Restaurante La Corriquera

Dentro de la vorágine de nuevos cocineros que ha invadido el panorama hostelero asturiano, el que más y el que menos con su estrella Michelin a cuestas, Nuria es una excepción, no solo por ser mujer, que obviamente lo es, si no porque presume de cocinar para dar de comer, piensa en sus clientes, en satisfacerles a buen precio y no en crear obras de arte, mas propias de la feria Arco, que de un comedor.

A pesar de elaborar presentaciones tan cuidadas como la que aparece en la ilustración, la preocupación máxima de Nuria es que lo que sirva tenga sabor, incluso consistencia, hasta el extremo de que tuve que repetir cuatro veces la sesión fotográfica porque no conseguí convencerla de que los platos que sacase no se iban a comer (lograr esta dichosa tarta Tatín en que la fruta sale echando humo y encima lleva un helado, obviamente frío, fue un verdadero quebradero de cabeza).
Su pieza de manos de cerdo es ya un clásico y sus múltiples ensaladas, sobre todo las de queso a la plancha, tienen seguidores.
Busca pescados de esos que hay que explicar a los foráneos en qué consisten porque no han oído hablar de ellos en su vida, pero que son tan exquisitos como económicos y así no es raro poder comer como un marqués, pagando menos que en una sidrería.
Eso, el carácter ecléctico de Nuria y su ubicación en una zona industrial, hacen que, a pesar de sus dimensiones, sea un quebradero de cabeza conseguir mesa.

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