Viaje al Este de Galicia
Publicado en la revista Restauradores, año 1993.
Para la gran mayoría de los españoles, Galicia es la plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela, las galerias del paseo marítimo de la Coruña y las blancas playas de las Rías Bajas, pero no es así, es algo más, es mucho más, porque existe otra Galicia, la "enxebre", la mágica, la desconocida, la misteriosa, la que solo los iniciados conocen; aquella en la que descansa el auténtico sentimiento gallego, mezcla de nostalgia por nadie sabe que, de codiciada sencillez aldeana, de sosegada paz entre "carballeiras" y brumas, de enrevesados cuentos de meigas y trasgos, de romerías con gaiteros y empanadas, y de orgullo por unas raices que a pesar de haber sido pisoteadas por mil profanadores de culturas, aun se mantienen puras y limpias para gloria de las generaciones venideras.
Esa es la que vamos a enseñarles, la auténtica Galicia, la de Cunqueiro, la que escucha el viento frío de la interminable Terra Chá, la que se envuelve en el cálido abrigo de los valles de Mondoñedo, la que se baña en las abruptas playas de la "mariña" lucense y en las incomparables Rías Altas, uno de los pocos lugares donde todavía podemos imaginarnos como vivieron aquellos celtas que según algunos poblaron estos parajes.
La primera sorpresa de nuestro recorrido es la ciudad de Lugo, una coqueta y desconocida urbe que a nadie se le ocurre visitar, quizás porque los turistas que vienen a esta tierra están ansiosos de ver las abiertas playas de La Lanzada o la santa cara del apostol y no se paran a ver lo que dejan atrás.
El Lugo intramuros tiene ese indescriptible encanto de las ciudades medievales que han ido cargando sus piedras de recuerdos como si de una mágica pila de energía sentimental se tratase, solo que en este caso su muralla se remonta a dos mil años, lo que la convierte en un colosal crisol de culturas que se han ido fundiendo lentamente hasta formar un todo homogeneo que respira encanto por cada poro de su pétrea piel.
Salir por sus callejuelas a tomar los vinos antes de la cena resulta una delicia que apenas si se puede imaginar un ciudadano que sufre el estrés de una gran capital como Madrid, y además conviene hacer mención a sus tapas, ya que raro es el bar que no ofrece una bandeja con más de una docena de distintas recetas con que acompañar cada caña, o cada chato de vino del país.
Después viene la propia cena en sí y conviene prepararse porque si el eslogan de la ciudad es "Y para comer, Lugo...", comprenderán ustedes que es por algo.
Al día siguiente es una delicia tomar el aire de la mañana dando un paseo por la muralla, bajar a la catedral (su contrucción se inició en el siglo X sobre una antigua iglesia del S.III) y tomarse un cafelito en la plaza de España antes de emprender viaje. Por la NVI, dirección a la Coruña, a unos quince kilómetros está la desviación para Villalba, famosa por sus capones y que aun mantiene la tradición de hacer la feria el día 19 de diciembre para que así pudiesen llegar a tiempo estos a la mesa de navidad de las familias nobles que vivían en la gran ciudad; Villalba, cuna del presidente Fraga, es la capital de la "Terra Chá" (tierra llana), una meseta en la que sus persistentes brumas, sus implacables heladas y sus tórridos veranos, hacen de ella un región tan distinta al concepto que tenemos de Galicia, que apenas si encuentra el turista diferencia entre ella y los páramos León o las llanuras palentinas; sin embargo a quién le guste la Galicia profunda, la de los terroríficos cuentos al calor de la lareira, la de las insondables leyendas de emigrantes que desaparecieron misteriosamente en las américas, la de las miseras asumidas y las grandezas preservadas, la más pura, la más real, es ahí donde podrá vivir experiencias para las que no vale un frívolo fin de semana.
Pasado Villalba, a poco más de veinte kilómetros, tomamos la carretera de Viveiro (los correcaminos pueden seguir hasta Espinaredo para subir hasta la ría de Ortigueira, pero es una paliza injustificada) y la seguimos hasta llegar a la punta Estaca de Bares (ojo, en todos los carteles dice: Vares y no Bares).
