Restaurante Mesón Sancho

Quizás en el centro de Hong Kong, Tokio o Singapur, ciudades donde me han dicho que hay muchísima gente y los locales cuestan una fortuna, haya otro comedor que aproveche tanto como éste cada metro cuadrado, pero más, seguro que no.

Abarrotado siempre hasta los topes, este diminuto restaurante es uno de esos extraños fenómenos que cuentan con incondicionales capaces de esperar una hora con tal de regalarse con unas mollejitas, unos riñones o una ventrisca a la parrilla. Inconcebible, sobre todo para mí que tengo tan poco aguante y sin embargo soy uno de ellos.

Y, desengáñense, porque con manteles de papel, mesas diminutas, techos que ¡Ay! del que tenga cuernos, incluso falta de aire respirable, raro es el parroquiano que se levanta sin haberse dejado los 30€ encima de la mesa.

Observen la cocina (está a la vista, detrás de la barra), solo por verla ya merece la pena perder la mañana buscando donde aparcar.

Con apenas tres metros cuadrados, se resuelve todo, incluidos fregadero, parrilla, freidora, fuegos, lavavajillas, basura, y puede que hasta sala de conferencias. Pero lo más grande es que, de ese diminuto chiscón, salen en cada servicio más de cien platos y todos y cada uno de ellos a cual más sabroso y en su punto. Un milagro de la tecnología hostelera.

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