Restaurante El Rompeolas

La nueva autopista va a poner, aún si cabe, mas intransitable este precioso pueblín marinero, porque desde Oviedo apenas si se tardan ya veinte minutos, pero a cambio podemos darnos el lujazo de ir a comer sus delicias cualquier día de la semana, lo que antes resultaba imposible porque llegar hasta él, era toda una epopeya.

No hay misterio, ni trampa, ni cartón, de hecho los pastos de Cudillero dan mariscos mas aromáticos que los de Tazones, pero este pueblín tiene magia, un rollito que apetece tanto, como ponerse hasta los codos de agua comiendo andaricas.
Debe ser el buen caracter de José lo que hace que siempre que viene algún amigo a Asturias, le proponga un repasito en esta casa, porque yo creo que, hasta el día que tiene que le toca pagar el I.V.A., este anfitrión está de buen humor (los que le pagamos a él no tanto, porque entre bromas y no bromas, atiza unas estocadas de “sin descabello”)).
Pero sobre todo, incluso por encima del pueblo y hasta de José, están los fritos de pixín que hace Georgina y que no tienen parangón en todo el Mundo mundial. Dice que el secreto está el colgarlo al sereno toda la noche de un palo que hay tras la cocina, pero también está en usar aceite de oliva limpio y huevos de verdad. Y el pixín claro, porque este puñetero pez, el mas feo que Dios creo aquel famoso tercer día, hace cada trampa, que muy pocos son los hosteleros que saben acertar al 100% para que no se les cuele algún aguarón.
Los mariscos de la ensenada son entrada obligada y sus guisos de pescado no son tampoco ninguna tontería, porque esos pescados al horno tienen toda la magia de la cocina de nuestras madres, al menos de la mía, pero tengan presentes, al menos la primera vez, los fritos de la foto, luego, ya no habrá que recordárselos.

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