Una sociedad que agoniza
Agosto 2009
Cierro este trabajo de Psicología holística, con unas reflexiones sociales a guisa de epílogo, que me temo sonarán algo caóticas, pero que en realidad, como verán al final, no lo son tanto. Bueno, para los mediocres sí, pero esos no me importan, porque bastante daño han causado ya.
He de reconocer que siento bastante poco apego por esta sociedad europea, y más concretamente por la española, de la que formo parte, pero la verdad es que, después de soñar con que la democracia nos traería Justicia Social a nuestro país, y ver como esto es solo un circo, carísimo pero a la vez de lo más cutre, en que la voluntad de los ciudadanos cuenta menos que la de las marionetas que mueven los titiriteros del guiñol, pues en poco la puedo apreciar.
Si don Ramón Mª del Valle Inclán levantase la cabeza y viese en lo que ha convertido nuestra sociedad, sus libretos satíricos “La cabeza del dragón” y “Tablado de marionetas para educación de príncipes”, le parecerían tan pueriles que no volvería escribir una línea.
A la vista de lo que describo en este trabajito de Psicología Holística , algunos lectores pensarán que soy un catastrofista y me tacharán de pesimista, pero lo cierto es que ese futuro negro, en realidad está mucho más cercana en el tiempo de lo que parece, de hecho podemos decir que ya lo estamos viviendo.
El egoísmo de esta sociedad de consumo ha llegado a provocar situaciones tan groseras, como el drama del sobrecalentamiento de la Tierra, un Apocalipsis causado gratuitamente por un consumo despilfarrador, algo que ya es tan palpable que nadie en su sano juicio y un mínimo nivel de cultura, pone ya en entredicho.
Sin embargo, aunque sepamos que con un tercio de la energía, comida, ropa, vehículos, electrodomésticos, teléfonos, maquinas de ocio, etc., podríamos llevar el mismo nivel de confort, seguimos quemando y quemando sin el menor reparo, aún a sabiendas de que, en cualquier momento, todo puede salir ardiendo.
Hoy sabemos que Roma desapareció por algo tan banal como el elevado de consumo de plomo en sus comidas, una patología que se llama saturnismo. Las clases elevadas, los gobernantes, comían con tanto lujo, que el plomo que se utilizaba para abrillantar el vino y dar lustre a los embutidos, les provocaba, a muy temprana edad, impotencia y demencia senil precoz, por lo que las decisiones que tomaba el Senado eran tan descabelladas, que en pocos años se autodestruyó a sí misma (aunque no supiesen del mal que padecían, Diocleciano, al ver el nivel de locura de los senadores y temiendo una conspiración a gran escala por envenenamiento, exigió que, para acceder al cargo, el aspirante debía tener descendencia, algo que le parecía, no sin razón, que tenía algo que ver con el extraño mal).
Nuestra sociedad y el Tercer Mundo
Es una evidencia que, al ritmo de procreación de nuestros jóvenes y la necesidad de mano de obra que exige esta sociedad del confort, antes del 2020, la mayoría de la población española será foránea, africana, sudamericana, hindú, china, etc.
Por lo demás, esta catástrofe cultural es absolutamente justa, porque es una aberración que un ser humano, por el hecho de haber nacido a unos cuantos kilómetros al sur de nuestra frontera, tenga que trabajar ochenta horas semanales por una cuarta parte del salario que cobra un español, quién a su vez reivindica estar siendo explotado por no poder reducir su horario laboral a treinta.
En el año 1990, viviendo en Zaragoza (es un decir, porque aquello no era vida), un empresario me explicó que había cerrado su fábrica de balones porque le costaban ¼ de su precio de costo, si los compraba en la India, con la misma calidad ¡O mejor!
Yo pensé que semejante atrocidad sería pasajera, pero en el año 2001 publiqué en el diario El Comercio (Grupo Vocento) un artículo titulado Espárragos sin control , donde denunciaba como en China y Perú, se estaban elaborando espárragos en conserva, usando como mano de obra, a niños y mujeres en régimen de esclavitud. La respuesta fue que casi me despiden porque una gran cadena de supermercados, amenazó con retirar su publicidad si no me cortaban la cabeza. Hoy, año 2009, en España la producción es tan exigua, que ni los conserveros amparados por el CRDO de Navarra, se molestan en trabajar el producto autóctono porque la practica totalidad del consumo nacional, procede esos países (yo intenté hacer un reportaje y, además de negarme el visado para entrar en China, recibí amenazas anónimas advirtiéndome de que jamás llegaría a sacar fotos de esas plantaciones y menos de las plantas procesadoras).
