Restaurante La Posada de Avilés

Desde fuera parece un bar, un simple mesón, pero una vez dentro, nos encontramos con un magnífico comedor, cuidadosamente decorado y hasta con una vidriera cenital que inunda de luz hasta los más lejanos rincones.

Para los amantes de los asadores vascos, este es un lugar para gozar, porque Iñaki, que como su propio nombre indica, no es andaluz, trajo las costumbres de su tierra y así, además de los tradicionales chuletones, podemos disfrutar la más deliciosa tortilla de bacalao que he probado en mi vida.
Como son muchos los clientes que piden platos de la tierra, pues también hay fabada y otros platos que renuevan a diario.
Hubo un intento de repetir el éxito en Gijón, pero la clave estaba en hacer las cosas bien, algo incompatible con las avalanchas, los niñatos pasados de vueltas y la desmesura, por lo que hubo que cortar por lo sano y ya nada tienen que ver con aquello.
La carta no es extensa, aunque para mí sobra la mitad, porque con la tortilla y el chuletón, ya me doy por contento (la carne es de lo mejor que se puede encontrar en Asturias ... y fuera), porque Iñaki sabe comer y quiere que todo lo que salga de sus fogones sea de diez, pero aún así cada día hay novedades.
Está en una callecita que sale de la plaza del ayuntamiento, lo que implica que hay parking a cien metros y, sobre todo, que está en el cogollo de Avilés, una ciudad que poco a poco está recuperando un maravilloso casco antigüo, injustamente olvidado y maltrecho por aquellas atrocidades industriales del franquismo.


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