Absenta/Aceituna
Absenta: Absenta quiere decir ausente y si vemos un poco el efecto que produce esta bebida sobre las personas, comprenderemos perfectamente su etimología.
La absenta o ajenjo, es una planta de sabor amargo, con un ligero perfume que le confiere un particular atractivo, como dice Jean Chevalier, más por su ausencia que por el placer en sí que supone su disfrute. Algo así como la heroína, su consumo no produce apenas placer, euforia, ni estados de conciencia superiores, pero su carencia es un infierno.
Ya en la antigua Grecia se consumía como un estimulante que se daba habitualmente a los atletas y en la Biblia vemos una referencia muy curiosa a este nombre: "Cuando el cordero hubo abierto el séptimo sello... Y el tercer ángel tocó la trompeta: y cayó del cielo una grande estrella, ardiendo como una tea, y vino a caer en la tercera parte de los ríos, y en los manantiales de las aguas: y el nombre de la estrella es Ajenjo; y así la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo: con lo que muchos hombres murieron a causa de las aguas, porque se hicieron amargas" (Ap., 8, 10, 12).
Teniendo en cuenta la simbología del agua como origen de toda vida, evidentemente esta parábola ha de considerarse como el anuncio del fin del mundo mediante la corrupción de las aguas, algo que muchos científicos han previsto ya. Las aguas de Hiroshima fueron venenosas por la radioactividad durante varios años, el abuso de insecticidas y pesticidas ha contaminado capas freáticas haciendo que muchas fuentes estén envenenadas sin saber el porqué.
Podemos decir que tanto esta planta como las bebidas relacionadas con ella han sido consideradas históricamente malignas, destructoras y presagio de muerte, por lo que creo innecesario pronunciarme sobre su consumo aunque consideré conveniente reseñarla por haber gozado de cierto reconocimiento entre algunos intelectuales franceses a fines del XIX y principios del XX, y hasta equivocadamente con la masonería que reprueba el uso degradante de las bebidas alcohólicas.
La absenta o ajenjo, es una planta de sabor amargo, con un ligero perfume que le confiere un particular atractivo, como dice Jean Chevalier, más por su ausencia que por el placer en sí que supone su disfrute. Algo así como la heroína, su consumo no produce apenas placer, euforia, ni estados de conciencia superiores, pero su carencia es un infierno.
Ya en la antigua Grecia se consumía como un estimulante que se daba habitualmente a los atletas y en la Biblia vemos una referencia muy curiosa a este nombre: "Cuando el cordero hubo abierto el séptimo sello... Y el tercer ángel tocó la trompeta: y cayó del cielo una grande estrella, ardiendo como una tea, y vino a caer en la tercera parte de los ríos, y en los manantiales de las aguas: y el nombre de la estrella es Ajenjo; y así la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo: con lo que muchos hombres murieron a causa de las aguas, porque se hicieron amargas" (Ap., 8, 10, 12).
Teniendo en cuenta la simbología del agua como origen de toda vida, evidentemente esta parábola ha de considerarse como el anuncio del fin del mundo mediante la corrupción de las aguas, algo que muchos científicos han previsto ya. Las aguas de Hiroshima fueron venenosas por la radioactividad durante varios años, el abuso de insecticidas y pesticidas ha contaminado capas freáticas haciendo que muchas fuentes estén envenenadas sin saber el porqué.
Podemos decir que tanto esta planta como las bebidas relacionadas con ella han sido consideradas históricamente malignas, destructoras y presagio de muerte, por lo que creo innecesario pronunciarme sobre su consumo aunque consideré conveniente reseñarla por haber gozado de cierto reconocimiento entre algunos intelectuales franceses a fines del XIX y principios del XX, y hasta equivocadamente con la masonería que reprueba el uso degradante de las bebidas alcohólicas.
Acacia: Para un masón no es necesario recordar la profunda simbología de este árbol porque está presente a diario en nuestras logias como uno de los signos más representativos del grado de maestro. Creo conveniente ampliar la simbología de la historia de nuestro maestro Hiram con otras en las que coincide el espíritu de inmortalidad e incorruptibilidad, en algunos casos también vinculado al proceso alquímico de la resurrección, otros simplemente por su dureza y permanencia en el tiempo.
