Maridaje, me vale
Parece que los hagiógrafos de la gastronomía, esos escritores que ensalzan con letras de oro la vida y milagros de los amables y generosos bodegueros y restauradores que abastecen sus arcas, necesitan a veces protestar contra algo que sea políticamente correcto y que no perjudique sus intereses, quizás como válvula de escape a sus frustraciones e indigestiones de sapos, y están desarrollando una censura iconoclasta del lenguaje, como forma de poder vomitar esa bilis que debe provocar su desvirtuada profesión.
Una de las ultimas víctimas que han cogido por banda, es “maridaje”.
No es que un servidor de ustedes sea precisamente ferviente admirador del matrimonio, pero los vocablos tienen por finalidad permitir que nos entendamos, y la Real Academia Española dice:
- “maridaje. (De maridar). 2. m. Unión, analogía o conformidad con que algunas cosas se enlazan o corresponden entre sí; p. ej., la unión de la vid y el olmo, la buena correspondencia de dos o más colores, etc.”.
Así que no se qué vicio se le puede achacar a usar este término, para indicar, por ejemplo, que una terrina de hígado de oca casa maravillosamente con un perfumado albariño de tres o cuatro años (para los colegas que no dispongan de DRAE, les copio lo que este dice al respecto del verbo casar
- casar: 6. tr. Disponer y ordenar algo de suerte que haga juego con otra cosa o tengan correspondencia entre sí. U. t. c. intr.).
Sin embargo no tienen reparos en decir “foie” en vez de hígado, “chef” en vez de jefe, “maître” en vez de maestro y hasta “soté” (pongo la trascripción fonética porque seguro no saben que se dice sauteuse) en vez de sartén. Hasta tuve que escuchar un pequeño sermón a uno que se escrespó por haber dicho alguien foie gras, sin saber que en realidad esta es la patología hepática (hígado graso) responsable de esa golosina. “No digas barbaridades, exclamó, este paté es de oca, como puedes confundirlo con el fuagrás”. No diré el nombre del erudito, pero los amigos del restaurante Casa Consuelo se acuerdan bien de la anécdota.
Ahora hay que romper todo lo establecido, es políticamente correcto destrozar cualquier icono aún sin saber si su simbolismo es herético o santo. Cuando el consumidor asimila el significado de una nueva expresión, hay que cepillársela y poner de hortera para abajo a quién la utilice.
La palabra es una herramienta a nuestro servicio y, aunque sea un galicismo, si diciendo entrecot, el camarero o el carnicero, saben qué pieza de carne quiero, pues listo, máxime cuando son términos aceptados por la R.A.E., no como foie o soté.
No es que me sienta dolido por las peroratas de estos pelotas disfrazados de crítico, pero cuando estamos rodeados de tanta violación alimentaria, de tanta transgresión del lenguaje en TV, de tantas corrupciones publicitarias y de tantos atentados contra el ejercicio honesto de nuestra profesión, me parece que si no son capaces de escribir lo que piensan por miedo a perder alguna prerrogativa espuria, deberían desahogarse picando piedras, y no buscando cinco pies al gato, aunque esto sea lo más políticamente correcto en la actual situación del país.
Un poco pestiño me ha quedado este Toque del Quera ¿no les parece? Pero es que acabo de leer una verdadera diatriba de uno de estos hagiógrafos poniendo a parir a quienes usamos la palabra maridaje (palabro, según él) y tenía que desahogarme.
¡Qué gusto!
Para neutralizar la acidez, que no amargura, de este Toque del Quera, en este mismo número publicamos una deliciosa receta que va en consonancia con el tema: Civet de liebre
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