Ostras gratinadas con caviar
Publicado en el Diario El Comercio en el suplemento de Navidad, año 1999.
Esta es una pequeña licencia que me tomo para solidarizarme con todos los gastrónomos solitarios, porque en estas fiestas también hay quién no tiene con quién compartir su mesa, y como no por ello tenemos que morirnos de angustia, pues he aquí una receta para resarcirnos.
Solo para solitarios
Si es usted una feliz ama de casa, y cuenta esta noche con recibir a hijos, yernos, nietos o demás prole, ni se le ocurra intentar esta receta, porque además de ser carísima, solo sale bien si se la guisa uno para sí solo, o como mucho, para alguna acompañante muy, pero que muy especial.
La broma consiste en abrir las ostras (a ser posible Belón 00), recogiendo en un bol el agua de estas, así como el cuerpo.
Se lleva al fuego y sin que llegue a hervir se retiran y se dejan escurrir en un colador (el agua debe conservarse).
En un cazo ponemos el agua, con su mismo volumen de champagne (o cava Brut nature, pero bueno), y hervimos hasta reducir a poco mas de dos cucharadas soperas.
En el Thermomix (todo buen gastrónomo solitario tiene este artilugio), se prepara una salsa holandesa, alargada con el agua de las ostras reducida.
En la bandeja del horno, ponemos una cama de sal gorda, en ella encajamos las conchas, colocamos la carne, cubrimos de salsa, y gratinamos hasta que coja el bello color dorado de la foto.
Ya fuera del horno, ponemos una cucharada de caviar Beluga en cada pieza, y nos lo comemos rápidamente, para notar el contraste entre el calor del marisco, y el fresquito de las huevas.
Es un trabajo de locos y dura un instante, pero ¡que momento!
Por supuesto la bebida ha de ser Champagne, a ser posible Bollinger RD, o si el presupuesto da para ello, pus Roederer Kristal o Salon.