Maldito chupito

Hará unos treinta años, cuando un servidor de ustedes aún faenaba en la hostelería, un C.S.I. (Consumidor Sin Inteligencia), uno de esos listos que piden paella de langosta pensando que va a comer langosta a precio de arroz, cuando en realidad lo que van es a pagar arroz a precio de langosta, descubrió que, si después del café en vez de pedir una copa de brandy decía: “No, copa no, pero si hace el favor, sí que tomaría un chupito”, pues el tabernero le invitaba al trago.

No sé como corrió la noticia, pero el caso es que, en apenas un año, España entera hablaba de chupitos, hasta el extremo de que los destilados se vendían según la dosis: X.-pts. la copa, X/2 .-pts. el chupito.

En pocos meses se diseñaron y fabricaron miles de vasitos más o menos simpáticos, que contenían esos 15/20 cc., que en los países anglosajones hacen una copa y aquí se denominaron chupito. Hasta los camareros utilizaron ese término como más comercial, ya que disimulaba el alcoholismo del consumidor, por aquello de que un chupito no es nada.

Entonces nuestro sagaz C.S.I. discurrió la siguiente fórmula, pedir el chupito con hielo, con lo que, contando con la picaresca del camarero quien a su vez contaba con la propina, te pondría vaso alto y, sin dar explicaciones, pues te metías un lingotazo de a diez, pagando cinco.

Hasta aquí todo es picaresca española, pandereta, castañuelas y olé.

Lo malo viene en esta otra columna, cuando el cliente, que ya se ha acostumbrado a que el camarero diga eso de: “Al café y los chupitos están invitados”, empieza a cambiar el orujo de hierbas, por Macallan 18.

A partir de aquí ya es la guerra, porque el hostelero, que de tonto solo tiene una tarde, decide comprar pócimas para los chupitos, con lo que, desde hace unos años, ya hay empresas que ¡solo elaboran licores para chupitos!
Imagínense lo que hay dentro de cada botella (haremos un reportaje).

Recuerdo que en una de esas pomposas fiestas con que acostumbran a amargarnos la noche los del hotel De la Reconquista de Oviedo, mi amigo Emilio Serrano había llevado unas botellas de su magnífico brandy de sidra para obsequiar a los invitados y cuando salió el carrito de los destilados, su calvados no estaba. Como es lógico llamó la atención al camarero y este le dijo: “Es que este es el carro de los chupitos, si quieren algo mejor, hay que pedirlo y se factura aparte”. Pueden imaginarse la que se organizó, como Trafalgar en seco, pero lo más patético, lo terrible, es ver la dimensión que ha alcanzado la maldita moda.

Ya sabemos que en este país hay mucho C.S.I., mucho listillo de chigre, pero vamos a echar unas cuentas: si un maldito chupito tiene entre 15 y 25cc., se deduce que de una botella salen entre 35 y 50. Siendo esta de un buen whisky que en tienda no llega a 20€ y al hostelero a menos de 15€ (Johnnie E.N., J.B. 15, Chivas, Cardhu, etc.), estamos hablando de un regalo de entre tres y cinco céntimos ¿Es de recibo que, pagando 30, 40, 50 o más euros por cubierto, se nos insulte diciendo que estamos invitados al chupito, pero siempre y cuando este sea de lo que ya se cataloga como “Licor de chupito”?

Un servidor de ustedes nunca ha aceptado limosnas, cada uno es como es, por eso cuando termino de comer, si me apetece hacer sobremesa, pido el destilado que se me antoje y lo quiero servido como Dios manda, sin chupitos ni gaitas, en vaso de sidra o en orinal, según me venga en gana, y si el mes anda jodidillo, pues en vez de Balvenie, pido 100 Pipers, o sencillamente otro café, pero agradecer una basura en la que me han regateado dos céntimos, ¡por favor!

Así que ¿Chupitos? no gracias, aunque en este país abunde tanto C.S.I., aún hay quién tiene cierto aprecio a su dignidad. 

Para neutralizar la acidez, que no amargura, de este Toque del Quera, en este mismo número publicamos una deliciosa receta que va en consonancia con el tema: Sopa de melón
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