Una vez allí hay que dejarse llevar por el propio estado anímico porque la belleza de las rías del Barquero y de Viveiro, tienen tanta fuerza y tanto magnetismo, que cada día, cada hora, cada sentimiento, nos susurrará al oido donde debemos parar a estirar las piernas, donde tomar una tacita de vino, o, simplemente, en que playa podemos detenernos para recordar nuestra infancia jugando un rato con la blanca arena.
De vuelta ya en Viveiro, tomamos la carretera de la costa (C 642 dirección Ribadeo)hasta Cervo, donde podemos dejar ya las maletas en la posada "O almacen" y seguir camino después hasta Fazouro, un pueblecito que además de tener un curioso castro celta colgado del mismísimo acantilado, nos permitirá degustar los incomparables pescados de la "Mariña" en un delicioso restaurante familiar (La Cazuela) cuya dueña, Gemma, hace sin duda la cocina más interesante y cuidada de toda la costa lucense.
Allí, delante de un perfumado Albariño y de unas humeantes almejas de la ría a la marinera (las hacen como Dios manda, sin harina ni pan rallado), decidiremos el plan de la tarde:
El domingo saldremos dirección a Asturias y a pesar de no haber nada especial en el recorrido hasta la fronteriza ría de Ribadeo, conviene no dormirse porque las numerosas playas que jalonan la costa ofrecen un espectáculo al visitante digno de hacer algunas paradas y, ¿porque no? pasear por la arena fresca de rincones tan incomparables como la playa de las catedrales, así llamada porque en la bajamar, las caprichosas formas que toman la erosionada roca recuerdan los arbotantes de las monumentales iglesias góticas.
Como quiera que ya es el día de vuelta, conviene no comer demasiado tarde así que trás tomar el vermut en la bulliciosa villa de Ribadeo (los domingos abre todo su comercio y allí se juntan asturianos y gallego llenando las calles que ese día se hacen peatonales), podemos bajar hasta el puerto y allí tomar una barca que recorre los tres pueblos de la desembocadura de la ría: Castropol, Figueras y Ribadeo, y con una deliciosa zalea, nos plantamos en la otra orilla donde podremos degustar los mejores mariscos y pescados en un coqueto restaurante del muelle, que con un nombre tan marinero, El Risón, no puede defraudar a los amantes de la gastronomía marinera. *
Después de reposar la comida, incluso merece la pena dar un paseo por las empedradas callecitas del solariego Castropol, ya de vuelta en Ribadeo, tomaremos el camino de regreso por la N640, totalmente reformada de trazado y con un acabado impecable, sabiendo que quizás sea una de las carreteras de montaña más bellas de España. Siguiendo el cauce del rio Eo, esta sinuosa pero cómoda vía no mostrará un valle casi virgen en que la mayoría de las aldeas (hasta hace cinco o seis años no tenían ni accesos para vehiculos, ni tan siquiera electricidad) nos sugieren la idea de olvidarnos las obligaciones que nos esperan al día siguiente en la gran ciudad, y quedarnos ya para siempre entre sus bosques de robles,castaños y abedules, esperando el paso de las estaciones para disfrutar con ellas el suave ritmo de la naturaleza y poder así vivir esa calidad de vida que ya hace siglos recomendara Fray Luis de León como remedio para las almas atormentadas.
Al llegar a Meira podemos seguir hasta Lugo y de allí tomar la N-VI, pero los más intrépidos pueden cortar por un atajo encantador que cruza por pueblecitos con un encanto tan pueril que parecen sacados de un cuadro naif; para ello, desde el centro de Meira, hay que tomar la carretera que va a Cádabo (cuidado, en los carteles dice Baleira) y una vez ahí, preguntar por la carretera de Baralla (es facil porque al llegar al pueblo se toma por la primera a la izquierda y después por la primera a la derecha, donde está la gasolinera, pero conviene preguntar por si acaso), una vez allí ya estamos sobre la carretera general Madrid - Coruña, nos habremos ahorrado cuarenta kilómetros y nos habremos despedido con una dulce guinda en la boca de esa Galicia desconocida que se nos habrá quedado pegada al corazón para el resto de nuestra vida.