El Arca de la Alianza estaba hecha de madera de acacia para que los hombres supiesen que duraría toda la eternidad, así como las ‘sruk’, las cucharas rituales de Brahma en la mitología hindú que nunca se corrompen ni estropean: "Yavé habló a Moisés diciendo: "Di a los hijos de Israel que me traigan ofrendas... Os ajustaréis a cuanto voy a mostrarte como modelo del santuario y de todos sus utensilios. Harás un arca de madera de acacia... Harás de madera de acacia una mesa..." (Éxodo 25, 1,9,10, 23)
En la corona de espinas que llevaba Cristo participa más del espíritu masónico ilustrando el proceso alquímico: el hombre va a morir pero su cabeza, su espíritu, va a renacer engrandecido. Siempre son señales solares relacionadas con el ciclo de la muerte resurrección. Rene Guenon decía que las espinas que salen de la corona del Ecce Homo significaban los rayos del sol, la iluminación del iniciado.
En una leyenda Bambara se habla de la acacia como el origen del Rhombo, el instrumento de música sagrada por excelencia, una especie de honda que al girar emite un lúgubre ruido que parece salir de los infiernos.
Entre los vedas aún se conserva la tradición de encender los fuegos sagrados friccionando un bastón de higuera incrustado en un disco de madera de acacia.
Quizás parezca que he traído aquí este producto un poco con calzador debido al profundo significado masónico que tiene, sin venir a cuento con el asunto de la cocina, sin embargo no es así. En primer lugar si se desea hacer un ágape siguiendo el ritual con toda ortodoxia, el fuego debería encenderse tal y como hemos descrito, ya que es uno de los elementos sagrados que mayor protagonismo adquiere en la mayoría de los sacrificios y por tanto debe respetarse tan escrupulosamente como al encender las luces de la logia.
Aprovecho aquí para decir a algunos hermanos que ejercen el cargo de M.·. de Cer.·. que aunque resulte más cómodo encender las velas con un mechero, es preceptivo hacerlo con una astilla de madera de acacia, o en su defecto de olivo o incluso de roble o de higuera, que a su vez habrá sido encendida en la Llama del Fuego Perpetuo o Luz Eterna que debe siempre iluminar el taller, incluso cuando se terminan los trabajos.
El fuego es un elemento purificador y por tanto los alimentos que se vayan a consumir en un ágape deberían ser cocinados en un fuego que respete todas las normas sagradas, otra cosa son las necesidades impuestas por la vida urbana, pero en sí, habría que cocinar sobre esa fuente de energía pura.
La acacia sirve para hacer un fuego sagrado y para preparar un postre delicioso, así que podemos hablar de ella propiamente como de una comida; sus flores son una verdadera delicia de la que grandes maestros de la cocina francesa como Mark Veyrat dan buena cuenta.
En el recetario ver buñuelos de flor de acacia con miel de azahar.
El Arca de la Alianza estaba hecha de madera de acacia para que los hombres supiesen que duraría toda la eternidad, así como las ‘sruk’, las cucharas rituales de Brahma en la mitología hindú que nunca se corrompen ni estropean: "Yavé habló a Moisés diciendo: "Di a los hijos de Israel que me traigan ofrendas... Os ajustaréis a cuanto voy a mostrarte como modelo del santuario y de todos sus utensilios. Harás un arca de madera de acacia... Harás de madera de acacia una mesa..." (Éxodo 25, 1,9,10, 23)
En la corona de espinas que llevaba Cristo participa más del espíritu masónico ilustrando el proceso alquímico: el hombre va a morir pero su cabeza, su espíritu, va a renacer engrandecido. Siempre son señales solares relacionadas con el ciclo de la muerte resurrección. Rene Guenon decía que las espinas que salen de la corona del Ecce Homo significaban los rayos del sol, la iluminación del iniciado.
En una leyenda Bambara se habla de la acacia como el origen del Rhombo, el instrumento de música sagrada por excelencia, una especie de honda que al girar emite un lúgubre ruido que parece salir de los infiernos.
