Patatas torneadas y al vapor
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En realidad, esto no es una receta, porque ya me contarán que misterio tiene poner unas patatas a cocer al vapor, pero durante décadas fue guarnición obligada para pescados en todos los restaurantes de cierto prestigio, no solo de España, sino de toda Europa, porque yo las he visto por doquier.
La verdad es que, si la patata es de buena calidad, es una forma muy agradable de acompañar pescados a la plancha, hervidos, incluso con algún guiso ligero.
España progresa, y su gastronomía también. Antaño, comprar unas buenas patatas era algo habitual en cualquier frutería o tienda de alimentación del más ínfimo barrio. Luego llegaron las masivas y agresivas importaciones de China e India. Productos indecentes a los que se rociaba de conservantes venenosos que los mantenían con buena presencia comercial durante los meses en que tenían que soportar las tórridas temperaturas de la bodega de un carguero malayo, mientras este daba la vuelta al mundo para llevarlos desde el puerto de carga de Guanzhou, hasta los de Valencia o Barcelona.
Pero decía que la gastronomía española progresa y prueba ello son las patatas amparadas por un sello de garantía de origen, unas con IGP, como las de Canarias, Galicia, o Prades, otras a la espera del sello de garantía, como las de Boedo-Ojeda, en Palencia, las de Burgos, Castilla y León o Valderredible en Cantabria. También las hay que se gestionan desde la propia comunidad autónoma, como la de Álava, que cuenta con la llamada Ezko Label.
¿Son más caras? Pues claro, es de sentido común, hay una selección, es un producto cultivado de forma cuidadosa incluso a veces ecológica, un envase y un consejo regulador que controla la calidad y tiene gastos importantes. También son más caros los ajos de las Pedroñeras, pero en realidad salen baratos, porque unos traídos de China te pueden arruinar unas gambas al ajillo. Lo caro sale barato, y viceversa.
Unas patatas a la riojana son una delicia, hasta un estandarte de la gastronomía española, una jugosa tortilla de patata, un perfumado Marmitako, las jocosamente llamadas a la importancia, o sencillamente las castizas bravas o con alioli, pueden pasar de ser un bocado divino, aun engrudo asqueroso. ¿Merece la pena por unos céntimos de diferencia? Yo afirmo que no.
Elaboración
Ya les he avanzado que no hay receta, porque no hay más que poner unas patatas torneadas al vapor hasta que estén cocidas, pero claro, hay que tornearlas.
No es que sea difícil, pero hay que tener maña y paciencia.
Cortamos a tajo los dos polos y los cuatro cachetes laterales. Pelamos lo que quede de piel. Ahora, hay que recurrir a nuestra concepción espacial para ver tres o cuatro paralelepídos, de forma un poco alargada, pero sin pasarse. Esto es casi lo más difícil.
A partir de ahí vamos torneandolas con una puntilla de corte fino. Quitamos las aristas, procurando dar una forma tripuda a cada pieza, estrechada en los polos y abombada en el ecuador.
Antiguamente, cuando la mano de obra era tan barata, se ponía a un marmitón a lijarlas para que pareciesen precisamente eso, torneadas.
Se meten en la vaporera y se dejan cocer lo que sea necesario, con un cuarto de hora suele bastar porque, al ser pequeñitas, se hacen enseguida.
Y listo, pero ¿Les quieren dar una vuelta de rosca? Yo sí, de modo que las aliño.
En un bol, ponemos abundante AOVE, el zumo de un limón, un manojo de perejil muy picado, sal y pimienta y, si acaso, alguna especia por la que tengamos especial cariño, como cardamomo, cilantro fresco, eneldo o tomillo. Batimos bien y reservamos.
Cuando saquemos las patatas recién cocidas, se pone una bandeja y se rocían con el aliño. Así solas ya son una golosina y una monada, pero acompañando un pescado, como la Merluza con gambas al ajillo, ya sí que son una pasada, la explicación del porqué eran omnipresentes en todo restaurante de postín.