GUIA DE HOTELES En Lugo:
* Esta información está obsoleta. Dos años después de ser publicado eeste artículo, ese negocio cambió de dueño y dejó de tener el menor interés gastronómico.
Esa es la que vamos a enseñarles, la auténtica Galicia, la de Cunqueiro, la que escucha el viento frío de la interminable Terra Chá, la que se envuelve en el cálido abrigo de los valles de Mondoñedo, la que se baña en las abruptas playas de la "mariña" lucense y en las incomparables Rías Altas, uno de los pocos lugares donde todavía podemos imaginarnos como vivieron aquellos celtas que según algunos poblaron estos parajes.
La primera sorpresa de nuestro recorrido es la ciudad de Lugo, una coqueta y desconocida urbe que a nadie se le ocurre visitar, quizás porque los turistas que vienen a esta tierra están ansiosos de ver las abiertas playas de La Lanzada o la santa cara del apostol y no se paran a ver lo que dejan atrás.
El Lugo intramuros tiene ese indescriptible encanto de las ciudades medievales que han ido cargando sus piedras de recuerdos como si de una mágica pila de energía sentimental se tratase, solo que en este caso su muralla se remonta a dos mil años, lo que la convierte en un colosal crisol de culturas que se han ido fundiendo lentamente hasta formar un todo homogeneo que respira encanto por cada poro de su pétrea piel.
Salir por sus callejuelas a tomar los vinos antes de la cena resulta una delicia que apenas si se puede imaginar un ciudadano que sufre el estrés de una gran capital como Madrid, y además conviene hacer mención a sus tapas, ya que raro es el bar que no ofrece una bandeja con más de una docena de distintas recetas con que acompañar cada caña, o cada chato de vino del país.
Después viene la propia cena en sí y conviene prepararse porque si el eslogan de la ciudad es "Y para comer, Lugo...", comprenderán ustedes que es por algo.
Al día siguiente es una delicia tomar el aire de la mañana dando un paseo por la muralla, bajar a la catedral (su contrucción se inició en el siglo X sobre una antigua iglesia del S.III) y tomarse un cafelito en la plaza de España antes de emprender viaje. Por la NVI, dirección a la Coruña, a unos quince kilómetros está la desviación para Villalba, famosa por sus capones y que aun mantiene la tradición de hacer la feria el día 19 de diciembre para que así pudiesen llegar a tiempo estos a la mesa de navidad de las familias nobles que vivían en la gran ciudad; Villalba, cuna del presidente Fraga, es la capital de la "Terra Chá" (tierra llana), una meseta en la que sus persistentes brumas, sus implacables heladas y sus tórridos veranos, hacen de ella un región tan distinta al concepto que tenemos de Galicia, que apenas si encuentra el turista diferencia entre ella y los páramos León o las llanuras palentinas; sin embargo a quién le guste la Galicia profunda, la de los terroríficos cuentos al calor de la lareira, la de las insondables leyendas de emigrantes que desaparecieron misteriosamente en las américas, la de las miseras asumidas y las grandezas preservadas, la más pura, la más real, es ahí donde podrá vivir experiencias para las que no vale un frívolo fin de semana.
Pasado Villalba, a poco más de veinte kilómetros, tomamos la carretera de Viveiro (los correcaminos pueden seguir hasta Espinaredo para subir hasta la ría de Ortigueira, pero es una paliza injustificada) y la seguimos hasta llegar a la punta Estaca de Bares (ojo, en todos los carteles dice: Vares y no Bares).
Una vez allí hay que dejarse llevar por el propio estado anímico porque la belleza de las rías del Barquero y de Viveiro, tienen tanta fuerza y tanto magnetismo, que cada día, cada hora, cada sentimiento, nos susurrará al oido donde debemos parar a estirar las piernas, donde tomar una tacita de vino, o, simplemente, en que playa podemos detenernos para recordar nuestra infancia jugando un rato con la blanca arena.