Entre los vedas aún se conserva la tradición de encender los fuegos sagrados friccionando un bastón de higuera incrustado en un disco de madera de acacia.
Quizás parezca que he traído aquí este producto un poco con calzador debido al profundo significado masónico que tiene, sin venir a cuento con el asunto de la cocina, sin embargo no es así. En primer lugar si se desea hacer un ágape siguiendo el ritual con toda ortodoxia, el fuego debería encenderse tal y como hemos descrito, ya que es uno de los elementos sagrados que mayor protagonismo adquiere en la mayoría de los sacrificios y por tanto debe respetarse tan escrupulosamente como al encender las luces de la logia.
Aprovecho aquí para decir a algunos hermanos que ejercen el cargo de M.·. de Cer.·. que aunque resulte más cómodo encender las velas con un mechero, es preceptivo hacerlo con una astilla de madera de acacia, o en su defecto de olivo o incluso de roble o de higuera, que a su vez habrá sido encendida en la Llama del Fuego Perpetuo o Luz Eterna que debe siempre iluminar el taller, incluso cuando se terminan los trabajos.
El fuego es un elemento purificador y por tanto los alimentos que se vayan a consumir en un ágape deberían ser cocinados en un fuego que respete todas las normas sagradas, otra cosa son las necesidades impuestas por la vida urbana, pero en sí, habría que cocinar sobre esa fuente de energía pura.
La acacia sirve para hacer un fuego sagrado y para preparar un postre delicioso, así que podemos hablar de ella propiamente como de una comida; sus flores son una verdadera delicia de la que grandes maestros de la cocina francesa como Mark Veyrat dan buena cuenta.
En el recetario ver buñuelos de flor de acacia con miel de azahar.
Aceite: Independientemente de que hoy día se consuma aceite de maíz, girasol, soja o incluso sintéticos, para los masones el único aceite es el de oliva ya que hasta su etimología proviene de esa fruta y no sólo en español sino en todas las lenguas occidentales (aceite, de aceituna; ‘huile’, francés; ‘oil’ inglés y ‘olio’ italiano, de oliva).
Por razones derivadas de su uso, el aceite es símbolo de luz y prosperidad, aunque también de pureza, quizás por ser la grasa más limpia y brillante que existe. También lo es de sabiduría, de vigor y de resistencia porque alimenta la luz y el fuego.
En nuestras logias se derrama como señal de paz y se utiliza en la consagración del rito de Emulación, así como ingrediente de la mezcla purificadora en la recepción del grado 14º del R.·.E.·.A.·.A.·., en el 5º del rito francés se pasa por el corazón, frente y labios como signo de Dulzura, Sabiduría, Fuerza y Belleza que debe tener los Grandes Elegidos.
Símbolo de bendición divina en todas las culturas mediterráneas, el aceite está presente en la Biblia en continuas acepciones benéficas. En el Levítico, manual de los ritos sagrados y quizás el primer libro de gastronomía de la Historia, se nos muestra incluso como se debía de consumir: "mas si ofrecieres ofrenda de flor de harina cocida en el horno, han de ser panes sin levadura, amasados con aceite y lasañas, también sin levaduras untadas con aceite. Si tu ofrenda fuere de cosa frita en sartén, será de flor de harina amasada con aceite, sin levadura, y la desmenuzarás y echarás aceite sobre ella. Y si la ofrenda se hiciere de cosa cocida en parrillas o cazuelas, estará igualmente la flor de harina amasada con aceite..." (Lev. 2, 4, 5, 6, 7).
Pero sus presencia va mucho más allá de las funciones alimenticias y de iluminación: "Dijo también a Aser: bendito sea en su prole. Será agradable a sus hermanos y bañará en aceite sus pies" (Deut. 33, 24).
