Al rico salmón
Publicado en el Diario El Comercio, año 2001.
Estamos en plena temporada de capturas del príncipe de los ríos, como llamaba Cunqueiro a este plateado animal y un año mas se levantan polvaredas y corre tinta a raudales sobre un asunto que planteado seriamente no debería tener la menor controversia.
Por un lado está la discusión sobre el peligro que corre esta especie si se permite su comercialización en la hostelería.
Con todos mis respetos hacia los señores de la administración, eso es una sandez porque ni se trata de un pez en peligro de extinción (en el Sella se ha demostrado que solo con la central de desove y cría del Aspro, en Caño, se puede repoblar un río hasta su saturación), ni las capturas, incluyendo a los furtivos (si usasen lejía o dinamita como hace décadas ya no sería tan rotundo, pero eso, afortunadamente, hace años que desapareció), suponen un riesgo importante de mortandad.
Donde está el mayor porcentaje de bajas es en las consecuencias que provocan la eutrofización y otras formas de contaminación de los ríos, pero claro, como poner multas a pescadores y hosteleros es muy facil, pues para qué complicarse la vida buscando soluciones razonables, se mata el perro y se acaba con la rabia.
Otro tema es la calidad gastronómica de este teleósteo, porque la mayoría de los comensales que desprecian el salmón noruego y pagan diez veces mas el salvaje, lo que demuestran es que no tienen ni pajolera idea de comer (desafío públicamente a esos supuestos expertos a realizar una cata ciega de tan solo seis muestras a ver cuantas aciertan).
De hecho son los salmones recién entrados de la mar (o sea, los que mas se parecen a los de acuicultura), los mas sabrosos, porque según van pasando días en el río van consumiendo la grasa y al final están como estropajo y con sabor a cieno.
Y cuento esto para aclarar que no defiendo las capturas y su posterior comercio para comérmelos (de hecho los pescadores disfrutamos mas contando las vicisitudes que pasamos pescándolo, que en su degustación propiamente dicha), si no por sentido común y en defensa del turismo, porque si bien a un ribereño no le da mas por una fartura de salmón, a un guiri le hacen los ojos chiribitas al ver en una carta: «Auténtico salmón salvaje del río Sella, pescado en el Puente Romano por Ramón Celorio a las 12hrs. del día 8 de Abril del año 2.001».
Eso vende imagen de Paraíso Natural, eso atrae la atención de ese turismo de lujo que durante los meses de abril, mayo y junio tanta falta nos hace, pero aquí parece que hay que hacer las cosas al revés (siendo María Luisa Carcedo consejera de Medio Ambiente, mantuvo cerrado durante todo su mandato el antes citado centro de repoblación del Aspro, alegando que era un peligro para el ecosistema. Vaya luces), y mientras haya fondos para pagar sueldos y dietas a los políticos, pues viva Dios que nunca muere.
No dispongo de datos para informarles de la cantidad de millones de libras esterlinas que mueve cada año el turismo escocés gracias la pesca del salmón, pero bien apostaría que con los beneficios de un solo año, no solo se podrían hacer fosas de decantación para permitir el biodegradado de los detergentes responsables de la eutrofización, si no incluso limpiar las riberas de todos los ríos asturianos y hasta hacer caminos por los que, además de los pescadores, vendrían a nuestro Principado simples turistas amantes de la naturaleza que se animarían a pasear si estas no fuesen basureros llenos de ratas, latas, plásticos y otras inmundicias.
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