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Meliá boutique

 

Julio 2009

Desde mi ventana el mar no se ve, pero sí un poquito de Notre Dame
 

La otra cara de la moneda 

París, 1 de julio 2009, 37ºC., alertas de golpe de calor en todos los paneles informativos del ayuntamiento.
Hotel Meliá Colbert, habitación 21, 39,6ºC., como hacía mucho calor, el aire acondicionado se había estropeado.

Esto podría haberse solucionado con buenas palabras, más o menos, pero es que, encima tuvimos que soportar la chulería y los desplantes de una recepcionista llamada Margot y de su jefecito, Antonio, un par de guapos de estos que te perdonan la vida cada vez que te miran, porque ellos son divinos de la muerte, pero, como no se apellidan Hemingway y Banderas respectivamente, pues tienen que ganarse la vida currando en un hotel español. Una injusta humillación para quién nació para ser estrella del Bollywood.

Como cito a un tal Antonio, quiero hacer referencia a otro recepcionista, Antonio Terrón, un extremeño encantador que fue nuestro único interlocutor y que, además, nos consiguió el destartalado ventilador que ven ustedes en la foto, como solución de fortuna (los alambres con que está sujeta la rejilla no se ven, pero era de los chinos pusieron la primera tienda en París).

Según reza en su publicidad: su presencia, rescatada del tiempo para volver a mostrar su antiguo esplendor, ya anuncia una estancia diferente de nuevas impresiones para añadir al cuaderno de viajes.

Y vaya que si tuvimos nuevas impresiones, como que hasta sufrí una pequeña angina de pecho, lo que no sé es si me dio por el calor, o por no partirles la cara a los guapos.

En España, en los hoteles de cierto nivel y sobre todo con personas destacadas (desde la agencia les había pasado un correo indicando quienes éramos y el motivo del viaje, ya saben, el premio Gourmand), suele ser habitual que el director porga un tarjetón de bienvenida en la habitación, incluso con un plato de fruta, y que ordene ser avisado cuando el Sr. X esté en la recepción.

También se acostumbra a que, en caso de conflicto, el director de la cara para solucionas diplomáticamente el conflicto.
Yo solo sé que este se llama Stéphane Zabouri porque cogí una tarjeta suya del mostrador de conserjería, pero todavía estoy esperando a que venga a decirme aquello tan manido de: “Monsieur, je suis desolé...”

La cosa empezó ya mal al primer contacto, porque la mona nos metió en una habitación mas diminuta que el camarote de los hermanos Marx, la 14, tanto que ni tenía mesillas de noche porque la cama estaba encajada entre los dos armarios, bueno, armaritos.

Eso sí, tuvimos que esperar desde las once en que llegamos, hasta las cuatro de la tarde, porque la habitación no estaba arreglada. Me imagino que estarían desincrustando a los anteriores inquilinos.

Al día siguiente, se nos comunicó que estaríamos sin agua por razones de mantenimiento (si fuese por algún accidente, pues vale, pero por mantenimiento ¿ustedes lo entienden?), por lo que nos ofrecían cambiar de celda. Un chico muy amable llamado Pablo, nos dijo que nos pondrían en una mejor.

Al día siguiente, cuando íbamos a hacer el cambio, estaba la mona y claro, la lió, porque nos dijo que no había habitaciones libres.Ventilador en la habitación del hotel

Como ya me conocía el percal, no discutí con ella pero pedí audiencia con el director invisible. Por la tarde me atendió Antonio Banderas quién me condujo a la 21, asegurando que lo de la mona habría sido unja confusión por mi parte. Hubo bronca y el guapo no volvió a ser visto hasta el final de la película.

El truco 

Como ya expliqué en el artículo del Gran Hotel de La Toja, el negocio de estas cadenas está en gestionar hoteles en que el propietario les entrega las instalaciones para su explotación y la cadena se encarga de todo mediante un alquiler.

¿Qué sucede? Pues que como la gestión general la hacen los burócratas administrativos de la central, si se estropea un grifo y en el contrato esto pertenece a la propiedad, pues el director del hotel no puede cambiarlo ya que corresponde al casero el arreglo.

Como a su vez el director es otro administrativo al que solo le interesa presentar una buena cuenta de explotación con balances de beneficio, pues al cliente que le den por saco, que a él solo le importa tener contento a su coordinador de área.
Pero claro, resulta que a veces este cliente maltratado es un periodista de turismo, y entonces la cosa se complica, porque a la cadena Hesperia ya les han quitado la explotación del Gran Hotel de La Toja así como la del Reconquista de Oviedo, que, según el jefe de área, ya estaba apalabrado.

En fin, que si le tiran de las orejas al Zabouri o si en París no hiciese calor, pues el hotelito sería la monada que anuncian, porque está en un enclave estratégico, a cien metros de Notre Dame, como ven por la ventana, y en el pleno mogollón de mercados, tiendas gastronómicas y demás tentaciones, que les contamos en el reportaje Turismo en el París del siglo XXI

Escrito por el (actualizado: 06/10/2015)