Comer en Lanzarote
Hay muchos afectaclillos, de esos recién llovidos en el último chaparrón, que consideran que hacer turismo de descanso, o sea, ir a tomar el sol durante una semanita a Lanzarote, es una horterada propia de fontaneros ingleses o de charcuteros alemanes.
Sin embargo el ritmo de vida que impone la sociedad moderna, exige que de vez en cuando bajemos del AVE y nos relajemos unos días, leyendo un par de buenas novelas, bronceandonos al sol y vagueando, mientras un ejército de camareros nos lo da todo hecho.
No está de moda, ni tampoco demodé", simplemente es una necesidad fisiológica, o anímica, algo asi como respirar de vez en cuando oxígeno, beber algo de agua, o poner a parir al ministro de Hacienda.
Lo que ya no encaja tanto en nuestra mentalidad gastronomica es tener que padecer esos ataques al régimen dietético impuesto esto por el buffet del hotel.
Por eso creo muy oportuno que esta piadosa publicación lance un discreto salvavidas a los ocasionales turistas descansadores que tomen como destino esta pintoresca isla.
No es fácil comer bien en esos pagos, porque la primera impresón que uno percibe al llegar al aeropuerto de Arrecife, es que en este lugar nunca existió otra cosa que volcanes y que en realidad todo es una simple ilusión, forjada a golpe de subvenciones y por el artista César Manrique.
Todo es nuevo, limpio, funcional y chocante, como el blanco de sus paredes encaladas sobre el negro de las piedras volcánicas.
¿Y de comer?
Pizzas, chinos, hamburguers, Fish & Chips, Indios, Snacs, Libaneses, Tex mex, etcétera.
¿No había habitantes en Lanzarote antes de que el famoso pintor rediseñase la isla?
Obviamente sí, pero hay que saber donde se esconden, porque la verdad es que hacen una comida realmente agradable y sabrosa.
En los pueblecitos marineros de Arrieta y El Golfo, hav unos cuantos comedores típicos donde se puede disfrutar de una buena vieja recien pescada, acompañada de unas papas arrugadas con mojo verde, aunque el ambiente ya resulta bastante maleado por el turismo.
En Costa Teguise hay un local llamado La Jordana, donde cuidan bien de la cocina, aunque le falta algo de sabor tradicional.
En Playa Honda está Casa Adán, pero sobra folklore, ya que si bien la cocina es casera y de gran calidad, su propietario no cumple los mínimos requisitos legales, tales como disponer de una carta de precios, lo cual supone un riesgo a la hora de redactar una crítica responsable.
El lugar más recomendable es Casa Ginory, a las afueras de Arrecife, en el puerto, o el Charco, como dicen por allí. Un simpático barín donde acuden los lugareños por docenas, a desayunarse a media mañana con una tapa cle corvina rebozada y un vinillo de uva Malvasía. Los precios son más que razonables y el servicio eficiente y, amable, algo que cada vez se agradece más por su escasez. Una comida completa con vino del país y café puede salir por menos de tres mil pesetas, y si es algo más informal, pero igualmente satisfactoria, por mil quinientas pelillas puede solucionarse el lance. Buenos pescados, queso de cabra, ensalacla de picadillo (col y zanahoria), incluso alguna carne de respetable factura.
La decoración, marinera y conejera (así se denominan los hábitos típicos de la isla), es limpia y fresca, sin sofisticaciones, pero agradable, sobre todo porque nos permite imaginar como sería la vida en esta inquietante isla, antes de que los guiris la invadiesen.
De modo que con un buen hotel (el Occidental Oasis resultó realmente satisfactorio), unos cuantos hoyos en el golf ecológico y volcánico de Costa Teguise, y estos cuatro consejos gastronómicos, por muy poco dinero podemos recargar las pilas más que a gusto, para aguantar la pantalla del ordenador durante unos cuantos meses.