Patatas con langostinos
En aquellos locos años ochenta en que todos los yuppis madrileños presumían de comer de cuchara y los mariscos congelados inundaban nuestra hostelería, algún listo inventó este plato, una verdadera horterada con la que no pocos restauradores se forraron.
Yo lo probé por primera vez en un conocido comedor de Oviedo y me pareció una ordinariez, un caldero sin pizca de gracia ni raigambre, porque no creo que ningún pescador levantino u onubense gastase el valioso fruto de su trabajo en preparar un puchero.
Sin embargo el otro día, con estos fríos invernales que invitan a reconfortar el cuerpo con guisotes sustanciosos, mi chica me pidió algo nuevo porque no le hacían mucha ilusión las Patatas con chorizo, y como no había otro recurso que el cajón de congelados, pues decidí probar.
Es muy feo hablar así de uno mismo, pero como yo asumo que soy políticamente incorrecto y que las falsas modestias e hipocresías no forman parte de mi entendimiento, pues les digo que estaba de alucinar, una verdadera pasada, aunque desde luego no tenía nada que ver con aquel rancho que me sirvieron con tanta pompa en Vetusta.
La gracia está en que el conjunto de hortalizas hace un sabor global ligeramente dulce y muy perfumado, por lo que el contraste con del fuerte sabor de los gambones, hace que estos sepan tan ricos como un carabinero o una gamba roja de Palamós.
Verán que confundo los términos langostino con gambón, lo cual es un vulgarismo porque son especies diferentes, pero como el mercado español funciona a así, pues tiro "p'alante".
La receta
A la vista de los ingredientes se imaginarán ustedes que las patatas y los langostinos son algo meramente decorativo y que se necesita una cocina de campaña para poder atacar esta receta, bueno pues no, lo más latoso es pelar y picar las hortalizas, el resto es coser y cantar. Bueno, y pelar los bichitos, que también es una lata (si tienen ustedes a mano alguna cuñada de esas que entra en la cocina y dice “¿Puedo ayudar en algo?”, no desaprovechen la ocasión, pónganla a pelar los gambones).
Empezamos como siempre haciendo un sofrito con la cebolla, los ajos, el pimiento, los puerros y la zanahoria, todo bien lavado y cortado en cachitos, mirepoix que dicen los finos.
Sin que llegue a coger color (debe freírse tapado para se cueza en su propio agua de vegetación), añadimos el apio y el hinojo, igualmente picadito. Ahora conviene remover para que se evapore un poco de líquido y, cuando empiece a secar, regamos con el vino blanco y dejamos hervir para evaporar el alcohol.
Incorporamos el tomate frito, removemos bien y mojamos con un litro de agua o Caldo (a ser posible de gallina). Echamos las patatas mondadas y partidas en cachelos, rectificamos de sal y pimienta, y enriquecemos con comino y romero.
Aunque parezca asombroso, con diez minutos estará listo, así que el trabajo estará casi terminado.
Mientras hierven las patatas o se hace el sofrito (durante estos tiempos muertos se puede aprovechar para ir preparando las patatas, los gambones, etc.), pelamos los langostinos, pero solo la cola, dejando la cabeza intacta y pegada al resto. De esta forma podremos regalarnos con su contenido sin mancharnos las manos pelando el marisco, lo cual es una marranada porque el guiso tiene grasa y nos ponemos como vikingos.
Cuando comprobemos que las patatas están listas (mejor ligeramente duras que pasadas), apagamos el fuego y ponemos encima los animalitos pelados, tapamos y dejamos enfriar un par de horas (el tiempo justo para ir a tomar unas cervecitas a La Marina).
Al momento de comer, recalentamos de cualquier manera y a ponernos ciegos, porque el primer bocado nos dejará KO.
Un vino para cada plato
Aunque no lo parezca, estos gambones tienen una potencia brutal, probablemente más que ningún otro marisco, a lo que si añadimos un poco de tomate frito, tendremos un explosivo difícil de controlar. Por otro lado hay rasgos dulces (la zanahoria y la cebolla contienen sacarosa, y el aroma del apio e hinojo evoca sabores dulces), con lo que cada bocado es realmente impactante y no es fácil dar con un vino que resista esta avalancha. Había puesto a enfriar un Viñas del Vero Gewürztraminer que me habían enviado de bodega con su nuevo Perfume de Gewürztraminer (es una delicia y huele de verdad a esta uva) así que decidí probar. No es que la combinación me atrajese porque este vino me gusta más con cerdo, por ejemplo con un buen Codillo a la alemana, pero al final resultó muy agradable, porque el vino tiene buena acidez su aroma prolonga los de las hortalizas. Mejor de lo que esperaba.