Cuidado con los años.
Un servidor, que lleva ya tantos años trajinando vinos que ha perdido la cuenta, tiene la excéntrica costumbre de ir guardando botellas en una bodega subterránea y, de vez en cuando, abrir algunas de esas que siempre nos aseguraron que cuando pasasen unos cuantos años estarían colosales.
Mi ultima cata vertical fue de Cirsion, con añadas 2000, 2001, 2003 y 2004.
El 2001 estaba como cabía esperar, fabuloso. El 2003, también, aunque duró solo un día, porque al siguiente estaba muy oxidado. El 2004 fue una gozada, aunque ya no sé se le puede llamar vino viejo, pero el 2000, fue a parar al fregadero, porque estaba hecho una ruina.
Me he llevado grandes sorpresas, porque vinos como el Gaudium, que cuando salió al mercado no me dijo nada, con diez años de botella se ha convertido en un verdadero tesoro, otros, como los de Remirez de Ganuza (Trasnocho), con el paso del tiempo, apenas si han variado, manteniendo el mismo vigor y alegría que cuando los probé recién llegados.
Claro que me he llevado cada chasco, que todavía me estoy haciendo cruces. ¡Qué desastre!
Esto plantea varias dudas para el consumidor, porque por un lado lee que estos súper vinos no llegarán a dar todo lo que llevan dentro de sí hasta pasados varios años en botella, y luego se encuentra uno con que algunos salen buenos y otros para tirar.
¿Qué está pasando con los vinos españoles?
Cada vez que abro un Premier Cru o cualquier vino de renombre bordelés, me encuentro con una elegancia, perfección, y alegría en el vino, a la vez que una suavidad, fruto de esos años que ha reposado en mi bodega. Sin embargo en España se están elaborando vinos de aquí te pillo, aquí te mato, lo cual no me parece mal, porque mantener una bodega en casa es un latazo, pero que no nos cuenten milongas de esas de que a este vino le faltan unos añitos de botella. Si le faltan anos de botella, pues déjenlo reposar antes de sacarlo al mercado ¡coño!, pero no obliguen al consumidor a saber más que el bodeguero.
Hace algunos años tuve otra experiencia lamentable, esa vez fue con el Clos Martinet, uno de mis ídolos. Preparé una cata vertical y si los más nuevos nos llevaban a pensar que les faltaba botella, de pronto empezamos a encontrar vinos caducos, desestructurados, arruinados.
Señores, cuando se habla de vinos de 50€, se supone que son grandes vinos, vinos capaces de deslumbrar con quince y veinte años, no vinitos que apenas llegan a los diez y en muchos casos raspando los cinco.
Como está claro que los críticos no tenemos ni idea de lo que hablamos, se me ocurrió bucear en Verema
¡Jooooooooooder! Vaya circo. Todo vino caro, como los Cirsión, sea cual fuere su añada, estaba colosal. No digamos algunas marcas de relumbrón. Orgasmos y levitaciones. Y luego critican a los críticos, y eso que no reciben sobres, como se supone que hacemos nosotros. Claro que como tras un seudónimos suele haber un bodeguero, un distribuidor o un marquista, pues viva Dios que nunca muere.
España no es un país serio. Los historiadores (El Clero), tuvieron que inventarse las pamplinas de la Reconquista y del triunfo sobre Napoleón para aligerar nuestras vergüenzas patrióticas. Ahora nos dicen que un cocinero español es el mejor del mundo y que nuestros vinos están en los Top ten mundial. Y así nos miramos al espejo con el uniforme carlista de nuestro bisabuelo, rememorando la grandeza de nuestro linaje y de nuestro amor patrio.
Mientras, en Francia, siguen a la chita callando vendiendo sus vinos sin asistir a concursos y sin ponerse medallas, pero investigando para que ese Cos d’Estournel, siga estando colosal dentro de veinte años, justificando así su precio y su imagen de garantía.