilateralmente su visión propia, hace pocos meses tuvimos ocasión de ver en nuestras páginas varios anuncios pagados respectivamente por una patronal y un comité de empresas. Perfecto. Pero, comprar o amenazar a la crítica, eso no, por favor.
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