La televisión llega a esos hogares y, en una chabola construida con chapas de gasoil, esas familias están viendo como en nuestra sociedad se despilfarra de todo, hasta el agua, que ellos tienen que transportar cada día en cubos desde una fuente lejana.
No es de extrañar que esa pobre gente se juegue la vida por venir a este paraíso, total, para lo que les vale la que llevan, más vale perderla de un tiro en la espalda o ahogado en el mar, que morir de miseria.
Una vez que llegan comprueban que aquí no se atan los perros con longaniza y que los blancos no regalamos ni el pan que nos sobra, pro aún así, con su esfuerzo y sacrificio, que tampoco es más que el que hicieron los emigrantes españoles de la posteguerra, consiguen salir adelante y, al poco tiempo montan sus propios negocios.
Hace algún tiempo, un compañero de las letras gastronómicas que vive en El Escorial, me contó una anécdota. Le había pedido presupuesto a su jardinero para poner una cerca de madera alrededor de la piscina para evitar accidentes. Este le respondió que le costaría 6.000€ pero que no podría montársela hasta algunos meses después. Visto el conflicto, decidió pedir presupuesto a un jardinero rumano que se anunciaba por las farolas del barrio, y este le pidió 2.000€ y se la montó al día siguiente. Hoy, un año después, el jardinero rumano, además de ser el encargado de esa comunidad, tiene otros seis ayudantes y ha colonizado todo el barrio. El otro, está poniendo carteles de “Se ofrece jardinero para todo”.
¿A cuento de qué viene este rollo?
Pues sencillamente para explicar hasta qué punto nuestra sociedad se ha degradado y que, en muy poco tiempo, serán esos rumanos, ecuatorianos, senegaleses, hindúes o chinos, quienes gobernarán en España, y con motivos más que justificados.
Pero esto no es todo, porque estamos hablando de una sociedad mantenida por generaciones de trabajadores competitivos que no han sufrido ninguno de los traumas ni síndromes descritos en este libro (ADJ, API, PRJ, THP, etc.) ¿Se imaginan lo que les sucederá a estos nuevos jóvenes inútiles y desmotivados, cuando aspiren a integrarse en el mercado laboral frente a las nuevas generaciones de inmigrantes, ávidas de progreso y bienestar?
La España del Tercer Milenio
Ya he dicho que este conflicto, que para muchos va a ser un drama porque van a ver como su patrimonio va ser mancillado y pisoteado, para mí no lo es. Es más, me parece muy positivo y justo, desde un punto de vista de equilibrio social. Si nuestra juventud no tiene ganas de sostener la economía y los servicios que se han conseguido hasta ahora, pues será mejor que sean los chinos quienes lo hagan, antes de que nuestro estado del bienestar se vaya al garete.
¿Que nuestros jóvenes se van a quedar para cazar moscas? Pues que espabilen, y si no, que desaparezcan, porque lo que no es admisible es que estemos viviendo dominados por los Parásitos Dominantes.
Reconozco que soy absolutamente kraussista. Siempre he pensado que las fronteras son un atraso medieval, inventado por los monarcas para su disfrute y riqueza. No creo en razas ni banderas. Solo entiendo un patriotismo, el planetario. De este modo me siento mucho mas cerca de ese jardinero rumano, que está luchando por sacar su familia adelante y con quién podría compartir los momentos de alegría después de una dura jornada de trabajo, que de mis propios hijos, tan apáticos, indolentes y desagradecidos, que ni se han molestado en saber la verdad que les ha rodeado toda su vida.
Recuerdo los debates que manteníamos a finales del siglo XX sobre lo que nos depararía el nuevo milenio y, aunque ninguno del grupo se gana la vida como Nostradamus, en lo que sí coincidíamos era en que lo que conocíamos ya no valía, y que lo nuevo, no sabíamos como sería.
