Bonito a la provenzal
Bonito a la provenzal
¿Por qué tenemos la maldita manía de copiar a los franceses en todos los apellidos de los platos, hasta en este, cuando en realidad viene a significar algo así como “a la mediterránea”, o incluso “a la española”, porque en realidad este nombre surgió a mediados del XIX cuando el cocinero Jules Gouffé puso de moda su “Homard a la provençale” en su lujoso restaurante “Jockey Club” de París?
En el artículo Langosta a la americana hablamos un poco más detalladamente de esta historia, incluso de como el propio Chateaubriand, cuando los marselleses llegaron a París para tomar La Bastilla, les llamó “apestosos desarrapados que comen aquellos extraños frutos rojos y arrugados con aceite, ajos y cebollas”.
Bueno, pues independientemente de mi evidente francofilia, lo cierto es que cuando preparamos algún plato “a la provenzal”, sus sabores no se parecen en nada a esos guisotes con salsa de tomate que hacen en todos los bares de España.
¿Explicaciones? Pues sí que las hay, porque el otro día mi chica preparó una deliciosa “Parmigiana di melanzane” (les pido perdón por no disponer de la receta pero con mi hombro medio roto no puedo hacer ciertas fotos) y, al primer bocado, me dijo “¿A que sabe a Italia?”, y vaya que si sabía ¿por qué?, pues porque siguió un ritual que hacen en ese país para preparar su famosa “Salsa de pomodoro”, y que tiene su intríngulis.
Esta es una tradicional receta marsellesa, porque por allí también comen bonito, no crean que es monopolio asturiano, y el descomunal torrente de sabores que van percibir, les explicará mil veces mejor que yo todo este rollo de lo que significa a la provenzal.
Como esta receta la preparó ella, les dejo el texto original, no vaya a comerme algún acento o alguna alcaparra.
La receta
Comenzar sazonando el bonito con sal y pimienta.
A continuación, pasar por harina (en este caso de garbanzos) y dorar por los dos lados en una sartén y reservamos.
Después pasamos a hacer la salsa.
Picamos las cebollas en aros finos. Lavamos, secamos y abrimos a lo largo el pimiento, eliminando las semillas y las membranas interiores y lo picamos en tiras finas. Ponemos en una sartén las cebollas, el pimiento, los dientes de ajo aplastados y los tomates pelados y dejamos hacer a fuego lento hasta que la salsa esté reducida. Una vez hecho este sofrito añadimos las rodajas de bonito, el vino blanco, las alcaparras, el laurel, la albahaca picada con las manos, el orégano y salpimentamos.
Conviene cubrir el pescado con la salsa o sofrito y cocinar a fuego lento durante 50 minutos para que las rodajas de bonito vayan tomando el sabor de la salsa y ablandándose con la cebolla. Servimos con las aceitunas negras picadas.
Ella no lo dice, pero es muy aconsejable dejar que este plato repose de un día para otro, de ese modo el bonito se rehidrata con los jugos de la cebolla y nos llega a la boca my jugoso, algo impensable habiéndose cocido durante tanto tiempo.
Tampoco dice que le pusimos una guarnición de Gnocchi sin gluten que le vino como anillo al dedo, pero bueno, ya saben que es muy tímida.
Un vino para cada plato
Este plato admite vinos rosados, tintos jóvenes e incluso más de un crianza, de modo que los tintófilos están de enhorabuena.
Nosotros preferimos acompañarlo con un blanco, un buen blanco perfumado, el Monte Blanco, uno de los pocos verdejos que nos garantiza seriedad y calidad añada tras añada, a precio más que razonable y con buena distribución (en el comercio doméstico asturiano hay tantos compromisos comerciales que no es fácil encontrar los vinos buenos).