De vuelta ya en Viveiro, tomamos la carretera de la costa (C 642 dirección Ribadeo)hasta Cervo, donde podemos dejar ya las maletas en la posada "O almacen" y seguir camino después hasta Fazouro, un pueblecito que además de tener un curioso castro celta colgado del mismísimo acantilado, nos permitirá degustar los incomparables pescados de la "Mariña" en un delicioso restaurante familiar (La Cazuela) cuya dueña, Gemma, hace sin duda la cocina más interesante y cuidada de toda la costa lucense.
Allí, delante de un perfumado Albariño y de unas humeantes almejas de la ría a la marinera (las hacen como Dios manda, sin harina ni pan rallado), decidiremos el plan de la tarde:
a) Visitar Mondoñedo y sus alredores (Villanueva de Lorenzana, el Valle de Oro, la iglesia de San martín de estilo románico antiguo con restos de un monasterio del siglo VI)
b) Alquilar unos caballos en el propio hotel y dar un paseo por los bellos parajes que circundan el pueblo incluyendo una visita a la fábrica de cerámica de Sargadelos (Nando, el dueño del hotel, tiene diseñados varios recorridos según las facultades de los jinetes y del tiempo de que dispongan).
Por la noche, si queremos marcha, Burela es el centro neurálgico de toda la movida de la costa y aunque no conviene mezclar el alcohol con el volante, como apenas hay cinco kilómetros desde el hotel, pues podemos echar una canita al aire.
b) Alquilar unos caballos en el propio hotel y dar un paseo por los bellos parajes que circundan el pueblo incluyendo una visita a la fábrica de cerámica de Sargadelos (Nando, el dueño del hotel, tiene diseñados varios recorridos según las facultades de los jinetes y del tiempo de que dispongan).
El domingo saldremos dirección a Asturias y a pesar de no haber nada especial en el recorrido hasta la fronteriza ría de Ribadeo, conviene no dormirse porque las numerosas playas que jalonan la costa ofrecen un espectáculo al visitante digno de hacer algunas paradas y, ¿porque no? pasear por la arena fresca de rincones tan incomparables como la playa de las catedrales, así llamada porque en la bajamar, las caprichosas formas que toman la erosionada roca recuerdan los arbotantes de las monumentales iglesias góticas.
Como quiera que ya es el día de vuelta, conviene no comer demasiado tarde así que trás tomar el vermut en la bulliciosa villa de Ribadeo (los domingos abre todo su comercio y allí se juntan asturianos y gallego llenando las calles que ese día se hacen peatonales), podemos bajar hasta el puerto y allí tomar una barca que recorre los tres pueblos de la desembocadura de la ría: Castropol, Figueras y Ribadeo, y con una deliciosa zalea, nos plantamos en la otra orilla donde podremos degustar los mejores mariscos y pescados en un coqueto restaurante del muelle, que con un nombre tan marinero, El Risón, no puede defraudar a los amantes de la gastronomía marinera. *
Después de reposar la comida, incluso merece la pena dar un paseo por las empedradas callecitas del solariego Castropol, ya de vuelta en Ribadeo, tomaremos el camino de regreso por la N640, totalmente reformada de trazado y con un acabado impecable, sabiendo que quizás sea una de las carreteras de montaña más bellas de España. Siguiendo el cauce del rio Eo, esta sinuosa pero cómoda vía no mostrará un valle casi virgen en que la mayoría de las aldeas (hasta hace cinco o seis años no tenían ni accesos para vehiculos, ni tan siquiera electricidad) nos sugieren la idea de olvidarnos las obligaciones que nos esperan al día siguiente en la gran ciudad, y quedarnos ya para siempre entre sus bosques de robles,castaños y abedules, esperando el paso de las estaciones para disfrutar con ellas el suave ritmo de la naturaleza y poder así vivir esa calidad de vida que ya hace siglos recomendara Fray Luis de León como remedio para las almas atormentadas.