La unción de aceite es considerada como un acto directo de Dios: "Tomó, pues, Samuel el cuerno del óleo que había traído y ungiole en presencia de sus hermanos, y desde aquel día en adelante el espíritu del Señor quedó difundido en David..." (1 Samuel 16, 13). Aquellos que han recibido la unción están a salvo porque significa que están bajo la protección divina: "De ningún modo lo mates; porque, ¿quién podrá alzar, sin pecado, su mano contra el ungido del Señor?... líbreme Dios de levantar mi mano contra el ungido del Señor." (1 Samuel 26, 9 y 11). La palabra hebrea que significa ungido es la que da la transcripción de Messias cuya traducción al griego es: Christos, por eso desde el cristianismo más primitivo se une la unción al bautismo: "El espíritu del señor sobre mí, por lo cual me ha ungido" (Lucas 4, 1) y así incorporando toda la tradición antigua. En el cristianismo el aceite aparece continuamente como el principio y fin de la vida, el alfa y el omega que abre y cierra la vida espiritual de los hombres desde su bautizo hasta los santos óleos de su muerte.
En las religiones sintoístas el aceite juega un papel de indiferencia primaria ya que el origen de las aguas es precisamente el aceite, es decir que las aguas primordiales donde se configuró la primera forma de vida era aceite. Ese papel de neutralidad es curiosísimo si lo vemos en la actualidad aplicado a la electricidad, la fuente de energía esencial por excelencia, de la que el aceite es un aislante perfecto. En la Ciencia Hermética el aceite juega un papel de unión, como de intermediario entre polos opuestos inencontrables, es el fluido que puede vincular las energías opuestas. Según Claude de Saint-Martin es un símbolo de lazo, de vínculo mediador, ‘lien intermediére’, compuesto de cuatro substancias elementales que le confieren relaciones activas con los cuatro puntos cardinales. Interesante visión de un alquimista si tenemos en cuenta que hasta el siglo XX no se conocían los principios de la electricidad.
En la masonería la llama del fuego eterno debe ser una lamparilla de aceite de oliva, algo que a pesar de ser realmente económico y de aportar un perfume muy insinuante al taller, en algunas logias no se respeta.
En el estudio de la aceituna y el olivo hablaremos de sus orígenes, pero aquí quiero apuntar una contradicción que puede resultar un error histórico debido a un pecado de chauvinismo helénico: Herodoto afirmaba que en Babilonia aún no existía el aceite, quizás para acercar más su descubrimiento a su cultura griega, sin embargo en los primeros alfabetos hebreos, mejor dicho alefatos, después de las letras Aleph (que significa buey), Bêta (casa) y Gamal (camello), la cuarta letra es Zaï, que quiere decir olivo, lo que evidentemente prueba su vital importancia ya desde el origen de estas culturas superiores prehelénicas, génesis histórica, al menos filosóficamente, de la masonería.
Gastronómicamente hay una referencia importante a sus virtudes que hace Moisés cuando narra las excelencias de la tierra a la que Javé llevó a hombros a Jacob: "Hízolo dueño de una tierra superior y excelente, para que comiera los frutos de los campos,... y gustara el rico aceite de los olivos que se crían entre las más duras rocas".
En el apartado 5.4. Los alimentos sagrados se ofrece una somera explicación de cómo debe estar presente el aceite de oliva en la cocina masónica por razones dietéticas, que en este apartado de simbología no podemos exponer debido a la extensión del tema.
Otros aceites alimenticios habituales son los extraídos de: aguacate (hueso), alazor, algodón (semillas), almendras, avellanas, cacahuete, calabaza (semillas), coco, colza, maíz, nuez, palma, piñones, sésamo, soja y uvas (pepitas).
Por razones derivadas de su uso, el aceite es símbolo de luz y prosperidad, aunque también de pureza, quizás por ser la grasa más limpia y brillante que existe. También lo es de sabiduría, de vigor y de resistencia porque alimenta la luz y el fuego.
En nuestras logias se derrama como señal de paz y se utiliza en la consagración del rito de Emulación, así como ingrediente de la mezcla purificadora en la recepción del grado 14º del R.·.E.·.A.·.A.·., en el 5º del rito francés se pasa por el corazón, frente y labios como signo de Dulzura, Sabiduría, Fuerza y Belleza que debe tener los Grandes Elegidos.
