Restaurante Casa Victor
Víctor Bango, Vitorón, además de ser el mejor contador de chistes de todo Asturias y parte del extranjero, es una de las personas que más sabe de gastronomía del mundo, pero no es de esos nuevos eruditos que se empapan de revistas especializadas para estar a la última, si no de los que conocen la comida de verdad, donde debe pastear un centollo para estar sabroso, o cómo reconocer un salmonete de fango de otro de cantil.
Fue maestro de maestros, entre ellos Pedro Morán y Nacho Manzano, ambos estrellas Michelín, pero a Vitorón le resbalan las medallas y los aplausos, entre otras cosas porque le quitan tiempo para ir a cazar, coger setas, pasear con sus perros o pelearse con las pescantinas de Cimadevilla o Cudillero para que le abran tres cajas de merluza en que escoger una.
Si el boom de la gastronomía hubiese cogido a Víctor con treinta años, sin duda hubiera sido un genio nacional de la talla de Arzak.
Hoy su cocina es considerada clásica, pero sencillamente porque hace cuarenta años ya preparaba la lubina con algas y boletus, los erizos gratinados o el pixín con bugre.
O quizás porque a Víctor le gustan las cosas como Dios manda, sin cohetes ni tiros de salva. Cuando se coge la escopeta es para meter postas y no fuegos artificiales, porque las arceas no caen por el ruido.
Además de por sus especialidades o tipo de establecimiento, puede buscar más restaurantes en esta u otra zona pinchando aquí. Y no se pierda los entresijos de esta profesión, nuestra prensa amarilla, pinchando en Dramas y comedias de la Hostelería.
Al ser casa vieja, el local es como un largo pasillo, lo que forzado aun más por una extraña decoración, hace del comedor algo lúgubre, tanto que entristece la comida.