Y berenjenas con queso
Tres cosas me tienen preso
de amores el corazón, la bella Inés, el jamón
y berenjenas con queso.
Alega Inés su beldad
el jamón que es de Aracena
el queso y la berejena
la española antigüedad.
Con este encantador poema alababa allá por el siglo XVI el gran escritor y gastrónomo D. Baltasar del Alcazar, las excelencias de esta oronda y explosiva solanácea que por desgracia para nuestra gastronomía, apenas si se encuentra en alguna carta de toda Galicia.
Y que conste que no es por aquello que es algo poco enxebre, la propia condesa Pardo Bazán en su libro de cocina además de otras recetas entre las que se encuentra la preferida de Baltasar del Alcazar, en un momento dado dice: "Están también buenas, muy tostaditas, sin rebozar en nada.", o sea que de cualquier manera le gustaban a la señora condesa.
También eran muy del agrado de D. Manuel Puga y Parga (Picadillo) otro de los más ilustres escritores gastrónomos gallegos, quien en su libro "La Cocina Práctica" recomienda cuatro recetas de esta verdura. ¿Porqué entonces los restauradores gallegos no quieren saber nada de ella?
Decía D. Alvaro Cunqueiro que con los deliciosos productos que dan las huertas gallegas se podrían hacer menestras tan deliciosas como las de Tafalla en Navarra, que reunen a miles de personas de toda España para degustarlas en cualquier época del año.
Yo aún diría más.
En un momento de crisis en que la restauración ya ha comprobado que las excusas de la Expo, la alta cotización de la peseta o vaya usted a saber que otra parida, no son más que ganas de esconder la cabeza debajo del ala y que la triste y terrible realidad es que Galicia se está quedando sin turismo, (estamos en pleno Xacobeo, la panacea del turismo, la esperanza de los hosteleros ¿y como están los comedores de nuestros restaurantes?).
Ya es el momento de ponerse las pilas y empezar a utilizar la cabeza para hacer una cocina atractiva, que ofrezca alternativas económicas rentables para el restaurador y asequibles para el comensal.
Ya se acabaron los días en que un restaurante gallego podía llenar sus comedores teniendo en la cocina una simple pota en que cocer centollos, langostas, cigalas o bogavantes.
Todavía queda verano por delante y las huertas están llenas de artículos deliciosos con que deleitar a esos visitantes que ya no traen la tarjeta oro con que pagar las mariscadas.
Esperemos poder decir algún día aquello de que no hay mal que por bien no venga.
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