Símbolo de bendición divina en todas las culturas mediterráneas, el aceite está presente en la Biblia en continuas acepciones benéficas. En el Levítico, manual de los ritos sagrados y quizás el primer libro de gastronomía de la Historia, se nos muestra incluso como se debía de consumir: "mas si ofrecieres ofrenda de flor de harina cocida en el horno, han de ser panes sin levadura, amasados con aceite y lasañas, también sin levaduras untadas con aceite. Si tu ofrenda fuere de cosa frita en sartén, será de flor de harina amasada con aceite, sin levadura, y la desmenuzarás y echarás aceite sobre ella. Y si la ofrenda se hiciere de cosa cocida en parrillas o cazuelas, estará igualmente la flor de harina amasada con aceite..." (Lev. 2, 4, 5, 6, 7).
Pero sus presencia va mucho más allá de las funciones alimenticias y de iluminación: "Dijo también a Aser: bendito sea en su prole. Será agradable a sus hermanos y bañará en aceite sus pies" (Deut. 33, 24).
La unción de aceite es considerada como un acto directo de Dios: "Tomó, pues, Samuel el cuerno del óleo que había traído y ungiole en presencia de sus hermanos, y desde aquel día en adelante el espíritu del Señor quedó difundido en David..." (1 Samuel 16, 13). Aquellos que han recibido la unción están a salvo porque significa que están bajo la protección divina: "De ningún modo lo mates; porque, ¿quién podrá alzar, sin pecado, su mano contra el ungido del Señor?... líbreme Dios de levantar mi mano contra el ungido del Señor." (1 Samuel 26, 9 y 11). La palabra hebrea que significa ungido es la que da la transcripción de Messias cuya traducción al griego es: Christos, por eso desde el cristianismo más primitivo se une la unción al bautismo: "El espíritu del señor sobre mí, por lo cual me ha ungido" (Lucas 4, 1) y así incorporando toda la tradición antigua. En el cristianismo el aceite aparece continuamente como el principio y fin de la vida, el alfa y el omega que abre y cierra la vida espiritual de los hombres desde su bautizo hasta los santos óleos de su muerte.
En las religiones sintoístas el aceite juega un papel de indiferencia primaria ya que el origen de las aguas es precisamente el aceite, es decir que las aguas primordiales donde se configuró la primera forma de vida era aceite. Ese papel de neutralidad es curiosísimo si lo vemos en la actualidad aplicado a la electricidad, la fuente de energía esencial por excelencia, de la que el aceite es un aislante perfecto. En la Ciencia Hermética el aceite juega un papel de unión, como de intermediario entre polos opuestos inencontrables, es el fluido que puede vincular las energías opuestas. Según Claude de Saint-Martin es un símbolo de lazo, de vínculo mediador, ‘lien intermediére’, compuesto de cuatro substancias elementales que le confieren relaciones activas con los cuatro puntos cardinales. Interesante visión de un alquimista si tenemos en cuenta que hasta el siglo XX no se conocían los principios de la electricidad.
En la masonería la llama del fuego eterno debe ser una lamparilla de aceite de oliva, algo que a pesar de ser realmente económico y de aportar un perfume muy insinuante al taller, en algunas logias no se respeta.
En el estudio de la aceituna y el olivo hablaremos de sus orígenes, pero aquí quiero apuntar una contradicción que puede resultar un error histórico debido a un pecado de chauvinismo helénico: Herodoto afirmaba que en Babilonia aún no existía el aceite, quizás para acercar más su descubrimiento a su cultura griega, sin embargo en los primeros alfabetos hebreos, mejor dicho alefatos, después de las letras Aleph (que significa buey), Bêta (casa) y Gamal (camello), la cuarta letra es Zaï, que quiere decir olivo, lo que evidentemente prueba su vital importancia ya desde el origen de estas culturas superiores prehelénicas, génesis histórica, al menos filosóficamente, de la masonería.
Gastronómicamente hay una referencia importante a sus virtudes que hace Moisés cuando narra las excelencias de la tierra a la que Javé llevó a hombros a Jacob: "Hízolo dueño de una tierra superior y excelente, para que comiera los frutos de los campos,... y gustara el rico aceite de los olivos que se crían entre las más duras rocas".
En el apartado 5.4. Los alimentos sagrados se ofrece una somera explicación de cómo debe estar presente el aceite de oliva en la cocina masónica por razones dietéticas, que en este apartado de simbología no podemos exponer debido a la extensión del tema.
