Pollos en agraz
Hay muchos refranes que citan esta receta como comparación excelsa, por ejemplo “Más vale cardos en paz, que pollos en agraz” o Más vale pan solo con paz, que pollos en agraz”.
Pollos con agraz por julio
pues en el temor sois pollos
yo he de poner el agraz.
En realidad la función del agraz, además del perfume y la alegría que aporta, tenía la misión de ablandar la carne, porque lo que entonces se llaman pollos, es lo que hoy llamamos gallos, y por supuesto de los que andan corriendo por los pueblos, lo que en Asturias llamamos “Pitus de caleya”.
Como es relativamente difícil encontrar estas aves en las ciudades, he diseñado la receta en base a un pollo de grano, pero de los comerciales, que no se parecen en nada a los gallos ya que su carne es blanca y no parda, pero bueno, se dejan comer.
La receta
Empezamos por hacer el tradicional sofrito, poniendo la panceta de ibérico en tiras (es muy curioso la deliciosa mezcla que hace este tocino con el agraz, yo lo estoy usando hasta para el pescado y resulta espectacular), la cebolla picada y los ajos aplastados.
Como todos los guisotes, conviene dejarlo reposar hasta que se enfríe por completo, incluso mejor de un día para otro para que los sabores de conjuguen y así, al día siguiente, se recalienta y en cinco minutos está el banquete preparado.
Ya he dicho en otros platos preparados con agraz que este no afecta para nada al vino, al contrario, levanta los sabores primarios de los tintos con mucha crianza. En este caso podemos poner uno de esos grandes clasicotes que duermen en la bodega en espera de algún acontecimiento, como los grandes reservas de La Rioja Alta.
Pero ya saben que mi debilidad es tomar las aves de corral con vinos blancos muy perfumados, y en esta ocasión lo hice con un Palacio de Bornos Verdejo. El resultado fue indescriptible, así que, si preparan este delicioso pollo medieval, hagan la prueba.