La palabra Yakitori (焼き鳥) significa “pájaro asado a la parrilla”, por lo que esta receta debería llamarse kushiyaki (串焼), que quiere decir “brocheta de pollo”, porque “kushi” es el nombre que reciben esos palillitos de bambú donde se insertan los diferentes trozos de pollo y vegetales (o de lo que sea).
En Japón, ésta es toda una forma de comer y hasta hay restaurantes donde solo sirven yakitoris de mil tipos, llamados “izakaya” (居酒屋), que significa “tienda de sake”, porque es habitual que, después de la dura jornada laboral, los ciudadanos se zampen unos pinchitos con una botellita de sake antes de ir a cenar casa. Como nuestros pinchos, vaya.
Ya es fácil encontrar en España la salsa
Teriyaki (照り焼き) preparada (la marca Kikkoman hace una excelente), por lo que no hay que andar haciendo inventos como describía hace años en la receta del
Yakitori de bonito, aunque si la hacemos nosotros, nos saldrá mucho más barata y podremos darle el punto de dulzor que más nos guste.
La receta
Lo más latoso es insertar los trocitos de pollo y puerro en los dichosos pinchitos.
Yo he puesto esta combinación porque es mi preferida, pero cada cual puede hacer la que mejor le parezca, cambiando el vegetal por cebolla, echalotas, zanahoria, pimiento, tofu, etc. También se pueden elegir otras partes menos nobles del animalito, por ejemplo sus higadillos, que están muy ricos, la piel, que es una golosina para los japos aunque tenga colesterol del malo por un tubo, las alitas, que también les pirran, etc.
Empezaremos pues por hacer los taquitos al tamaño de un bocado, tanto los de las pechugas, como los de los puerros.
A continuación vamos pinchando los ingredientes, alternando carne y vegetal. A mí me gusta empezar y terminar por el puerro porque resulta delicioso una vez caramelizado, pero eso ya va en gustos. También queda muy rico poner dos vegetales, por ejemplo: puerro, pollo, zanahoria, pollo, puerro.
Una vez listos, en un recipiente de plástico, cristal o loza, que los contenga a la medida, los colocamos sin apenas tocarse y los rociamos con abundante salsa. Conviene darles vueltas para que se impregnen bien.
En una sartén grande o plancha (que los contenga a todos o la mitad), a fuego no muy caliente, se ponen a dorar. Con la salsa que nos ha quedado en el tupper, los vamos rociando poco a poco con el fin de que esta se vaya caramelizando (teri es lacado y yaki es asado, así que teriyaki no solo es una salsa, sino una técnica de cocina, esta que estamos describiendo).
El punto es fácil de controlar porque la salsa, según se va reduciendo va cambiando de color, y cuando está bien oscura y a punto de jarabe, nuestros pinchos estarán de rechupete.
Como casi con toda la comida oriental, lo más apropiado es acompañar este plato con un vino blanco bien afrutado. Cuando los verdejos eran de confianza, un vino de Rueda funcionaba de miedo, pero hoy te puedes encontrar con brebajes sintéticos de los que es mejor no hablar. Por el contrario en muchas zonas poco conocidas de España, se están haciendo vinos de uva Sauvigno blanc que están deliciosos. Como esta es una comida popular, vamos a apostar por uno de esos vinos que siempre salen buenos y son faciles de encontrar, el albariño de Martín Códax, buen precio y buena calidad asegurados.