Marbella / Estepona.
Publicado en el libro, Mis mejores Escapadas de Golf y Gastronomía, que salió al mercado en 2006 y ganó el premio Gourmand World Cookbook Awards como la mejor guía de turismo del mundo de ese año.
Todo lo que dije de Fuengirola debe borrarse al llegar a las millas de oro (antes solo había una, pero ahora hay una en Marbella y otra en Estepona). Aquí, hasta se puede atravesar Marbella por su avenida principal a cualquier hora del día ya que, a pesar del abundante tráfico, este discurre fluido y se puede contar con ir de punta a punta en apenas cinco minutos.
Esta es la verdadera Costa del Sol, Costa del Golf, Costa del Lujo o como se quiera llamar a lo que hasta hace tres décadas era un simple erial y hoy es el metro cuadrado mas caro de España.
Recomendar aquí un solo campo de golf es una temeridad porque en apenas diez kilómetros a la redonda hay veintitantos y a cual mejor. Hemos seleccionado tres por ser radicalmente opuestos, uno el Greenlife Golf, un coqueto 9 hoyos par 3 regulares, un Picht & Putt que merece la pena ser visitado tanto por su belleza como por la cocina que realiza Fernando.
Otro, el Marbella Club, Puente Romano, Marbella en su más pura esencia.
Y para terminar, el Flamingo (Villa Padierna), inmenso, lo último, “Todo Incluido”, lo más de lo más ...
Flamingos Golf & Resorts es un ambicioso proyecto que pronto contará con cuatro campos de golf (Flamingo Rosa y Flamingo Blanco ya están en uso y Gran Flamingo y Flamingo Norte se abrirán en los próximos dos años) y tres hoteles, todo en *****G.L., o sea, la pera.
Su hotel Villa Padierna recrea un palacio toscano y ha sido decorado con antigüedades traídas directamente de Italia. Está situado en el mismo campo y, aunque no se pueda pasear por sus salones con el traje de luces (sobre todo volver con los zapatos llenos de hierba, pisoteando alfombras y mármoles, sería una ordinariez), un ascensor nos baja directamente a la tienda Club de donde podemos salir montados en el buggy. El hotel es de un lujo un tanto desproporcionado, muy a la americana.
En un comedor, la Veranda, casi hay que vestirse de smoking para no desentonar, mientras que en el contiguo, despachan hamburguesas a ruidosos turistas en camiseta (en La Manga tuvieron que implantar reglas de vestimenta para limitar los desmanes de algunos ingleses que se comportaban como si estuviesen en territorio conquistado, no estaría de más hacerlo aquí también) . Yo creo que es cuestión de tiempo, tiene que asentarse, pero aún así merece la pena y ofrece interesantes ofertas de promoción.
El campo es formidable, diseñado para verdaderos golfistas, su recorrido ofrece obstáculos de toda índole, hasta un espectacular hoyo 18 que, al final, resulta menos canalla de lo que parecía, con lo que deja tan dulce sabor de boca como el mejor de los postres.
En el del Puente Romano hay que advertir que está en Benahavis, a diez minutos del hotel, por lo que, aunque hay un autobús para los clientes, hay que citarlo con ciertas reservas porque no estamos a pie de tee. Es un campo amable, precioso, acogedor, sobre todo teniendo en cuenta como son los de la zona. En realidad si me salto la regla, es porque, además del excelente buffet del Roberto, pasar un par de días en Puente Romano es vivir la movida marbellí en todo su esplendor, para lo bueno y para lo malo, porque conviene ajustar el presupuesto so pena de llevarnos un serio disgusto. De hecho, como este hotel está compuesto de casitas con plaza de garaje individual (es como alquilar un chalecito), podemos movernos con nuestro propio coche para visitar varios campos ya que hay buenos descuentos en los greenfees contratados desde el propio hotel.
Pero si de golf podemos hartarnos con tanta oferta, para comer es necesario seguir los consejos de un experto, porque ahí si que nos podemos volver locos. Miles y miles de carteles con las mas variopintas sugerencias hacen que el visitante termine en los peores sitios ... y con resultados que pueden ser realmente dolorosos. Por ello recurrimos a nuestro querido amigo y colega de las letras gastronómicas, Enrique Bellver, a quién no le podré nunca agradecer su desinteresada ayuda. Gracias a la sapiencia de nuestro anfitrión, hoy podemos ofrecerles esta corta pero selecta información.
El gran comedor, el de ese día que debemos reservar para la gran cena, es sin duda El Portalón. Todo funciona bien, la decoración, las velitas, el sumiller, la bodega (acojonante), las materias primas, hasta los platos de nueva cocina que está desarrollando Alex, un nuevo fichaje que se formó con Martín Berasategui y que parece que está cogiendo buen rumbo para ganar laureles.
Mas minimalista, mas en la onda Adriá, Arola & Cº, están Fernando y Paco en su Lago. Desde la terraza se contempla el lago del campo de golf que da nombre al restaurante y, si la velada es templada como suele suceder en la zona, tomar una copa en las mesitas exteriores es una delicia.
La tercera gran oferta es Santiago, a quién los muchos años de triunfo no le han restado un ápice de calidad si no al contrario, ganancias en el bien hacer. Su cocina es clásica, tradicional, con mariscos y pescados traídos de Galicia y comprados en las lonjas locales. Sus boquerones vitorianos y sus gambas de Málaga son insuperables, por lo que una comida informal en las mesas de la barra puede ser una opción nada desdeñable.
Ya mas informal y a escasos metros del hotel, tenemos La Sal, un curioso “petit bistrot” a la andaluza en el que Paco nos hace “lo que a él le gusta”, como ese salmorejo al gusto de su padre y con quién desde luego compartimos criterio porque estaba de diez. Platos divertidos como los langostinos al alioli con fideos tostados o sus numerosos arroces, permiten diseñar un sabroso y divertido menú.
Dejamos para el final algo único, el barín de Juan, El Pescador, un náufrago que se resiste a perecer entre ese temporal de millones que azotan las calles marbellís. Juan tiene una pequeña casita de planta baja por la que cualquier constructor pagaría mil veces lo que él, sus hijos y sus nietos, ganasen en sus vidas vendiendo cañas, pero él dice que así es feliz y que para qué quiere mas. Gracias a Dios, porque así podemos dar un salto al pasado y, a pocos metros de la plaza de Dalí, el corazón de la villa, podemos disfrutar de una entrañable tabernita donde todo es bueno, hasta el pan, que es candeal. Sus boquerones en vinagre, los fritos, los salmonetitos emperatriz, las ensaladas, las olivas, todo, absolutamente todo resulta tan delicioso como cuando marbella era Andalucía. Visita ineludible.