Otros aceites alimenticios habituales son los extraídos de: aguacate (hueso), alazor, algodón (semillas), almendras, avellanas, cacahuete, calabaza (semillas), coco, colza, maíz, nuez, palma, piñones, sésamo, soja y uvas (pepitas).
Aceituna(ver olivo y aceite): Sorprende que existiendo una verdadera mitología tanto acerca del árbol que la genera como del producto que de ella se obtiene, de las aceitunas propiamente dichas apenas hay referencias simbólicas en ninguna parte. Evidentemente si el olivo es símbolo de paz y de victoria, el aceite lo es de luz y de protección divina ¿no podríamos asociar el papel de la aceituna al de la Virgen María? Situada entre la grandiosidad del todo poderoso y casi inmortal olivo y el fruto de su carne, el aceite, la humilde aceituna acepta resignada su destino casi pasivo entre tanta potencia divina. No está presente en ningún ritual, sin embargo es el vínculo entre la divinidad originaria y el hombre mortal.
La aceituna en su estado natural no es comestible y necesita un proceso de depuración en salmuera para poder consumirse. Quizás la necesaria intervención de la sal, un artículo tan escaso como preciado en la Antigüedad, le restase protagonismo. Incluso en el plano simbólico es como si esta fruta negra necesitase ser depurada por un elemento tan mágico como la sal para que el hombre pudiese ingerirla.
Salvo en español cuyo nombre es tomado del árabe ‘az-zaitüna’, en el mundo entero esta fruta es conocida por los distintos derivados del latín ‘oliva’, lo que indica que fue la cultura árabe la que divulgó popularmente su consumo en nuestro país, así pues ¿Tendrá algún simbolismo en el mundo islámico que nosotros desconozcamos? La cultura islámica, que está mucho más cerca de los placeres carnales y que no sólo los permite sino que incluso bendice este concepto de la vida, chocó frontalmente con la cultura cristiana que desde su origen, cuando aún era maravillosamente ecléctica y liberal, al proceder del judaísmo, también reprimió los placeres sensuales. Por todo ello puede que exista un simbolismo en ese terreno que al haber sido condenado por la castidad hebrea nunca nos haya sido transmitido. Quizás el hecho de que sus semillas apenas sirvan para dar nuevos árboles no le haya conferido ese carácter de fecundidad que coincide en todas las frutas sagradas.
Dejo constancia de que a pesar de no haber encontrado hasta ahora simbología alguna, me parece muy extraño que siendo un nexo imprescindible entre dos elementos tan sagrados como el olivo y el aceite, ésta no aparezca por ningún lado.
La aceituna en su estado natural no es comestible y necesita un proceso de depuración en salmuera para poder consumirse. Quizás la necesaria intervención de la sal, un artículo tan escaso como preciado en la Antigüedad, le restase protagonismo. Incluso en el plano simbólico es como si esta fruta negra necesitase ser depurada por un elemento tan mágico como la sal para que el hombre pudiese ingerirla.
Salvo en español cuyo nombre es tomado del árabe ‘az-zaitüna’, en el mundo entero esta fruta es conocida por los distintos derivados del latín ‘oliva’, lo que indica que fue la cultura árabe la que divulgó popularmente su consumo en nuestro país, así pues ¿Tendrá algún simbolismo en el mundo islámico que nosotros desconozcamos? La cultura islámica, que está mucho más cerca de los placeres carnales y que no sólo los permite sino que incluso bendice este concepto de la vida, chocó frontalmente con la cultura cristiana que desde su origen, cuando aún era maravillosamente ecléctica y liberal, al proceder del judaísmo, también reprimió los placeres sensuales. Por todo ello puede que exista un simbolismo en ese terreno que al haber sido condenado por la castidad hebrea nunca nos haya sido transmitido. Quizás el hecho de que sus semillas apenas sirvan para dar nuevos árboles no le haya conferido ese carácter de fecundidad que coincide en todas las frutas sagradas.
Dejo constancia de que a pesar de no haber encontrado hasta ahora simbología alguna, me parece muy extraño que siendo un nexo imprescindible entre dos elementos tan sagrados como el olivo y el aceite, ésta no aparezca por ningún lado.