Málaga / Torremolinos.
Publicado en el libro, Mis mejores Escapadas de Golf y Gastronomía, que salió al mercado en 2006 y ganó el premio Gourmand World Cookbook Awards como la mejor guía de turismo del mundo de ese año.
El Real Club de Campo de Málaga, hoy mas conocido como el Campo del Parador, fue construido en 1925, por lo que algunos entendidillos lo califican de anticuado y facilón. Esto último quizás se diga porque ser uno de los pocos llanos que existen en una provincia donde, a causa de la especulación y no de otra cosa, se construyen locuras colgadas de precipicios pierde bolas, como esa aberración llevada a cabo el Alahurín.
Respecto a lo primero, he de comentar que el día que llegamos cayó aquella famosa gota fría que dejó 26.000 viviendas sin luz durante mas de seis horas, colapsó la ciudad y vías de acceso, se registraron 55 litros/metro en una hora y, después de seguir lloviendo a mala leche durante toda la noche, al día siguiente, mientras desayunábamos tranquilamente dando por cerrado el campo, el master caddy nos avisó de que el campo estaba en perfectas condiciones y que teníamos la salida en media hora.
El campo es una preciosidad, no solo por ese milagroso sistema de drenaje, sino porque durante estos años los árboles han crecido hasta formar un conjunto casi selvático. Para mas gracia, hace algunos años, se rompió una jaula que contenía no sé cuantas docenas de papagayos que se han aclimatado al nuevo hábitat y revolotean con sus espectaculares y multicolores plumajes entre greenes y tees.
¿Les parece aburrido jugar entre adelfas de cuatro metros, palmeras como rascacielos y a lo largo de una preciosa playa de arena blanca? A nosotros nos pareció una verdadera delicia.
En cuanto al alojamiento este parador no esta ubicado en ningún monumento emblemático sino que fue construido en aquella fase de la dictadura en que los modelos nacionales predominaban sobre los regionales. Aún así el paso de las décadas le ha conferido un cierto encanto que lo hace entrañable y sobre todo muy acogedor. Pero su mayor atractivo es que está situado dentro del propio campo, con lo que uno sale de la habitación vestido de indio y vuelve con el buggy a ducharse a su propia habitación (son como pequeños bungalows, de modo que no hay que atravesar salones ni alfombras. De la habitación se sale al césped).
Tiene también la curiosidad de estar junto al aeropuerto, por lo que los aviones pasan en vuelo rasante sobre los greenes. Yo intenté darle a un 747, pero fallé.
En cuestiones culinarias el emplazamiento cumple con sobresaliente los requisitos gracias a un tradicional comedor situado a escasos minutos, casi lindando con el campo. Se trata del restaurante Frutos. El origen segoviano del fundador y el criterio continuista de su hijo Carlos, sin duda muy acertado, hacen que sus asados castellanos tengan fama en toda la provincia. Pero, además del repertorio nacional, tiene protagonismo la cocina malagueña y así, además de golosinas ya casi olvidadas por culpa de la maldita cocina de autor (probamos unos sesitos rebozados que todavía se me hace la boca agua al recordarlos), en las recomendaciones del día encontraremos los mejores pescados y mariscos que se rulen en muchas millas a la redonda (si tienen urta, pídanla a la espalda, es un manjar).
Otra opción es arriesgarse a un atasco desproporcionado para patear las zonas peatonales del casco viejo. Allí está la famosa calle Larios, con su jolgorio, bullicio y olor a fritanga. Hay mas guiris que oriundos, como en todos los cascos viejos de Andalucía. De hecho, el famoso Chinitas, es capaz de desanimar al más optimista porque, el dueño, sentado como un cliente más, se limita a ver como sus moritos sirven de mala gana a los turistas sin tan siquiera molestarse en comprobar si esa fritura está bañada en aceite o si el jamón ha salido salado o medio crudo. Algo mas sofisticado es La Rebaná, con hojaldres de pato, montaditos de foie y cosas de esas. Pero para ponerse las botas, para gozar de la buena, buena cocina malagueña, hay que pasar de Larios y acercarse hasta la plaza de toros, al Refectorium, una tentación que justifica el atasco. Es cocina de tapas tradicionales, pero tan mimadas como si fuese el propio Duchase quién dirigiese la cocina. No aparece en las guías, afortunadamente, pero les aseguro que es el lugar más indicado para disfrutar de la autentica gastronomía malagueña. Eso sí, reserven porque los señoritos de Málaga lo saben y conseguir mesa o hueco en la barra, es como hacer Hoyo en uno.
Muy cerca está El Café de París, el polo opuesto, cocina de autor, pero también de gran nivel gastronómico, quizás el mejor de la provincia. Sin duda podemos afirmar que su estrella Michelin, está más que justificada. Han abierto otro comedor en El Higuerón, Airén, minimalista, muy sofis y, desde El Parador, se debe tardar poco más o menos lo mismo. Lo cito en este apartado porque, si apetece una cena en plan fino, es una buena opción ir a este en vez de meterse en barullo de la capital.
También está funcionando a tope el Envero, con cocina tradicional y buenos mariscos, aunque el barrio es periférico e impersonal. Vamos, que en Málaga, se lo pueden pasar realmente bien.
Parador Málaga Golf.
Autovía Málaga-Algeciras Salida Coín-Aeropuerto,
Málaga.
Tel: 952 381 255
Correo: malaga@parador.es
URL: www.parador.es
Real Club de Campo de Málaga
Autovía Málaga-Algeciras Salida Coín-Aeropuerto,
Málaga.
Tel: 952 381 255
Correo: malaga@parador.es
URL: www.parador.es