Bonito de verano
Diario El Comercio año 1998.
Hace ahora un par de años, precísamente el 28 de junio de 1996, que desde estas mismas páginas les hablaba de las virtudes terapeuticas que los galenos han descubierto en la otrora casi letal grasa del bonito, y entre las lipoproteinas de alta densidad, y la historia de los conserveros asturianos, pues la cosa es que me comí el espacio, y no pude desccribirles lo más importante de este túnido, que son sus aplicaciones gastronómicas.
Una de las mayores glorias de este pez, es precísamente su versatilidad, y si los resposables de su promoción quisieran, ya sea el FROM o las cofradías boniteras, bien facil sería hacer todo un libro sobre los cientos de platos que permite, y hasta que invita a preparar este animalito.
Y mientras tanto Asturias, que eso sí, celebra no sé cuantas jornadas del bonito para el lucro de cuatro chiringuitos que no van más allá de preparar con él un mediocre rancho, pues no va más allá de pasarlo por la plancha, y ya como gran sofisticación, y más por ap`rovechamiento que por estímulo culinario, hacer de vez en cuando un rollo.
Evidentemente hay excepciones, y como siempre habrá que recordar que estas no son pocas, porque tal y como apunté hace algunas semanas, en nuestro Principado hay una veintena de restaurantes excelentes, lo cual es un numero más que importante para una comunidad uniprovincial.
Pero los tiros van en otro sentido. Me refiero a los barines de playa, a los comedores de verano, a esas casas de comidas que están empezando a pasar a manos más jóvenes, a los hijos y nietos de sus fundadores, y que con un poco de formación profesional, de reciclaje, podrían subir radicalmente el listón de la imagen global de nuestra gastronomía.
Hace unos días fuimos algunas parejas a pasar el fin de semana a Lastres. Para cenar elegimos un merendero casi desconocido que está a las afueras, y sin pedir recetas del Cordon Bleu, lo cierto es que todo lo que nos pusieron (entre ello un delicadísimo rollo de bonito), estaba estupendo.
Una de las amigas que participó en la cena, al volver de los servicios, tras alabar su pulcritud, hizo una importante reflexión: «¿No habeis notado que en estos últimos dos o tres años, en general los barines de Asturias han mejorado una barbaridad?» Y todos estuvimos de acuerdo, porque sin dejar de reconocer que aún queda mucho que mejorar, no cabe duda de la evolución ha sido muy notable y positiva.
Y es que una buena parte de los jóvenes hosteleros quieren (o quizás es que no les quede más remedio para estar en el candelero) mejorar la oferta de sus negocios, y no son pocos los que al reconocerme, me vienen a pedir consejo sobre como estructurar su carta de vinos, que recetas seleccionar para dar un nuevo aire a sus menús, como rehabilitar sus instalaciones, qué actos promocionales desarrollar, etcétera.
Y yo, como es lógico, con mucho gusto les brindo las ayudas que puedan ser de su provecho, pero volvemos a la pregunta de siempre: ¿acaso no deberían estar para eso los funcionarios de esa inexistente Consejería de Turismo?
Porque entre otras cosas, con estas milongas, una vez más me he comido el espacio del bonito.
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