Restaurante El Asador de Abel

Abel se forjó en la vorágine de las bodas y banquetes de La Gruta y esa escuela deja huella, por ello su asador es un tanto particular ya que su gran sueño es tener una interminable lista de espera con la que llenar sus salones hasta el 2010, como tonto.

Dicho esto no se piensen que el servicio de carta resulta descuidado o que su cocina sea de combate, en absoluto, todo lo contrario, lo que quiero decir es que se parece más a un clásico que a una parrilla.
Sí echo de menos aquel exquisito cocido maragato que hacía los lunes y que, para resultar así de rico, solo se puede de una forma, como Dios manda, como siempre se hizo, todo junto y poco a poco, maneras que al nuevo jefe de cocina le parecen poco profesionales, domésticas o muy latosas y lo ha “desestructurado”, vamos, que no es lo que era.
Por lo demás ya digo que todo bien, buena selección de materia prima, pocas sofisticaciones, buen punto en los pescados, impecable la parrilla y un surtido de entradas lo suficientemente amplia como para poder hacer un divertido picoteo diferente cada día de la semana.
Les gusta mucho el bacalao y quizás no les falte razón, lo que sucede es que, últimamente, un servidor, quizás por la saturación con que la firma Trasacar ha castigado Asturias, ha desarrollado una verdadera fobia a este pescado, sobre todo a esa indefinida e incongruente fórmula de “pre-desalado” que tanto gusta a los nuevos cocineros y, dicho sea de paso, a la mayoría de los comensales, porque lo venden a toneladas. Lo que pasa es que yo soy un poco rarito.


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