Según las tradiciones numerológicas masónicas, el número tres es el principio de la estabilidad, el primer concepto real ya que es tridimensional. Cualquier figura bidimensional es puramente imaginaria, porque incluso un papel tiene tres dimensiones, y si no se lo creen o les parece despreciable, cojan un mazo de mil folios y verán lo que pesa y abulta. Y no digo ya las bobinas para rotativa, que recuerdo ver descargar en el taller del periódico, porque eso ya es dantesco.
El dos es la rivalidad, el Cielo y el Infierno, el Blanco y el Negro, el Bueno y el Malo, el Ying y el Yang, Arriba y Abajo. Así fue el segundo milenio.
El tres es la estabilidad. Un taburete con tres patas ya se sostiene por sí solo, por eso el Tres es un numero sagrado y todas las religiones tienen su propia Trinidad.
Ya sé que esto es filosofía de logia, argumentos de tertulia, pero yo no soy pesimista.
En aquellos debates a que hacía mención, ya especulaba con esta posibilidad. Un mundo más equilibrado, más justo, más razonable.
Está claro que a las culturas ricas que han derrochado a lo loco, como hicieran aquellos nobles de nuestra Edad Media, les va a tocar apretarse el cinturón, incluso puede que mucho, pero es que no tiene sentido que, con lo que desperdiciamos cada día en nuestra sociedad occidental, puedan vivir dignamente los millones de hambrientos que pueblan tres cuartas partes de la Tierra.
Y no hablo de hacer caridad, limosnas para aliviar el alma, no, en absoluto.
Decía Confucio que si ves a un pobre mendigo, no debes regalarle un pez, si no enseñarle a pescar, para que él solo pueda comer pescado todos los días del resto de su vida.
Yo estoy en contra de las ayudas humanitarias. He visto países del Golfo de Guinea, en los que, mientras sus dictadores se llevaban a sus bancos de Suiza miles de millones de euros cada mes, procedentes del petróleo marino (en el Golfo de Guinea se ha descubierto la mayor bolsa petrolera del mundo, más que todos los Emiratos Árabes juntos, pero no se dice nada para no alterar los precios), sus habitantes morían de miseria por las calles, sin alcantarillados, sin agua corriente, sin luz, sin hospitales, sin nada, ni tan siquiera dignidad. ¿Para qué enviarles ayuda y limosnas? Si sabemos que las va a robar el mismísimo dictador, porque a él, y a quienes le pagan, les interesa mantener ese régimen feudal para que no pueda haber ninguna respuesta social ante el latrocinio (el propio Teodoro Obiang, reconoció que él recaudaba para sí, el 96% del PIB del país, de un Ginea que, conque tan solo su reyezuelo robase la mitad, ya podría vivir con más servicios que Suecia, y sin embargo, apenas si pueden sobrevivir en la más absoluta miseria).
A mí no parece mal que esto termine. Esta sociedad del siglo XX ha sido absurda, porque, encima y para colmo, los que vivimos en este mundo del despilfarro, tampoco somos felices.
Ayer, volviendo de la playa, ví un súper cochazo Todoterreno descapotable con una familia rica en su interior. Los niños jugaban en los asientos de atrás con sus respectivas “Game boys”. Los padres, delante, procuraban mirar cada cual hacia su lado para no cruzar las miaradas ni dirigirse palabra alguna. Tal era la cara de hastío y desprecio de todos ellos, que pude por menos que sentir lástima y asco.
Ayer, volviendo de la playa, ví un súper cochazo Todoterreno descapotable con una familia rica en su interior. Los niños jugaban en los asientos de atrás con sus respectivas “Game boys”. Los padres, delante, procuraban mirar cada cual hacia su lado para no cruzar las miaradas ni dirigirse palabra alguna. Tal era la cara de hastío y desprecio de todos ellos, que pude por menos que sentir lástima y asco.
Por el contrario, en aldeas remotas de países como Chile, República Dominicana, Túnez, etc., he visto gente muy feliz, niños jugando entre ellos como hacíamos en España hace medio siglo, personas que, con apenas sus necesidades básicas cubiertas, disfrutaban de cada instante de su vida.
Yo no soy pesimista, eso sí, los mediocres parasitarios, van a pasarlas canutas.