Salmón en adobo
A nuevos tiempos, nuevos productos, y como encima estos no son precisamente bonancibles, pues sería bueno que los demiurgos cocineriles estrujasen sus meninges tal y como hicieran nuestros ancestros cuando usaban aquellos asquerosos escualos para dar de comer a sus familias, para lo que inventaron algo tan delicioso como el Adobo o Bienmesabe.
Como ahora lo más barato es el salmón, pues yo hice la prueba y el resultado me dio una gran alegría, no por solidaridad social, que me importa un bledo, si no porque mi nutriólogo, el Dr. Menguele, me pone salmón cada tres días y ya no sé como hacerlo comestible (un país que ha tragado mil sapos y ahora, en días de recesión, permite que los bancos que lo han hundido, se jacten en sus consejos de administración de ganar miles de millones de euros más que en el ejercicio anterior, pues lo siento, pero no se merece ni piedad).
¡Ojo celicos! Esta receta es perfectamente factible si usais harina de garbanzos, incluso resulta más rica que con la de trigo.
El invento es muy simple.
En un túper, ponemos el vinagre y el zumo de limón, con las especias y sal.
Limpiamos el noruego y lo cortamos en dados del tamaño de fichas de dominó. Se pone a remojo en el adobo durante un par de horas, o más. Luego se escurre muy bien en un colador y se envuelve en harina de rebozar.
Conviene sacudirlo bien en un escurridor para eliminar el exceso de harina (sobre todo si estamos a régimen).
En un cazo con abundante aceite muy caliente (o freidora), incluso humeante, se van metiendo los trocitos uno a uno, para que puedan nadar y, cuando están tostaditos, se sacan y se escurren.
Servido con una ensalada de escarola o de berros está delicioso.
Manzanilla o fino. Bueno, o cava, pero mejor con Jerez, aunque los jerezanos no se lo merezcan, porque hoy he visto un fino a 2,30€, un insulto para las buenas costumbres.