Al llegar a Meira podemos seguir hasta Lugo y de allí tomar la N-VI, pero los más intrépidos pueden cortar por un atajo encantador que cruza por pueblecitos con un encanto tan pueril que parecen sacados de un cuadro naif; para ello, desde el centro de Meira, hay que tomar la carretera que va a Cádabo (cuidado, en los carteles dice Baleira) y una vez ahí, preguntar por la carretera de Baralla (es facil porque al llegar al pueblo se toma por la primera a la izquierda y después por la primera a la derecha, donde está la gasolinera, pero conviene preguntar por si acaso), una vez allí ya estamos sobre la carretera general Madrid - Coruña, nos habremos ahorrado cuarenta kilómetros y nos habremos despedido con una dulce guinda en la boca de esa Galicia desconocida que se nos habrá quedado pegada al corazón para el resto de nuestra vida.
GUIA DE HOTELES En Lugo:
Gran Hotel
Av Ramón Ferreiro, 21
Telf. (982) 22 41 28
Un moderno hotel de cuatro estrellas con una gran oferta de servicios y ambiente de lujo y 168 habitaciones
Precio: 11.500 pts/día
En Cervo: Pousada O Almacén Telf. (982) 55 78 36 Un confortable complejo de turismo rural instalado en una antigua casona recién reformada con un molino de rio antiguo perfectamente restauarado para albergar el pub. Alquilan caballos con guía para pasear por los alrededores.
GUIA DE RESTAURANTES
En Lugo:
En Cervo: Pousada O Almacén Telf. (982) 55 78 36 Un confortable complejo de turismo rural instalado en una antigua casona recién reformada con un molino de rio antiguo perfectamente restauarado para albergar el pub. Alquilan caballos con guía para pasear por los alrededores.
Alberto
C/ Cruz, 4
Telf. (982) 22 83 10
La más amplia oferta de la gastronomía gallega del interior con pescados y mariscos de la mariña y un marco cuidado y hogareño. Tiene una esmerada carta de vinos con especial interés por los vinos autóctonos.
En Fazouro: La Cazuela Telf. (982) 13 66 87 Un coqueto restaurante con apenas media docena de mesas, atendido con el más cuidado esmero por la familia Váquez y en que la cocina de Gema es un ejemplo de amor y fidelidad a la gastronomía tradicional de la costa.
En Ribadeo: Hay varios restaurantes que ofrecen una cocina honesta y económica pero sin demasiado interés por lo que resulta aconsejable pasar a la orilla asturiana, en los puebos de Castropol o Figueras donde la oferta es más rica y cuidada.
GUIA DE COMPRAS
En Lugo:
En Fazouro: La Cazuela Telf. (982) 13 66 87 Un coqueto restaurante con apenas media docena de mesas, atendido con el más cuidado esmero por la familia Váquez y en que la cocina de Gema es un ejemplo de amor y fidelidad a la gastronomía tradicional de la costa.
En Ribadeo: Hay varios restaurantes que ofrecen una cocina honesta y económica pero sin demasiado interés por lo que resulta aconsejable pasar a la orilla asturiana, en los puebos de Castropol o Figueras donde la oferta es más rica y cuidada.
Confitería Madarro
C/ Reina, 13
Un viaje en el tiempo hacia las pastelerías de principios de siglo con cuidadas recetas que se siguen elaborando con los mismos productos selectos de antaño.
Bonxe A diez kilómetros de la ciudad, es uno de los centros alfareros mas representativos de Galicia.
En Cervo: Fábrica de cerámica de Sargadelos La mas prestigiosa fábrica de cerámica de Galicia con museo de la antigua Real Fábrica
Bonxe A diez kilómetros de la ciudad, es uno de los centros alfareros mas representativos de Galicia.
En Cervo: Fábrica de cerámica de Sargadelos La mas prestigiosa fábrica de cerámica de Galicia con museo de la antigua Real Fábrica
* Esta información está obsoleta. Dos años después de ser publicado eeste artículo, ese negocio cambió de dueño y dejó de tener el menor interés gastronómico.